«Debemos descargar de demagogia las discusiones absurdas entre sanidad pública y privada»
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La crisis sanitaria ha puesto sobre la mesa la necesidad de reforzar la colaboración público-privada en nuestro país como mecanismo para hacer frente a los retos colosales que nos deja la pandemia. La digitalización de los servicios sanitarios, una gestión eficiente de los recursos para evitar rebrotes o la búsqueda de una vacuna son solo algunos de los desafíos que quedan por abordar y que requerirán del esfuerzo del total de la sociedad. Hablamos de ello con Iñaki Ereño, CEO de Sanitas y Bupa para Europa y Latinoamérica.
El coronavirus ha revelado que los sistemas sanitarios no estaban preparados para gestionar pandemias. ¿Qué cambios son necesarios para que esta situación no se vuelva a repetir?
Hay dos tipos de medidas a tener muy en cuenta, unas que se deberían resolver antes, y otras más a medio largo plazo. En cuanto a las primeras, la más urgente tiene que ver con la disponibilidad de recursos sanitarios medidos en camas de hospitalización, es decir, de UCI. La pandemia ha puesto de relieve que el número de camas disponibles para la población, si sumas las públicas y las privadas, es escaso. Hay que incrementar esa dotación para estar preparados por si viene otro rebrote. La siguiente medida está relacionada con los materiales de protección para los sanitarios y para la población. Se ha demostrado que estamos muy claramente infradotados, y deberíamos tener almacenes con materiales para tres o cuatro meses y una rutina generada de poder comprar y seguir acopiando. Esas son las actuaciones más inminentes que ya deberían estar produciéndose. En cuanto a las de medio plazo, hay que pensar en los pacientes que tenían patologías previas y se han sentido muy solos y mal asesorados. Se les ha dicho «quédense en casa y, a poder ser, solo vengan al hospital si tienen estos síntomas, que necesitamos camas de hospital para otros pacientes». Acelerar los mecanismos digitales de acceso a la atención médica por parte de los ciudadanos ayudaría mucho a resolver dicha problemática. Un segundo aspecto es el de la salud mental, algo que España debería tomarse muy en serio de cara a futuro: ahora mismo hay mucha gente afectada mentalmente que no está recibiendo la atención que merece. Por otra parte, también sería importante extender la hospitalización domiciliaria. Son medidas complejas que están relacionadas con la digitalización, que tienden a demorarse y permanecen de fondo, pero son tan necesarias que eso no debería ser así.
Sanitas acogía a 6.000 ancianos –el 75% de ellos con problemas, precisamente, de salud mental– en sus 47 residencias. ¿Cómo afrontaron una situación tan difícil?
La situación más compleja ha estado justo allí, porque tradicionalmente estos centros son lugares de cuidado y no de curación. Se nos ha pedido curar a nuestros residentes en sustitución de sistemas sanitarios y nos hemos esforzado al máximo para hacerlo de la mejor manera posible. Partíamos de la ventaja de que nuestras residencias, al estar dentro de un grupo de salud, están más medicalizadas que la media de las residencias normales.
Como CEO de Sanitas, ¿cuáles han sido sus grandes aprendizajes de esta crisis?
El mundo se ha hiperacelerado y todo lo que pensábamos que iba a ocurrir en cinco años ya está aquí. Además, esta crisis pone blanco sobre negro en las ineficiencias que todos tenemos y que debemos arreglar para intentar anticiparnos a las situaciones inesperadas. También se pone de relieve, una vez más, la importancia de tomarse muy en serio la sostenibilidad: ya nadie duda de la fuerte relación que existe entre cambio climático y salud. Ahora es mucho más necesario que las compañías hagan una reflexión profunda y seria sobre lo que van a hacer para resolver los problemas de la humanidad. Obviamente, tienen que seguir ganando dinero, pero a todos nos van a examinar por el lado de la sostenibilidad: la gente va a preguntar qué hace tu empresa para dar solución a esos problemas y, si no tienes una respuesta convincente, no les interesarás.
«El mundo se ha hiperacelerado: lo que pensábamos que iba a ocurrir en cinco años ya está aquí»
La digitalización de los servicios sanitarios se ha visto también acelerada por la COVID-19. ¿Cómo va a ser la atención al paciente del futuro?
