Cambio Climático

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Reducir el desperdicio alimentario por las personas, por el planeta

En todo el mundo se desperdician 1.300 millones de toneladas de alimentos al año. Mientras, el 10,5% de la humanidad sufre desnutrición. Combatir ambas caras del problema supone uno de los grandes retos del desarrollo sostenible. Con motivo de la COP25, El Corte Inglés reunió a un panel de expertos en alimentación y sostenibilidad para dibujar juntos las posibles líneas de actuación.

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Frutas, verduras frescas, yogur, queso, refrescos, vinos, leche, carne y pescado. Esta enumeración bien podría formar parte de nuestra lista de la compra o ser la descripción de lo que alberga la nevera de casa. Sin embargo, se trata de los alimentos que con mayor frecuencia acaban en la basura de los hogares españoles. En tan solo un año, el volumen de esa comida y bebida desechada alcanza los 1.339 millones de kilos/litros. A nivel global, la cifra se eleva hasta los 1.300 millones de toneladas según datos de la FAO. Dicho de otro modo, esto significa que un tercio de los alimentos globales no llegan a utilizarse y que los recursos implicados en su producción, distribución y venta van a parar a la nada. Y eso no es todo. Según un informe elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, solo el desperdicio alimentario causa el 10% de los gases de efecto invernadero. Ante estos datos, la pregunta es obligada: ¿cómo podemos acabar con el despilfarro de comida?

«A la semana, los españoles tiramos ni más ni menos que 26 millones de kilos de comida». Con este recordatorio, José Miguel Herrero Velasco, el director general de la industria alimentaria del Ministerio de Agricultura y Pesca daba inicio al Ecoencuentro sobre Desperdicio Alimentario organizado por El Corte Inglés y el portal Soziable en medio del ruido de la COP25 celebrada en Madrid. El encuentro reunió a un panel de expertos en el mundo de la alimentación y la sostenibilidad para abordar las distintas formas de combatir el desperdicio.

En España, 2018 fue un mal año para la lucha contra este problema: se incrementó el despilfarro en un 8,9% respecto al año anterior, alcanzando los 1.339 millones de kilos/litros. Para Herrero Velasco, este revés a una tendencia que llevaba años a la baja puede explicarse con las altas temperaturas registradas en primavera y verano que alcanzaron récords históricos. «Cuanto más suben los termómetros, antes se echan a perder los alimentos y mayor es el despilfarro», aclara. Sin embargo, para el representante del Ministerio, este factor no justifica algunos malos hábitos de consumo que, subraya, «son determinantes». En este sentido, la concienciación y la sensibilización suponen las primeras líneas de actuación del Gobierno, pero no la única. Aunque cauteloso, Herrero Velasco augura la creación de una ley para acabar con el desperdicio alimentario en la próxima legislatura.

Los malos hábitos de consumo son determinantes: en 2018 el volumen de comida y bebida desechada alcanzó los 1.339 millones de kilos/litros

Para Gema Escrivà de Romaní, directora general del Banco de Alimentos de Madrid, una regulación que permita llevar lo que restaurantes y negocios desechan a personas en situación de vulnerabilidad ayudaría a abordar el objetivo de acabar con el hambre. En todo el mundo millones de toneladas de alimentos acaban en la basura sin ni siquiera pasar por nuestro plato, mientras que el 10,5% de la humanidad sufre desnutrición. Por eso, uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se orienta en garantizar el hambre cero.

Desde hace décadas, el Banco de Alimentos persigue este objetivo y, al año, se distribuyen más de 6 millones de kilos a más de 1,2 millones de personas. «En España, hay 2 millones de personas en situación de pobreza severa», recuerda la experta y, explica que desde la entidad se lucha contra el desperdicio redistribuyendo excedentes agrícolas y alimentos que van a echarse a perder. En este sentido, Escrivà de Romaní sugiere como primer paso recupere el valor de los alimentos.

El presidente de Madrid Restaurantes Sostenibles y jefe de sala del restaurante Coque, Diego Sandoval, coincide con esta idea: «el primer paso para acabar con el desperdicio es mirar hacia atrás, volver a la cocina de nuestros abuelos donde los alimentos se aprovechaban al máximo porque tenían un gran valor». Con este horizonte y la misión de convertir el sector de la restauración en uno más sostenible, nació en 2011 el movimiento colaborativo de Madrid Restaurantes Sostenibles que reúne a entidades, profesionales y empresas para transformar el sector en uno más respetuoso con el medio ambiente. Una de las actividades más recientes llevadas a cabo por el movimiento es el de utilizar los desechos alimentarios como compostaje para huertos propios.

En esta línea, El Corte Inglés también lleva años buscando nuevas e innovadoras soluciones. En 2012, la compañía, junto a 140 empresas miembros de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC), firmó un convenio de colaboración contra el desperdicio alimentario. Desde entonces, El Corte Inglés ha centrado su línea de actuación en tres grandes ejes: la prevención, la redistribución y revalorización y la sensibilización.

«Lo primero que decidimos mejorar es la eficacia en la cadena de distribución a través de herramientas que nos ayudan a casar la demanda real con la oferta», expone Eva Muñoz González, coordinadora del programa de distribución de El Corte Inglés. Y continúa: «también hemos re- valorizado los productos que no son atractivos comercialmente y los hemos distribuido a entidades benéficas que los destinan a personas en situaciones vulnerables. Si no son aptos, se destinan a la alimentación animal». Con todo, El Corte Inglés ha potenciado la concienciación y la sensibilización entre sus trabajadores y clientes. Muñoz González desvela uno de los ingredientes en los que se apoya la compañía en la lucha contra el cambio climático: «utilizar el sentido común».

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