Internacional

Un hogar en el mundo

Para Amartya Sen, premio Nobel de Economía, la palabra ‘hogar’ evoca muchos lugares: Bangladés, Santiniketan, Calcuta, Cambridge. En ‘Un hogar en el mundo: memorias’ (Taurus), el intelectual viaja por aquellos que dieron forma a su particular (y necesaria) visión del mundo.

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29
diciembre
2021
Puente Howrah en Calcuta (India)

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Las revistas culturales bengalíes estaban convencidas de que la hambruna que estaba asolando Bengala podría haberse paliado aportando más alimentos al mercado y culpaban al Gobierno británico de no gestionar adecuadamente lo que ocurría. Una de esas revistas, Desh, publicó un impactante editorial en julio de 1943 que presentaba la analogía del emperador Nerón tocando el violín mientras Roma ardía. El editorial llevaba este sarcástico título: La gloria del Gobierno de Churchill. Analizaba, en un poderoso bengalí, por qué la hambruna podría haberse mitigado si el primer ministro Winston Churchill hubiese permitido que llegase más comida a Bengala. Su diagnóstico sin duda pasaba por alto algunos detalles sobre la incapacidad del Gobierno para entender qué había causado la hambruna, así como las diferentes maneras en las que se podría haber prevenido; sin embargo, sus críticas a las políticas del Gobierno no se equivocaban demasiado.

Los periódicos bengalíes fueron seriamente censurados durante el periodo de la hambruna, pero las revistas culturales, con un número relativamente pequeño de lectores, gozaban de una mayor libertad. Mis abuelos solían comprar un par de esas revistas; entre ellas, Desh (un semanario bengalí) y Prabashi (también bengalí y de periodicidad mensual) tenían mucho prestigio. Mi abuela Didima las leía por las tardes mientras descansaba en su cama de madera después de comer, y a menudo compartía conmigo las conclusiones de sus lecturas. Me sentí muy involucrado –no simplemente interesado– en las cuestiones que planteaban esos artículos. Algunos de mis primos mayores, que nos visitaban de vez en cuando, también querían saber todo lo posible sobre los terribles acontecimientos que ocurrían a nuestro alrededor. Mantuve muchas discusiones interesantes con ellos, especialmente con Khokonda (Kalyan Dasgupta), que era dos años mayor que yo; acostumbraba a esgrimir su punto de vista de «adulto». Mi tío Kankarmama me pasó un ejemplar de La buena tierra, de Pearl Buck (publicado en 1931) y leí con morbosa fascinación el amplio retrato novelado que llevaba a cabo de la hambruna china.

«La falta de atención de las autoridades estaba llevando a la ruina a la gente pobre del ámbito rural»

Un día, Didima me leyó un sorprendente análisis del «problema de la comida» aparecido en la revista Prabashi en el número dedicado a Shrabon (el mes de los monzones), que debió de publicarse en agosto de 1943. He comprobado previamente si mi memoria no me engañaba con respecto a lo que realmente decía el artículo. Vinculaba la subida de los precios de los alimentos con el extraordinario gasto en comida en las regiones urbanas provocado por los esfuerzos de la guerra, incluido el consumo de los soldados destacados en Bengala y más allá, que tenían que hacer frente a los japoneses, que ya no estaban lejos. En Prabashi no se cuestionaban los esfuerzos relacionados con la guerra, pero sí la completa falta de atención por parte de las autoridades a las dificultades que generaba, entre ellas el impacto en el precio de los alimentos, que estaba llevando a la ruina a la gente pobre del ámbito rural.

