Cultura

¿Ha superado la cultura urbana (del todo) la homofobia?

El género urbano, donde encajan el trap o el reguetón, cuenta con millones de oyentes alrededor de todo el planeta. Su música, sin embargo, queda empañada en ocasiones por letras plagadas de agresividad y discriminación. ¿Reproducen estos géneros algunos de los estereotipos más graves?

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20
octubre
2021
Lil Nas X en su vídeo ‘Industry Baby’. Fuente: Youtube

El cantante Lil Nas X acudió a recoger sus dos primeros Grammy en enero de 2020 con un traje tachonado de cuero rosa, una malla y unas cintas lisas alrededor del cuerpo que le hacían, al menos aparentemente, aficionado al sadomasoquismo. Su presencia no pasó desapercibida aunque el traje, ya entonces, parecía ir algo más allá de lo trivial: el sombrero Stetson –también de un brillante color rosa– ofrecía la sospecha de que su aspecto era una inversión de la tradicional masculinidad presente en el género country. Lil Nas X, al fin y al cabo, no solo es uno de los pocos artistas que ha conseguido mezclar con eficacia comercial el country y el hip hop –estilos que uno imaginaría contrapuestos– sino que también es uno (de los pocos) que se ha declarado abiertamente homosexual dentro de estos géneros.

Y es que, lejos de lo que pudiera parecer, las dificultades para expresarse abiertamente y derribar estereotipos todavía existen dentro de la industria musical y no solo se atañen géneros de tinte tradicional como lo es el country. También la música urbana, contemporánea y pareja a las evoluciones más recientes, mantiene aún de forma habitual una esencia contraria a cualquier sexualidad ajena a la norma: su universo es aquel más cercano al de la violencia y los márgenes sociales. «Lo urbano se asocia a las clases más marginadas de la sociedad y nace en el contexto estadounidense, donde los vectores raciales cobran mucha importancia. Por ello, la cultura urbana está conectada con la cultura afroestadounidense, donde, según autores como Lamontagne, la hipermasculinidad y la violencia son estrategias para para reclamar un sentido de poder negociando la opresión sistémica», explica Marina Arias Salvado, investigadora de musicología en la Universidad Complutense de Madrid.

Anuel AA, cantante de reguetón con 26 millones de oyentes mensuales, utiliza recurrentemente la palabra ‘maricón’ como insulto

En esta categoría de cultura urbana se incluyen múltiples géneros y tendencias que van desde el trap hasta el reguetón. «Un ejemplo de la agresividad aplicada a la música sería el gangsta rap que, en muchos casos, se produce en ambientes marcados por la violencia y el falso discurso neoliberal de ‘lograrlo solo desde abajo’. También podría mencionarse el dancehall jamaicano, donde las actitudes homófobas se convierten en una forma de responder el colonialismo occidental en la isla y reivindicar, así, unos valores nacionales», añade la investigadora.

Ideas que, impregnadas en lo hondo de estos géneros, dejan manchas indelebles. Un ejemplo evidente es el de Anuel AA, músico de reguetón –con más de 26 millones de oyentes mensuales en Spotify– que no duda de burlarse de otros utilizando la palabra «maricones». El artista puertorriqueño llegó incluso a despreciar a las personas con VIH, algo que le costó una denuncia por parte de la modelo a la que aludía la canción en concreto y la más absoluta de las repulsas públicas. No obstante, su ejemplo no es el único: el ataque de Don Omar –uno de los ‘reguetoneros’ más celebrados– hacia Ozuna a causa de la supuesta homosexualidad del segundo tan solo fue hace dos años. Otros adolecen de una gravedad que parece imposible en el escenario actual y, aún así, existe: Kevin Fret, uno de los primeros traperos latinoamericanos abiertamente homosexual, sufrió múltiples agresiones a causa de su orientación sexual y –según se sospecha– la muerte.

¿Desaparecerá la homofobia?

Los países latinoamericanos todavía se hallan parcialmente cerrados a la aceptación de las diferentes sexualidades. Según datos del America’s Barometer, solo ocho países –de un total de 27– aprobarían que una persona homosexual tuviera derecho a presentarse a unas elecciones. ¿Cabe opción al optimismo? Como todos los géneros musicales, imbricados en sus pulsiones culturales originales, estos son susceptibles a las nuevas tendencias ideológicas y sociales. «La cuarta ola del feminismo ha afectado en gran medida a estos contextos y, socialmente, muchos grupos reclaman una mayor representación de orientaciones sexuales marginadas, así como una mayor igualdad de oportunidades y el rechazo de una opresión sistémica», afirma Arias Salvado.

Arias Salvado: «La cultura urbana recurre a la hipermasculinidad y la violencia para reclamar un sentido de poder frente a la opresión»

La mayor parte de los artistas urbanos cuentan con una exposición y una audiencia global que los hace tremendamente relevantes en este tipo de impactos. Especialmente revelador resultó el artista norteamericano Frank Ocean, que declaró su homosexualidad en 2012, cuando la intolerancia era mayor. Como señalaba ya entonces la cadena de televisión CNN, «esta revelación es importante, dado que en el mundo del hip hop no se conocían artistas masculinos que admitieran otra cosa que no fuera una estricta heterosexualidad». Según defiende Arias Salvado, «cualquier identidad marginal tiene un carácter subversivo cuando es performada a través de la música u otras prácticas culturales».

Y detalla: «Dentro del contexto latinoamericano tendríamos el caso del proyecto de reguetón lésbico Chocolate Remix, con una actitud abiertamente reivindicativa que queda absolutamente clara en la contestación de la homofobia que supone Bien Bow». En ocasiones, de hecho, la reivindicación tiene lugar a través de la figura misma, como es el caso del cantante Bad Bunny en The Tonight Show cuando condenó el asesinato de Alexa, una mujer trans, poniendo el foco sobre un colectivo tan profundamente discriminado.

La homofobia, no obstante, va más allá de la ruptura pública de estereotipos. Además de construirlas, ¿acaso no refleja la música las raíces que, como las de un árbol, aún se hunden robustas en las pulsiones culturales de las sociedades?

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