Educación

Lo que nos enseña la ‘rara avis’ de la educación finlandesa

La educación en los países nórdicos se alza hoy como un modelo ejemplar para el continente europeo. España también fue hogar, desde el siglo XIX, de uno de los sistemas educativos más avanzados de la historia. Pero ¿qué ocurre hoy?

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15
septiembre
2021

Hoy en día miramos a Finlandia como el faro de la educación europea: un sistema educativo vertebrado por un Estado que no duda en valorar la inversión en la enseñanza como algo fundamental. Mediante un sistema flexible que impulsa la lectura, el aprendizaje en pequeños grupos y la realización de actividades extraescolares en lugar de deberes en casa, el modelo del país nórdico ha logrado situarse entre los mejores sistemas occidentales según el Informe PISA; una forma de educar que, aunque diseñada en 1968, apenas ha sufrido variaciones significativas desde entonces.

Sin embargo, sus principios no son exclusivos –ni todos ellos novedosos– desde un punto de vista histórico. Siguiendo los fundamentos filosóficos del pensador panteísta Karl Christian Friedrich Krause, que desde la década de 1850 arraigaron entre los intelectuales liberales españoles que buscaban regenerar el país, en 1876 se creó la Institución Libre de Enseñanza de la mano de catedráticos como Francisco Giner de los Ríos o el que sería presidente de la Primera República Española, Nicolás Salmerón. Más de un siglo después, la esencia de este proyecto pedagógico, revolucionario para la época y para el país, continúa en vigor.

La Institución Libre de Enseñanza, un ‘rara avis’

Fue en el siglo XIX cuando Europa rescató el intelecto. La herencia de la Ilustración había triunfado de la mano de la Revolución Francesa a finales del siglo anterior, y las contundentes reformas en derechos civiles, así como la organización del primigenio Estado burgués y la apuesta por la filosofía y la ciencia, tumbaron el viejo orden estamental, creando uno nuevo que contaría con una mayor transversalidad en el reparto de los privilegios sociales. Es con este avance de la ciencia y la filosofía como nacen los proyectos educativos impulsados desde el Estado, los cuales empezarían a materializarse en España a partir de los últimos cincuenta años de aquel siglo.

La Institución Libre de Enseñanza nació como respuesta a las necesidades de la nueva sociedad industrial

La Institución Libre de Enseñanza nació, por tanto, como respuesta a una educación que se consideraba atrasada, que no parecía responder a las necesidades de la nueva sociedad industrial. El krausismo español, cultivado décadas antes, abogaba por romper con la imposición de dogmas religiosos y culturales establecidos desde el poder político para dotar al alumno de una enseñanza vinculada a la naturaleza, la experimentación y la relación de conceptos, fomentando así su pensamiento (y no una acumulación de discursos que deban aprenderse de memoria).

Muy pronto, el singular proyecto comenzó a acumular apoyos entre los principales intelectuales occidentales. Tal como atestigua el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, científicos de la talla de Charles Darwin y Santiago Ramón y Cajal, así como los filósofos Bertrand Russell y León Tolstói –e incluso escritores de la talla de H.G. Wells–, colaboraron activamente con ella. Pronto comenzaron a integrarse los primeros profesores formados en el organismo, constituyendo institutos como la Residencia de Estudiantes; el objetivo era certero: instruir las generaciones que habrían de transformar la España del futuro.

A pesar de la obvia distancia entre ambas épocas, el planteamiento de la Institución Libre de Enseñanza y el vigente modelo de educación finlandés, en la práctica, poseen formas de proceder equivalentes. Ambas, por ejemplo, se orientan en torno a la libertad docente, lo que en Finlandia permite que el profesorado de cada centro sea elegido con ciertas libertades por la dirección del mismo en función de su plan educativo. También parece adecuado destacar que ambos sistemas antepongan la necesidad de una educación lo más adaptada posible a las necesidades específicas del individuo, esquivando con ello las elevadas ratios por aula. Además, en el proyecto de la Institución de Libre Enseñanza, el desarrollo del carácter intrínseco humano era el genuino objetivo, siguiendo de esta manera un planteamiento estoico que también se halla muy presente en la educación finlandesa.

Por último, otro factor de indiscutible éxito de ambos modelos es la sustitución de la tarea repetitiva –y la memorística– mediante el estímulo a la reflexión y la asociación de ideas a través de distintas actividades: visitas a museos, salidas a la naturaleza y la exposición del alumno a conocimientos que desafíen su intelecto, permitiendo el desarrollo de su sensibilidad en campos absolutamente dispares. El estallido de la Guerra Civil y la derrota del bando republicano en 1939, no obstante, pondría fin a una institución que logró asombrar a toda Europa.

A vueltas con el futuro de la educación

Actualmente, aún continúan los desafíos sobre cómo plantear la educación en todos los niveles formativos. Mientras hay quienes abogan por un modelo unificado para toda la Unión Europea, otros defienden la libertad de sistemas distintos para cada país, atendiendo de esta manera a sus características y necesidades específicas con una mayor intensidad. En cualquier caso, la implementación de programas como el Erasmus en la década de 1980 han permitido –y, en cierto modo, satisfecho– el deseo de internacionalización de los estudiantes. Aún así, otros programas como el Plan Bolonia, que regula la actual Educación Superior en nuestro continente, no está libre de feroces críticas por el encarecimiento de las titulaciones y una acusada falta de competitividad de los egresados en el acceso a un mercado laboral que sigue siendo demasiado esquemático en comparación con el renovado modelo universitario.

Un factor de indiscutible éxito de ambos modelos es la sustitución de la tarea memorística mediante el estímulo a la reflexión

En la formación previa a la universitaria, cada Estado miembro de la Unión Europea aplica su propio criterio. En el caso español, los principales problemas en los que coinciden los especialistas son el insuficiente compromiso público en materia educativa, así como un modelo demasiado dependiente del contexto político que viva el país, causas que pueden estar detrás de la elevada tasa de fracaso escolar. Pese a ello, hay factores que no cambian con el paso de las décadas: la memoria como principal recurso del estudiantado y el fomento de exámenes que condicionan continuamente el futuro de los alumnos. ¿Deben los países apostar por formar intelectuales –aunque apenas un puñado de mujeres y hombres puedan desarrollarse como tales– o por una educación a medida de la demanda de empleo? La cuestión, hoy, sigue abierta.

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