Ya antes de la pandemia algunos defendíamos la digitalización de la salud con gran energía. Creo que ya no hay nadie que no lo entienda, lo acepte y lo defienda. Para impulsar esa atención al paciente del futuro, primero se necesita un sistema de triaje médico digital que permita que la gente pueda estar asesorada con un diagnóstico. Además, los médicos deben ser accesibles para los pacientes con una herramienta en el móvil. Y, por último, algo fundamental es que si alguien necesita atención permanente –y en condiciones normales no estaba tratado o tenía que desplazarse a un hospital–, ahora pueda ser atendido desde su casa. Todo esto va a llegar, pero se necesitan fuertes entornos de colaboración entre la sanidad pública y la privada.
¿Cómo mejorar esa sinergia?
Hay que priorizar la creación de una plataforma electrónica conjunta de la historia del paciente entre la sanidad pública y la privada. Sería un camino importante que evitaría tener que repetir pruebas y que facilitaría compartir los datos de los pacientes –que, por cierto, son de ellos y de nadie más–, algo que se traduciría en un enorme ahorro de costes.
Durante la pandemia pusieron sus hospitales y sus medios al servicio público para hacer frente al virus. ¿Cómo ha sido la relación con la Administración Pública?
En general, ha sido muy buena, porque nos hemos coordinado en cuanto a la gestión de camas hospitalarias y de ingresados. Recibíamos dos llamadas al día donde nos preguntaban cómo íbamos, qué espacio teníamos y, con esa información, nos derivaban pacientes. La compra de materiales de protección ha sido lo que ha funcionado menos bien, pero se ha intentado y ahí somos menos beligerantes.
Con la información que manejan como gran empresa del sector salud, ¿cuándo cree que tendremos una vacuna?
Confiamos en que haya una vacuna y que sea de uso lo más generalizado posible cuanto antes, pero hay que aprender a vivir con la COVID-19, al igual que hemos hecho con muchísimos otros virus. Para ello, la sanidad pública y la privada tienen que tomar una serie de medidas, como la preparación de camas adicionales o la compra de material. Nosotros eso ya lo hemos hecho. Por supuesto, independientemente de eso, la gente tiene que seguir poniendo de su parte, usando las mascarillas y cumpliendo con las normas vigentes. Dentro de poco viene la época de la gripe, que es la gran consumidora de las camas de los hospitales de España en otoño. Esperamos que la sanidad pública haga una campaña de vacunación mucho más amplia que otros años, porque reduciremos los ingresos y liberaremos más camas para disponer de ellas si fuera necesario. Son medidas importantes que pueden llevarse a cabo sin necesidad de esperar el maná de una vacuna que ojalá llegue pronto: aunque lo haga, no olvidemos que podemos convivir con el virus perfectamente si hacemos las cosas bien.
«No hay nadie que dude ahora de la importancia de la digitalización de la salud»
¿Cree que los servicios sanitarios están preparados para un posible rebrote?
No, no lo estamos. Lo que está sucediendo ahora con los nuevos contagios [la entrevista se realiza a finales de julio] era previsible y gestionable. Seguimos hablando de los brotes, pero hace mucho tiempo que la discusión debería centrarse en el aprendizaje, las soluciones y la puesta en marcha de planes de prevención. La tarea de un buen número de empleados de las administraciones públicas es hacerlo y, si volvemos a fallar, es porque no han hecho su trabajo.
Como empresario, ¿cuáles cree que son las medidas hay que poner en marcha para hacer frente a esta crisis?
Desde el punto de vista de la salud, hay que poner el foco en cuatro mensajes fundamentales. El primero tiene que ver con cómo comunican las autoridades públicas y, por ende, los medios: es fundamental no caer en la demagogia y basarse en los datos. El segundo es sobre la importancia de hablar sobre los recursos que necesitaríamos si mañana llegase una nueva pandemia, para lo que necesitamos una lista con los aprendizajes y un plan de trabajo que hoy no existe. El tercer mensaje es el de tener un discurso médico más generoso y compartido para alinear a todos los hospitales y a todo el sistema público en las prioridades sanitarias. Por último, debemos descargar de demagogia las discusiones absurdas que se hacen entre la sanidad pública y la privada: durante la pandemia, hemos atendido a un 20% de los infectados y, como es obvio, han sido tratados igual de bien que los demás. Debemos hablar de buena o de mala sanidad, y tanto en la pública como en la privada hay de ambas.
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