Cultura

«Hay que tener el talento necesario, y nunca es suficiente»

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25
junio
2020
Autorretrato: un instante de eterno silencio || © Alberto García-Alix, 2010

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Sus retratos contienen un punto chulesco de provocación, de bravata, de desafío tan bizarro como cosmopolita. De hecho, Keith Richards –sí, el guitarrista de los Stones, admirador de su obra– pensó que todas esas imágenes que tanto le fascinaban estaban tomadas en las calles de ciudades norteamericanas. Moteros, putas, actrices consagradas y de alto voltaje pornográfico, autorretratos casi goyescos, cantantes –el dios Camarón entre ellos–, delincuentes, perdedores, heroinómanos, perros, campos y alguna playa, todo en riguroso blanco y negro y cámara analógica: la digital, más veloz, reconoce, no añade ni poesía ni expresividad, así que se permite el empeño de lo casi obsoleto. Hablamos, ya lo saben a la altura de estas líneas, de Alberto García-Alix (León, 1956), uno de nuestros fotógrafos más internacionales. Estudió en los maristas, se matriculó en Derecho y después en Periodismo, sin catar ninguna de ellas lo más mínimo. Durante el servicio militar, se integró en la Brigada Paracaidista, donde observó de cerca sus primeros tatuajes, que ahora cubren su cuerpo. Fue apuñalado por los guerrilleros de Cristo en la mítica sala El Sol. Y es de los que consideran que José Tomás es la quintaesencia de la poesía.  


En confinamiento, en cautiverio, ¿es posible fotografiar algo que merezca la pena?

Por supuesto, siempre tenemos en nuestro entorno algo que merece fotografiarse. Es solo una cuestión de criterio y de intencionalidad.

¿De qué modo, después de un par de meses sin salir de casa, se modifica la manera de mirar?

No creo que se modifique. Lógicamente el confinamiento nos constriñe a un espacio reducido en lo físico, pero no en lo mental. Podemos hacer el ejercicio de mirar y descubrirnos allí donde estemos.

¿Cómo se reconoce la autenticidad de una fotografía?

La palabra autenticidad me da repelús cuando se emplea genéricamente. La fotografía puede ser buena, mejor y lo contrario, mala o sin nada que decir.

Entre «lo sublime y lo heterodoxo», ¿con qué se queda?

Con lo sublime. Lo heterodoxo puede ser un valor positivo, pero no por ello da la propiedad para que una obra sea buena. Es más una postura disconforme con las reglas que imperan. Lo sublime escapa a cualquier valoración, tiene la propiedad de conmover y elevar.

«La fotografía puede ser buena, mejor y lo contrario, mala o sin nada que decir»

¿Es más o menos bello el mundo hoy que hace treinta años, cuando usted comenzó a pulsar el disparador?

El mundo, aún con sus progresos, es más de lo mismo. Existen las mismas injusticias, prebendas, prejuicios y delitos… por decir algo. He creído siempre en los valores como motor de compromiso con la sociedad y con nosotros mismos. Quizás sonará ñoño, pero nos debemos a la solidaridad, a la buena fe, al sentido común y al progreso. Con el confinamiento, y a mi pesar –la información obliga–, he sido testigo de que la maledicencia, la infamia y la mentira interesada, una vez más en nuestro país, son una constante política.

Alberto García Álix

Tarde de San Isidro || © Alberto García-Alix, 1987

¿Qué es la belleza para Alberto García-Alix?

La percepción de la belleza es intrínseca al ser humano. Yo la tengo por un estimulante mágico. Pero con pocas reglas. Donde otros no ven ninguna belleza, yo puedo extasiarme, enamorarme, inventarme y, más aún, ponerme en paz con la vida.

¿Cuántas veces ha escuchado «dedícate a otra cosa»? ¿En algún momento pensó en tirar la toalla?

Cuando empezaba me lo dijeron en un despacho y con mis fotos en la mesa. Lo dijo tan convencido que tenía que haberle hecho caso a aquel hombre, pero su mirada era prejuiciosa y estéril. Como yo era soñador, cabezota y vehemente, quise hacerlo aún mejor. Podía, era el único propietario de lo que miraba por cámara. Ya ves, tuve en mí afán y constancia. ¡Un tesoro, joder! Eduqué la mirada, pero quizás pude ser otra cosa.

El oficio, el suyo, ¿tiene más de voluntad, de suerte o de talento?

El oficio de creador tiene mucho de voluntad. También de suerte y respecto al talento, creo que hay que tener el necesario, y nunca es bastante.

Dentro de su obra hay mucho autorretrato. ¿Por qué uno decide fotografiarse a sí mismo?

Por ganas y por intencionalidad.

Lo que dura un beso || © Alberto García-Alix, 2001

¿Qué música sonaría mientras uno contempla el trabajo de García-Alix? ¿Deep Purple, Bowie, Rolling Stones…?

Prefiero Viaje de invierno, de Schubert.

¿Y si sonase algo nacional, algo bizarro, qué sería?

Una milonga…

«Todo lo que puede dar beneficios al sistema, aunque sea a costa de vender nuestras propias almas, lo hará»

Pienso en algo que para usted es importante: los tatuajes. A día de hoy han sido pervertidos, convertidos en un objeto de consumo más. ¿El sistema es capaz de desvirtuar cualquier cosa?

El sistema fagocita todo y saca provecho de ello. «¡Ya es primavera en el Corte Inglés!» ¡Y hecho! ¡Es primavera, y con tatuajes! Todo lo que puede dar beneficios al sistema, aunque sea a costa de vender nuestras propias almas, lo hará. El tatuaje ya no me habla tanto, quizá porque ha perdido mucho de su simbología.

¿Qué no tiene precio para García Álix?

Nunca me pagarán lo bastante.

¿Qué importancia tienen los premios para usted que, entre otros, cuenta en su haber con el Premio Nacional de Fotografía?

Todo y nada.

¿Se encuentra más cerca de la periferia monstruosa de Diane Arbus que del costumbrismo onírico de Ortiz Echagüe?

Valorando mucho la obra de Ortiz Echagüe, me encuentro más cercano a Diane Arbus. Aprendí mucho mirando su obra. Recibí de ella una clase maestra.

Por cierto, ¿cómo se reconoce ese punctum, ese alma de una imagen, del que hablaba Barthes?

No hay fórmulas. Es un asunto meramente emocional entre el espectador y la imagen. Pero podría añadir que te lo dicen los ojos y lo corrobora la mente.

Mi cocina || © Alberto García-Alix, 1982

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