Cambio Climático

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Sanar la Tierra para salvar el futuro

Fernando Valladares, profesor de investigación en el CSIC, Yve Ramírez, fundadora del portal La Ecocosmopolita y Teresa Gil, responsable del programa de agua de WWF, dialogan sobre el poder que tenemos como ciudadanos para mejorar la salud del planeta frente a la degradación medioambiental.

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Las imágenes de fenómenos naturales extraordinarios, cada vez más comunes, hacen ahora palpables las consecuencias del cambio climático y la degradación del medio ambiente, pues éstas se cristalizan hoy en inundaciones, sequías o incendios extremos. El bienestar de nuestras sociedades actuales y futuras depende estrechamente de la frágil salud de los ecosistemas naturales y el cuidado del bien más preciado para la vida: el agua. Fernando Valladares, ecólogo y profesor de investigación en el CSIC y divulgador en medios de comunicación; Yve Ramírez, divulgadora ambiental, activista y fundadora del portal La Ecocosmopolita y Teresa Gil, bióloga y responsable del programa de agua de WWF, dialogan en el espacio editorial Demos Vida a Un Hábitat Mejor de Leroy Merlin sobre por qué la salud del planeta, además del imprescindible compromiso de empresas y gobiernos, también dependerá de la conciencia y las pequeñas acciones individuales.

Un planeta enfermo

En un escenario de consumo global acelerado y con una población cada vez más alejada de los entornos naturales y agrupada en crecientes ciudades, cabe pararse a pensar en cómo los ciudadanos, a nivel colectivo e individual, influimos en la salud de nuestro entorno. Para Fernando Valladares, ecólogo y profesor de investigación en el CSIC, así como divulgador en medios de comunicación, el camino hacia el cambio comienza por repensar nuestro lugar en el tablero ecológico. «Hay estudios que muestran que el estado psicológico y físico de las personas está muy determinado por condiciones de nuestro entorno más inmediato, de la atmósfera, el agua que bebemos y la biodiversidad de los ecosistemas que nos rodean. Las conexiones son tan estrechas que recuperar nuestros ecosistemas se considera un servicio de salud pública. Esta restauración ecológica permite disminuir las enfermedades infecciosas que pasan de los animales al ser humano, como la covid-19», señala.

Valladares: «Hay estudios que apuntan que tener un área verde a 500 metros de tu vivienda te alarga hasta cuatro años la vida»

Para hacer del planeta un lugar sano para nuestra convivencia tenemos que repensar qué lugar ocupan los espacios naturales dentro de las ciudades y cuál es nuestra relación con esas zonas verdes. Esto, para el ecólogo, es fundamental: «Tener espacios verdes en las ciudades, y cuanto más verdes mejor, es muy importante. La gente piensa que la naturaleza hay que ir a verla al mar o donde queden grandes ecosistemas vírgenes, pero la naturaleza más importante para el ser humano está en parque y jardines que rodean las ciudades. Hay estudios que apuntan que tener un área verde a 500 metros de tu vivienda te alarga hasta cuatro años la vida».

Tal como explica Valladares, es importante que sepamos que, aunque no lo percibamos inmediatamente, el cambio climático nos está afectando. «Lo que ocurre en el bosque del Amazonas parece que se queda allí, pero sabemos que en pocas semanas los balances de agua y el clima de la Tierra se ven afectados a nivel global. O los grandes incendios, como el caso de California y Australia, cuyas cenizas han dado la vuelta al planeta y las hemos respirado en una semana. El cambio climático ha acentuado todos estos fenómenos». Estos efectos han derivado de la acción humana en su conjunto. Por lo que, para tratar de revertir las consecuencias de la crisis ambiental y recuperar la salud del planeta, todos los actores debemos remar en la misma dirección. Desde las empresas hasta la ciudadanía: con nuestras acciones y votos, tenemos la capacidad de impulsar un cambio en el sistema.

El poder individual en el necesario cambio global

Ramírez: «Cuando decido pagar por un producto, no solo invierto en ese producto concreto, sino en toda una estructura empresarial»

