Opinión

El plan de recuperación europeo, una oportunidad real para la industria española

El presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, defiende el impulso de una nueva revolución industrial cuyo centro de gravedad sean las energías limpias y la descarbonización de la economía. «Por primera vez desde hace siglos, podemos decir que España está en la mejor posición para llevar a cabo esta transformación», advierte.

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07
octubre
2020

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Las instituciones comunitarias ya han publicado los principales aspectos del plan de recuperación europeo. Es importante que seamos conscientes de la transcendencia económica que este plan tiene y de la oportunidad que supone para España, así como de la necesidad de orientar adecuadamente la estrategia española para poder aprovechar todos los fondos que la Unión Europea va a poner a disposición de nuestro país.

Aunque se trata de un plan a siete años, 2021-2027, la Comisión Europea urge a centrar la movilización de recursos en los tres primeros para contribuir a una pronta recuperación. Teniendo en cuenta el proceso de su tramitación, esto implicaría que el grueso de las inversiones se debería realizar a partir del segundo semestre de 2021 y en los dos o tres siguientes años, como mucho.

Los fondos asignados inicialmente a España ascienden a 140.000 millones de euros, lo que representaría una inyección de fondos cercana a un 3,8% del PIB anual en los tres próximos años. Para que el gobierno español pueda disponer de estos fondos y asignarlos a proyectos concretos tiene que presentar a Bruselas, a partir del 15 de octubre, un plan nacional con las líneas básicas de actuación, que tendrá que ser aprobado por las instancias europeas. Para que este plan nacional sea aprobado tiene que cumplir dos criterios básicos.

El primero y más evidente es que las acciones planteadas han de servir para iniciar y favorecer una recuperación económica, social y resiliente, apoyándose en sectores que generen inversión y empleo en el corto plazo y que, al mismo tiempo, sean capaces de generarlo en un horizonte más amplio para asegurar que las inversiones sean productivas y que los empleos se mantengan una vez que desaparezcan las ayudas. Y, en segundo lugar, ha de estar alineado con el Green Deal, la estrategia de crecimiento sostenible que la UE aprobó a finales de 2019, basada en la descarbonización y la digitalización de la economía.

«Un plan de inversión verde tendría un efecto multiplicador sobre la economía española más elevado que uno tradicional»

Si el plan español no está bien orientado, si no cumple estos dos criterios, existe un riesgo importante de que no podamos aprovechar todos estos fondos, con la pérdida de oportunidad que eso tendría para nuestra economía. Además, un plan de inversión verde tendría un efecto multiplicador sobre la economía española más elevado que uno tradicional: un reciente informe elaborado por la consultora AFI cuantifica que por cada punto de PIB invertido en economía verde se generan tres puntos de impacto en PIB.

Nuestro punto de partida es el adecuado, porque la estrategia económica de España ya estaba alineada con el Green Deal y se basa precisamente en potenciar la economía en torno a la digitalización y la descarbonización. Por ejemplo, el Gobierno ya había definido el Plan Nacional de Energía y Clima, con una apuesta decidida por las energías renovables, la eficiencia energética y la electrificación de la economía. Este alineamiento de la política nacional y la europea nos está permitiendo estar en el grupo de cabeza y contribuir con liderazgo a las decisiones comunitarias.

Ahora lo que hay que hacer es acelerar el Green Deal. En España se podrían adelantar a 2025 los objetivos definidos para 2030 del mencionado Plan Nacional de Energía y Clima, lo que supondría invertir más de 100.000 millones de euros en energías limpias, en redes, almacenamiento de energía o movilidad eléctrica en los próximos 5 años, generando más de 300.000 empleos en ese periodo.

Esta estrategia de crecimiento verde y digital es buena para la economía europea, y es una oportunidad para cambiar nuestro modelo económico europeo hacia uno más competitivo, más próspero, más resiliente y con más y mejor empleo. Pero para España es especialmente positivo: estamos realmente bien colocados para aprovechar las oportunidades que supone esta mayor ambición climática. Disponemos de excelentes recursos renovables –sol, viento y agua–que nos van a permitir cubrir nuestras necesidades energéticas a un coste inferior al de nuestros vecinos europeos; tenemos empresas punteras en estos sectores, y un capital humano perfectamente preparado.

Además, esta inyección de dinero servirá para ampliar la base industrial de nuestro país. Contamos con empresas con excelentes capacidades en sectores de la economía verde que, además, se están posicionando internacionalmente, como Navantia, que fabrica infraestructuras para eólica marina; o el Grupo Gonvarri, que produce estructuras de parques fotovoltaicos en toda España. En la automoción, el 90% de las infraestructuras de recarga eléctrica del país se producen aquí –como las fabricadas por la empresa española Wallbox, líder europeo en tecnología de recarga– y un elevado porcentaje de vehículos eléctricos son de fabricación nacional, por ejemplo, un 87% en el caso de las motos, un 49% en el de los autobuses y un número cada vez más elevado de modelos de coches.

«Hay que aprovechar esta oportunidad para transformar las oportunidades industriales en empleo y riqueza duraderos para España»

La mayor parte de las inversiones van a ser realizadas por empresas privadas. Que las hagan aquí o en otros países dependerá de la estabilidad jurídica e institucional que perciban. Necesitamos, por tanto, apoyarnos en los sólidos cimientos que nos dan nuestra Constitución y nuestras leyes, sobre las que desarrollar marcos regulatorios predecibles, estables y atractivos. Hay que aprovechar esta oportunidad para transformar las oportunidades industriales en empleo y riqueza duraderos para España, mejorando la competitividad para que la mayor parte de la cadena de valor se realicen en nuestro país. Este es el reto.

Llevamos años viviendo el inicio de un cambio que va a afectar a toda la economía, en todo el mundo. China, por ejemplo, ya ha anunciado su compromiso de ser una economía sin emisiones en 2060 como tarde. Por primera vez desde hace siglos, podemos decir que España está en la mejor posición ante una transformación de tal magnitud. Que nos podemos adelantar. Se trata de una nueva revolución industrial, la de la descarbonización de la economía y la de la energía limpia.

Vamos a dejar una deuda sin precedentes a las futuras generaciones y, por ello, tenemos la obligación moral de dejarles también una economía mejor, más sostenible, más competitiva, más eficiente y más internacionalizada.

Es la hora de inventar nosotros el futuro que queremos y de hacer lo necesario para realizarlo. Esta vez, el cambio está en nuestras manos, en nuestras capacidades. Si sabemos aprovechar la oportunidad que se nos presenta de ser los primeros en avanzar, con decisión e inteligencia, hacia esta transformación inevitable, podremos desarrollar una ventaja de conocimiento y experiencia industrial que nos asegurará nuevos empleos cualificados y una mejor calidad de vida para el conjunto de la sociedad.


(*) Ignacio Galán es presidente de Iberdrola

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