Tecnología y educación poscovid, ¿’Deus ex Machina’ o una cuestión política?
Las respuestas, como ocurre con las soluciones dadas a la pandemia de la covid-19, pueden parecer un acto casi mágico. Nada más lejos de la realidad: responden, como en todas las ocasiones, al fruto de los esfuerzos colectivos.
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Jasón está en la puerta de la casa de Medea: ha venido a matarla, quiere vengar la muerte de sus hijos. Medea no tiene escapatoria, ¿dónde irá? En ese preciso momento de tensión entra en escena, mediante artilugios mecánicos, el carro de Helios, el dios sol y abuelo de Medea, llevándola por los aires y salvando su vida. Aristóteles utiliza esta obra de Eurípides para criticar el abuso del recurso del Deus ex Machina: el dios que baja de la máquina al rescate en el último momento y en el último suspiro.
Esta figura narrativa, que estamos acostumbrados a ver en libros, obras y películas, describe –de un modo poético– el anhelo humano de encontrar una salvación de último momento, una intervención desde ‘fuera’ que resuelve el devenir y cambia el curso de la historia.
La magia reside en trabajar colectivamente para resolver un problema común, mientras que los errores se cometieron cuando este enfoque no se puso en práctica
Vivimos ciertamente en un mundo complejo, pero complejidad es diferente a complicación. Algo complicado refiere a una circunstancia donde muchas piezas interactúan entre sí de manera predecible. La complejidad añade a este proceso un factor de impredecibilidad. Las piezas no interactúan entre sí por defecto, sino libradas a su albedrío. La complejidad nos lleva a la incertidumbre, es decir, a la imposibilidad de calcular los riesgos de determinadas decisiones, y ciertamente la incertidumbre es un campo fértil para traer al escenario al Deus ex Machina que en el último momento nos salvará de la muerte y del caos.
Sin embargo, la realidad nos ha mostrado otra faceta. La salida de la covid-19, por ejemplo, ha sido construida por mucha gente que ha trabajado duro, desde científicos a políticos, pasando por enfermeros y fabricantes de insumos médicos. La magia reside en trabajar colectivamente para resolver un problema común. Los errores se cometieron cuando este enfoque no se puso en práctica.
En Iberoamérica, si nos vamos al campo de la educación, la pandemia ha tenido cuatro efectos claros: expuso las debilidades e injusticias de nuestros sistemas educativos; permitió desplegar abordajes no tradicionales e innovadores con el fin de dar continuidad al proceso educativo; evidenció el rol central y necesario del Estado y, finalmente, contribuyó a situar a la educación en el centro del debate público, restituyendo el valor de la escuela y de los maestros, sea por su presencia o por las carencias causadas por su ausencia.
En un contexto de desigualdad social, la covid-19 revivió en la agenda regional la preocupación por las iniciativas educativas mediadas por tecnologías
Estos cuatro factores combinados presentan un interesante potencial de cambio en los sistemas educativos de un mundo en transición, aunque también nos pueden tentar a esperar al carro de Helios, al Deus ex Machina; es decir, a aquellos modelos exitosos de Finlandia o Corea, a las maravillas de la inteligencia artificial o la potencia del home schooling que resolverán –en un momento– las insuficiencias y dificultades que se arrastran desde hace décadas.
La covid-19 obligó a transitar la suspensión total o parcial de la actividad escolar. En contextos de desigualdad social, amplitud geográfica y dispersión poblacional, esta situación revivió en la agenda regional la preocupación por las iniciativas de educación mediadas por tecnologías que ya transitaron por Iberoamérica a mediados de la década pasada. Programas como Conectar Igualdad en Argentina o el Plan Ceibal en Uruguay constituyeron ambiciosas propuestas en este sentido.
Este revival, no obstante, parece haberse orientado más hacia las condiciones de conectividad que hacia la dotación de dispositivos tecnológicos a docentes y alumnos. La extendida capacidad de smartphones puso de relieve la necesidad de hacer accesible a toda la población la conexión a internet más que a la distribución masiva de hardware.
Cabe aclarar que ampliar la conectividad no supone –ni supondrá– la inclusión educativa inmediata de poblaciones de nuestra región que, por diversas circunstancias sociales, económicas o geográficas, no solo no disponen de smartphones ni de internet, sino tampoco de acceso a servicios básicos o incluso a energía eléctrica. Ello demanda soluciones y esfuerzos más amplios.
La conectividad no supone –ni supondrá– la inclusión educativa inmediata de poblaciones de nuestra región que no disponen de ‘smartphones’ ni de internet
La reciente publicación de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), La educación del mañana. ¿inercia o transformación?, señala que vamos camino a «una educación expresada en variadas modalidades, manifestaciones o vertientes sobre las cuales conviene pensar desde una perspectiva conceptual lo más amplia posible con el fin de contribuir de una manera constructiva a la toma de decisiones de los líderes políticos y responsables educativos en Iberoamérica».
Esta invitación a pensar desde una perspectiva conceptual lo más amplia posible es también una invitación a mirar aquello que las tecnologías no ofrecen, aquello que no nos pueden dar. Una invitación a mirar a esos iberoamericanos que no solo están lejos de los recursos digitales, sino también de los analógicos, buscando de este modo la solución más adecuada para cada caso.
De este modo, el enfoque abordado respecto al uso de tecnologías en los procesos educativos tendrá más que ver con la valoración de experiencias y prácticas concretas, su evaluación y análisis, su adecuación a la realidad nacional o local y la factibilidad de su implementación en cada contexto. Todo ello con el impulso a la cooperación entre los países iberoamericanos y con los incentivos necesarios para que la academia pueda dar cuenta a través de la investigación de las iniciativas con potencial de cambio. Por ello, no es momento de polarizar: ni tecnofóbicos ni tecnofílicos.
Estos tiempos en que vivimos nos demandan la habilidad para calibrar el balance de lo urgente y lo importante, de lo necesario y lo contingente. Así, desde la OEI entendemos que la solución no será por vía de un Deus ex Machina, sino fruto del esfuerzo colectivo para resolver un problema común.
Volvamos a Grecia. Aristóteles decía que el hombre es un zoon politikon, un ser cuya característica distintiva es la capacidad en tanto individuo de actuar colectivamente, de pertenecer a una comunidad e intervenir de manera activa en sus asuntos; esta es la Politiká. Por tanto, como Aristóteles, desconfiemos del Deus ex Machina y, a través de la Politiká, superemos con grandeza las diferencias abordando con generosidad esta gran tarea colectiva de hacer realidad el derecho a una educación de calidad para todos los niños y jóvenes de Iberoamérica.
Luis Scasso es director de la Organización de Estados Iberoamericanos en Argentina.
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