El cambio climático, además, si bien termina afectando a todos los seres del planeta, afecta de forma desigual a las sociedades. Yve Ramírez, divulgadora ambiental, activista y fundadora del portal La Ecocosmopolita, explica cómo hay ciudadanos más vulnerables que otros frente sus efectos. Por ejemplo, los trabajadores del campo en zonas del Delta del Ebro o el Mar Menor sufrirán las consecuencias ambientales de forma más drástica. Una desigualdad que se multiplica en la ciudad. «Hay casi 7 millones de personas en situación de pobreza energética que son mucho más vulnerables a los picos de temperaturas altas en sus hogares», destaca. En este escenario, la activista asegura que cada acción dedicada al consumo cuenta. «Cuando decido pagar por un producto, no solo invierto en ese producto concreto, sino en toda una estructura empresarial. Puedo decidir si quiero invertir en una gran empresa que representa un monopolio, con un modelo de explotación natural y laboral, o si decido contribuir con una pequeña empresa de impacto local que tal vez está dando trabajo a personas en riesgo de exclusión social y fomenta la producción ecológica». Sin embargo, hay que identificar metas realistas. Para Ramírez, la vida con impacto ambiental cero no existe. Pero no es ese el objetivo, sino concienciarnos, reducir nuestro consumo y consumir mejor. La activista apunta algunas pautas de consumo beneficiosas como reparar los productos, comprarlos de segunda mano, o apostar por el sello ecológico textil que, aunque sea más caro, garantiza un menor impacto medioambiental.

Reclamar la vuelta de ‘lo verde’ en las ciudades es apostar por la salud natural y por la nuestra. Más que un deber es una necesidad. «Crear esos pequeños espacios verdes, como huertos en las escuelas que reconectan a los niños con la naturaleza. Tenemos necesidad de ver verde, de ver vida. Para cuidar de algo, además, hay que conocerlo y quererlo, y crear espacios donde esto se fomente –como huertos urbanos o rincones verdes en las ciudades– es casi una forma de activismo entre tanto cemento», asegura Ramírez. Destaca la importancia de organizarse pero, sobre todo, de divulgar y multiplicar la acción individual hacia una acción conjunta. En definitiva: es un deber que tiene la sociedad con el medio ambiente. «Estamos en una situación muy aguda en muchos sentidos ambientales, y hay que buscar caminos para acelerar estos cambios. No podemos quedarnos de brazos cruzados porque es una responsabilidad colectiva», afirma Ramírez.

Cuidar el agua para recuperar la salud

Un reto que debemos superar inmersos en un proceso global que hará que recursos tan imprescindibles como agua potable, escaseen cada vez más. La ONU advierte: las temperaturas van a ser mayores y las precipitaciones irán disminuyendo. El agua está en peligro, y así lo asegura Teresa Gil, bióloga y responsable del programa de agua de WWF: «Los ecosistemas de agua dulce ocupan menos del 1% de la superficie terrestre y se están degradando al triple de velocidad que los bosques». Hay que recuperar los humedales, los ríos y los acuíferos, ya no solo por su diversidad sino porque nos van a proteger de eventos extremos futuros, como nevadas, sequías o inundaciones. ¿Y cómo trasladar estas acciones al entorno urbano? La bióloga apunta a la restauración de la naturaleza que siempre estuvo presente en las ciudades, algo que nos beneficiaría a nivel ecológico y emocional: «Se puede hacer una conciliación, restaurar los ríos que atraviesan las ciudades e intentar recuperarlos como se ha hecho con el río Manzanares de Madrid. Además, está comprobado a nivel científico que existe el síndrome de déficit de naturaleza, que nace de descuidar la necesidad de estar durante horas al aire libre. Por tanto, es importante que no haya que coger el coche y conducir 500 kilómetros para estar en un entorno natural».

Gil: «Los ecosistemas de agua dulce ocupan menos del 1% de la superficie terrestre y se están degradando al triple de velocidad que los bosques»

Gil asegura que el consumo es uno de los principales pilares del cambio climático. Hay que fomentar consumidores responsables y repensar qué lugar ocupa el agua en nuestras vidas, tomando como ejemplo el compromiso de los niños. Según la bióloga, ellos están «mucho más concienciados con el hecho de no comprar plástico o consumir productos de cercanía y más saludables». Los ciudadanos, además, necesitan exigir a los mercados más transparencia sobre la fabricación de sus productos y datos sobre el agua invisible, una cuestión sobre la que, según Gil, falta mucha información. «Hay mucha agua oculta, como la que se utiliza para fabricar una camiseta: 2.700 litros, una cantidad increíble. Hay que empoderar al consumidor para que exija a los mercados una actitud responsable y que no se quede en el greenwashing», explica.

La información, por tanto, es esencial. Pero también la concienciación. En medio del tablero, el propio ciudadano –también consumidor– puede exigir actitudes responsables y, al mismo tiempo, dar ejemplo. Tal como señala Gil, este es un buen momento para hacer esta reflexión en los cambios internos del consumo. «Además del consumidor responsable, es necesario hacer un ejercicio de decrecimiento, de no consumir o hacerlo menos, y de reciclar. Este año ha servido de experimento para redescubrir formar de reutilizar objetos y no tener tantas necesidades».


Puede acceder al vídeo con las principales conclusiones del diálogo publicado en el espacio Demos Vida a un Hábitat mejor en este enlace.

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