Transparencia
Las claves del capitalismo de stakeholder y el ‘compliance’
La integridad corporativa y los compromisos voluntarios a la hora de hacer negocios se posicionan como una de las palancas clave para ayudar a las organizaciones a poner en el centro a los grupos de interés.
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COLABORA2020
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El Foro Económico Mundial (WEF) sigue trabajando y se adelanta a lo que podría ser de obligado cumplimiento en un futuro próximo. A finales de septiembre publican un nuevo informe titulado Measuring Stakeholder Capitalism: Towards Common Metrics and Consistent Reporting of Sustainable Value Creation. En él, se incluyen nuevas métricas e informaciones a publicar de forma voluntaria por las organizaciones y que se organizan bajo cuatro pilares –gobernanza, planeta, personas, prosperidad– alineados con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y los principales dominios ambientales, sociales y de gobierno corporativo o ESG.
Bajo el pilar gobernanza y el tema comportamiento ético se encuadran métricas e informaciones a aportar relativas a controles anticorrupción (pública y privada) existentes en las organizaciones y mecanismos de asesoramiento ético y sistemas de reporte de conductas ilegales o no éticas que las organizaciones pongan a disposición de sus stakeholders. Tras una primera lectura del detalle de las métricas e informaciones que el informe exige –y salvo algunos conceptos que podrían resultar demasiado generales o ambiguos– no parece, a priori, algo extremadamente costoso o complicado de aportar. Sin embargo, sí requerirá contar con controles anticorrupción debidamente diseñados e implementados a medida de cada organización, así como con sistemas efectivos de reporte y dudas en materia de integridad y cumplimiento.
Además de lo anterior, aportar las informaciones que se indican exige que las organizaciones tomen iniciativas para tener y mantener una cultura corporativa de integridad y cumplimiento. Es decir, una cultura en la que se promueva no solo un comportamiento legal, sino un comportamiento ético a la hora de hacer negocios.
«Las empresas necesitan que se promueva un comportamiento ético»
Estos aspectos son, entre otros, componentes propios de un sistema de gestión de integridad y cumplimiento que toda organización debería implementar. Un sistema que, bien diseñado e implementado, ayudará a cumplir con estas exigencias y a ser parte del, cada día más demandado, capitalismo de stakeholder. Porque, como el propio informe indica, «las empresas que alinean sus objetivos con las metas a largo plazo de la sociedad, tal como se articulan en los ODS, son las que tienen más probabilidades de crear valor sostenible a largo plazo, al tiempo que impulsan resultados positivos para el negocio, la economía, la sociedad y el planeta».
Tras la Directiva (UE) 2019/1937 del Parlamento Europeo y del Consejo, del 23 de octubre de 2019 (whistleblowers), ya sabemos que, antes o después, vendrá una ley en España y que muchas compañías –entre otras, todas aquellas de más de 50 empleados– deberán contar con sistemas de reporte de conductas ilegales o indebidas que consten de unas determinadas características. Es importante entender que poner en marcha y gestionar adecuadamente estos sistemas de reporte y asesoramiento no solo beneficia a los distintos stakeholders que tienen acceso a ellos: el principal beneficiario es la propia organización, que contará con información de primera mano de lo que de verdad sucede en su casa y que le aportará otro tipo de beneficios, incluidos económicos. Es clave entender estos beneficios y promocionar su uso por parte de los distintos stakeholders. Es importante ser proactivos, no solo para poder estar entre las organizaciones que toman esta iniciativa mostrando liderazgo y convirtiéndose en referencia en su sector, sino también para modular, influir, tener práctica y experiencia en lo que puede venir de la mano del legislador.
«El ‘compliance’ debe trabajar en los compromisos voluntarios y éticos de la organización»
Un segundo informe de octubre publicado también por el conocido como Foro de Davos, bajo el marco de la agenda para la integridad de las empresas y titulado Ethics and Integrity Beyond Compliance sigue insistiendo en la necesidad de que las empresas se comprometan a promover y fortalecer una cultura de integridad a la hora de hacer negocios, y a hacerlo más allá del concepto restringido de compliance que algunos aún tienen.
La promoción de una cultura de integridad y cumplimiento vuelven a cobrar foco y son muchas las iniciativas que se pueden llevar a cabo desde una organización a este respecto. Un compliance efectivo debe trabajar en dos vertientes: la normativa –gestionando los riesgos de incumplimiento de leyes impuestas por los poderes públicos–, y la de los compromisos voluntarios y éticos –gestionando los riesgos de incumplimiento de los compromisos que la propia organización decide autoimponerse para cumplir con las exigencias y demandas de la propia sociedad y de otros stakeholders relevantes–.
Ambas vertientes son esenciales, pero enfocarse en la segunda es clave: incluso se convierte en el secreto para asegurar la primera. De nada sirve implementar controles de cumplimiento de leyes si no existe una verdadera cultura de integridad y cumplimiento. Sin este control de cultura, el resto termina fallando.
El compliance y sus sistemas de gestión deben ser holísticos y globales, en el sentido de ayudar a cumplir no solo con las obligaciones legales, sino tambén con todos los compromisos voluntarios que adquiere una organización. Y, por tanto, también con los compromisos que deciden en materia de responsabilidad social corporativa sus responsables en los departamentos de RSC, o con los relativos a empleados/colaboradores que deciden sus responsables en los departamentos de RRHH, o con compromisos de buen gobierno corporativo que fijen sus responsables en cada organización. La idea es ayudar a cumplir de una forma coherente, eficaz y completa.
Para ello, es esencial superar el concepto restringido e incompleto que muchos aún tienen del compliance, y además integrarlo como un potente facilitador de una gestión de stakeholders efectiva. No hay duda de que estas exigencias son el reflejo de las demandas de esta nueva sociedad y del resto de stakeholders que conviven en el universo de las organizaciones. No olvidemos que son ellos quienes se han convertido en los verdaderos árbitros del éxito o fracaso de las compañías. Hay que adaptarse para estar y seguir ahí. La actual situación que vivimos con la pandemia de la COVID-19, sus tremendos efectos en lo humano y en lo económico, no han hecho más que incrementar estas exigencias que, cada vez más, demandan un business más humano, justo e integrador.
Patricia Carretero es senior advisor en Integridad y Compliance Corporativos de LLYC.
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