¿Se discutieron en el Parlamento de Westminster las calamidades asociadas a la hambruna? No hasta el mes de octubre de 1943. De hecho, hasta ese momento se le habían negado escrupulosamente al público británico las noticias sobre la hambruna. Se trataba de algo de una importancia radical, porque, a pesar de que la India tenía un Gobierno imperial autárquico, la gobernabilidad estaba controlada por la funcional democracia británica. De esa contradicción se hablaba con especial interés en Santiniketan y también en Daca. Aquellos de entre mis familiares que eran miembros, o se sentían cercanos, al Partido Comunista se burlaban de la idea de confiar en una impotente «democracia burguesa», y su anticolonialismo se confundía aún más debido a la cooperación de los soviéticos con los británicos en la guerra (después del cambio de posicionamiento de Stalin en junio de 1941). Otros, como los seguidores de Gandhi, los socialistas del Congreso, los seguidores de Subhas Chandra Bose, atribuyeron la inacción del Parlamento británico a una elección política más que a cualquier incapacidad innata a la hora de responder a una catástrofe de la escala de la hambruna de Bengala. Aquellas discusiones me parecían muy interesantes, pero también muy difíciles de ordenar. Cuarenta años más tarde recordé lo embelesado que me quedaba, sentado en una esquina del salón, intentando decidirme entre cuál de mis tíos o de mis tías había «ganado» el debate.

El hecho es que, a pesar de que los bengalíes se vieron devastados por una hambruna de unas dimensiones que no se veían desde el siglo XVIII (a principios del dominio británico de Bengala), ni el Parlamento de Westminster ni los siempre activos periódicos británicos le dedicaron el tiempo o la atención necesarias. De hecho, el público británico permaneció sorprendentemente desinformado. Los periódicos bengalíes de mayor tirada, como ya he dicho, fueron censurados (para evitar los dañinos rumores mientras se combatía en la guerra mundial) y el gran periódico británico de Calcuta, The Statesman, que estaba en manos de británicos y editado por un leal inglés, Ian Stephens, eligió voluntariamente no hablar de la hambruna en aras de la solidaridad con respecto a los esfuerzos que entrañaba la guerra; tan solo publicó algunas fotografías de gente hambrienta, sin comentario o explicación alguna.

«Como la mayoría de las hambrunas, la de Bengala de 1943 fue una calamidad centrada en un problema de clase social»

El vacío de información acabó cuando Ian Stephens se sublevó en 1943. Hasta entonces, la censura impuesta por el Raj, combinada con el silencio de The Statesman, evitó un debate a gran escala sobre el hambre y la hambruna en Bengala. Todos los miembros de mi extensa familia, a pesar de sus diferencias políticas (había nacionalistas, socialistas, comunistas y demócratas liberales), sentían una misma rabia sobre la falta de noticias y de análisis con respecto a lo que estaba ocurriendo.

Mientras los esfuerzos debidos a la guerra prosiguieron y se intensificaron, el precio de los alimentos subió cada vez más rápido en 1943, debido no solo al incremento de la actividad económica y al aumento creciente de las demandas del mercado, sino también al pánico y a la manipulación especulativa de dicho mercado. El precio del arroz ascendió con rapidez hasta que en el mes de agosto (como ya comenté anteriormente) llegó a ser cinco veces superior al que era a principios de 1942. En aquel entonces, como es lógico, no conocía estas cifras, tampoco Prabashi, Desh y otras publicaciones bengalíes hacían hincapié en ellas. Lo que sí hicieron fue dedicar un enorme esfuerzo a centrar la atención de sus lectores en hechos generales sobre las causas y consecuencias del aumento de los precios y de su impacto en la hambruna generalizada, así como en criticar la inacción del Raj a la hora de gestionar las privaciones generadas por las consecuencias no referidas de la guerra.

Como la mayoría de las hambrunas, la de Bengala de 1943 fue una calamidad centrada en un problema de clase social. Nadie que proviniese de una familia con posibles, incluidos los miembros de mi extensa familia o de las familias de mis compañeros de escuela, tuvo dificultad para sobrevivir a una tragedia que se llevó miles de vidas por delante. Obviamente, todo el mundo se quejaba de la subida de los precios de los alimentos, pero aquellos que disponían de algo de dinero no se vieron empujados a los límites del hambre.


Este es un fragmento de ‘Un hogar en el mundo: memorias’ (Taurus), por Amartya Sen.

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