Siglo XXI
Por qué no superamos el eje izquierda-derecha
La división entre ambas ideologías se presenta para muchos como un esquema inútil en el panorama político actual: según Metroscopia, el 44% de los españoles cree que las etiquetas ‘izquierda’ y ‘derecha’ ya no son válidas.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2021
Artículo
Como un prisma, nuestras tendencias políticas son capaces de deformar la realidad en distintos sentidos. De manera tradicional, la división de la política se ha dado en dos mitades contrapuestas, en una izquierda y una derecha, una brecha que parece inamovible, inherente a los propios sistemas políticos europeos y sobre la que, sin embargo, hay quien pide su final con convencimiento. «Izquierda y derecha son dos categorías que históricamente han formado un continuo que ha servido de orientación. Hoy se vuelve necesario comprobar la vigencia del sentido de tal división», sostenía el Centro de lnvestigaciones Sociológicas (CIS) en 2011, en el mismo mes en que surgía un movimiento que se declaraba trascendental: el 15-M.
La división entre la izquierda y la derecha política se remonta originalmente a la propia Revolución Francesa de 1789, durante el debate de la Asamblea Constituyente sobre los poderes que se deberían conceder al rey en la nueva constitución. En ella, los realistas, partidarios de preservar los tradicionales poderes de veto de la Corona, se sentaron a la derecha de la presidencia de la cámara; los partidarios de eliminar por completo esos derechos, sin embargo, se situaron a la izquierda. Una división que, en términos más sencillos, separaba a aquellos más proclives al cambio de los que, por el contrario, eran más reacios. Esta brecha sigue caracterizando el juego político actual en términos similares.
«Lo que caracteriza a la izquierda o a la derecha no es tanto la identificación con una idea fija, sino el hecho de compartir unas determinadas actitudes. En el caso de la izquierda, se trata de unas más favorables al avance de la sociedad, la innovación en el plano de las ideas y usos sociales, y el propio cambio de estructuras. En el caso de la derecha, por otra parte, nos encontraríamos unas actitudes más favorables a la conservación de lo legado por el pasado, del orden y las jerarquías sociales, así como de la unidad moral y ortodoxia», explica Álvaro Ferrary, profesor de historia contemporánea en la Universidad de Navarra.
En los 70, Ronald Inglehart ya sostenía que la división izquierda-derecha no reflejaría con validez las cuestiones del futuro
Las nociones más básicas de esta partición –a veces defendida como una división maniquea– siguen presentes desde su concepción, como indica un informe elaborado por el CIS hace una década: «A la derecha se le atribuyen valores tradicionales y conservadores en relación a la familia y a la iglesia». Según el mismo informe, también era considerada más «retrógrada y conservadora» que la izquierda en temas como la sexualidad. Igualmente, izquierda y derecha se enfrentarían en posiciones relativas al feminismo, donde la percepción apunta a que «la derecha no se cuestiona el patriarcado y sus consecuencias», mientras que la izquierda sí lo haría, «a la vez que concede mayor importancia a la defensa de la igualdad entre mujeres y hombres». No obstante, según sugería entonces el CIS, «la suplantación del eje izquierda-derecha por el eje conservadurismo-progresismo constituye una práctica generalizada en sociedades como la española».
No es la primera vez que se plantea la supervivencia de este eje. Ya en la década de los setenta, el politólogo norteamericano Ronald Inglehart sostenía que la división no era válida y que no reflejaría adecuadamente las cuestiones del futuro. «La primera vez que hay un interés de no hablar sobre este eje de izquierda y derecha es en la revolución neoliberal de la década de 1970. Es una idea tecnocrática que se vende de una forma no ideológica pero que, en el fondo, lo es: aquello de que no necesitamos ideologías, sino buenos gestores», apunta Toni Rodon, profesor del departamento de ciencias políticas en la Universitat Pompeu Fabra. «Esto pasa se debe, principalmente, al movimiento conservador en varios países, sobre todo los anglosajones, que ofrece una alternativa al modelo ideológico existente –la izquierda–, que no había gobernado siempre pero, hasta entonces, había dirigido el plano de las ideas desde la Segunda Guerra Mundial».
Según Metroscopia, el 44% de los españoles cree que las etiquetas de izquierda y derecha ya no son válidas
Según los datos recogidos por Metroscopia en 2017, para el 44% de los encuestados estas etiquetas de izquierda y derecha ya no son válidas, una opinión que se ha visto incrementada en un 8% respecto al estudio realizado en 2015. El debate sigue moviéndose en esta dirección, tal como explica el politólogo, pero con un efecto paradójico: mientras parece haber más gente rechazando estas etiquetas, el eje izquierda-derecha sigue siendo tan válido como siempre por dos factores fundamentales.
«En primer lugar, en las encuestas aparece un porcentaje tan alto de gente porque este es un discurso que ha entrado en una parte del mundo político, especialmente desde la derecha. Se trata la idea de que la división ideológica entre izquierda y derecha ya no tiene sentido, y que lo que hoy es válido son ideas como la gestión, la competencia… lo que es asumido por parte del electorado», subraya Rodon. «El segundo factor es que estas etiquetas, a lo largo del tiempo, han variado en cuanto al contenido e incluso el sentido. Lo cierto, sin embargo, es que todos los nuevos temas se acaban correlacionando de forma muy elevada con el eje izquierda-derecha».
Más allá de dar por muerta la división, lo que revelan estas cifras es un hartazgo político. «Una de las razones por las que surgieron los nuevos populismos es porque había gente que no sentía representada ni por la izquierda, ni por la derecha, en los partidos tradicionales. Se sintieron abandonados e intentaron construir este discurso de que eran ellos la voz del pueblo», explica Rodon. Posteriormente, la mayoría de los distintos partidos populistas se han ido adhiriendo a un lado u otro del espectro, lo que les ha situado en el punto de partida: el eje de izquierda y derecha. Incluso los nuevos partidos como Podemos o Ciudadanos, que al principio eran capaces de arrastrar votos de todas partes del espectro, hoy se hallan definidos con una gran nitidez en uno u otro bando político. Basta observar la composición del Gobierno español y el bloque de la oposición para ver que el eje sigue vivo.
Ferrary: «Las actitudes que caracterizan a izquierda y derecha se hacen más o menos líquidas según los contextos políticos»
La prevalencia del ‘izquierda-derecha’ en España enraíza en su historia, principalmente en «el bipartidismo que hemos tenido durante años, que ha solidificado las diferencias de izquierdas y de derechas», como señala Rodon. Junto a factores como el salto de una economía industrial a otra post-industrial, el bipartidismo habría remarcado unas categorías que sirven como una clasificación elemental de la política. Esta crisis del eje responde, en parte, a un intento de ruptura del establishment por parte de nuevos partidos, pero también es una consecuencia del momento.
Como apunta Ferrary, «las actitudes que caracterizan a la derecha y a la izquierda se hacen más o menos líquidas según los contextos políticos». A veces, como respuesta a formas de esconder la ideología propia. La clasificación no parece que vaya a desaparecer pronto: sigue siendo una visión básica con la que identificar las ideas colectivas e individuales.
COMENTARIOS