El problema de la sostenibilidad en la industria de la moda
Las multinacionales de moda han llenado sus catálogos con colecciones compuestas por materiales respetuosos con el medio ambiente, además de llevar a cabo cientos de acciones ‘en pos de’ de la sostenibilidad. Sin embargo, una gran parte continúa produciendo en masa a bajo coste y sin respetar las colecciones laborales.
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En 1987, la Organización de Naciones Unidas definió la sostenibilidad como «la forma de satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades». Desde entonces, se ha afinado aún más su significado. Un buen ejemplo es el de la Universidad de California, que considera que para ser sostenibles y crear comunidades prósperas y saludables es necesario integrar la salud ambiental, la equidad social y la vitalidad económica. Esta es, en definitiva, la clave a tener en mente a la hora de consumir cualquier producto, incluida la moda.
En un momento en el que la conciencia social sobre el medio ambiente asciende, decenas de grandes compañías de ropa se suman a lo verde, a lo sostenible. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿realmente estamos ante un cambio de modelo, o es una estrategia más de marketing para seguir produciendo a esos ritmos descontrolados? ¿Es posible a estas alturas producir ropa de forma sostenible?
Según los últimos informes de Global Fashion Agenda, no se prevén cambios en la tendencia. A pesar de la mayor concienciación por el medio ambiente, la industria de la moda no ha parado de crecer en los últimos años, y esta evolución no se ha caracterizado por el cuidado del planeta. «Si continuamos en nuestro camino actual, perderemos nuestros objetivos de reducción de emisiones para 2030 en un 50%, lo que provocará un calentamiento global acelerado. Desde el aumento del nivel del mar hasta lluvias extremas y olas de calor más poderosas, las consecuencias del cambio climático ya no pueden ser ignoradas, ni por la sociedad ni por la industria de la moda, que verá muchos impactos en sus operaciones en los próximos años», advierte esta organización.
La única respuesta es transformar el modelo. Sin embargo, muchas de las marcas con las que trabaja Global Fashion Agenda forman parte de lo que se denomina como fast fashion, un término con el que se describe un modelo de negocio basado en replicar los diseños de las grandes firmas y producirlos en masa a bajo coste. Algo que, en esencia, se aleja por completo de la sostenibilidad.
Seguir a este ritmo no es sostenible
En la industria de la moda, numerosas compañías llenan sus catálogos cada semana de líneas aparentemente ecológicas gracias a la procedencia de los materiales que utilizan. Aunque esto puede representar un primer paso de cara a alcanzar la sostenibilidad en el sector, en realidad gran parte de esas marcas continúan produciendo en masa y, en numerosas ocasiones, sin respetar los derechos de sus trabajadores. «Existe una gran brecha entre la realidad productiva y lo que nos están intentando vender», aclara Brenda Chávez, autora de Al borde de un ataque de compras, un libro en el que aporta claves para comprar de forma más consciente. Y es que, si la sostenibilidad se erige sobre tres pilares (el ambiental, el social y el económico), poco soporte tiene cuando dos de ellos no parecen existir.
Identificar esto es el primer paso a la hora de adquirir ropa (y cualquier otro producto) de forma más sostenible. Para ello es importante que nos preguntemos: ¿De dónde proviene esta prenda? ¿Cómo se fabrica? ¿En qué condiciones? ¿Con qué materiales? Lo siguiente, indica la autora, es evitar las grandes multinacionales y apostar por lo local, que reduce la contaminación por emisiones en los traslados. «Hay que ir a los pequeños y medianos comercios», aconseja la autora. Y, sobre todo, cambiar de mentalidad: no necesitamos tanta ropa. Y en caso de querer (o necesitar), lo más sostenible es recurrir a la segunda mano. A fin de cuentas, de nada vale vestir con el algodón más ecológico cuando, como concluye la autora, «estamos consumiendo más de una tierra y media, que serán dos para 2030, y tres para 2050».
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