Medio Ambiente

Greta Thunberg: «Esto no son mis opiniones políticas, estamos hablando de ciencia»

En su esperado discurso ante los mandatarios de la COP25, la activista sueca ha denunciado con firmeza la inacción climática de los líderes mundiales. «Los países ricos tienen que hacer su parte y llegar a emisiones cero mucho más rápido de lo previsto y, después, los pobres tendrán que hacer lo propio para que las personas más desafortunadas puedan mejorar su nivel de vida», afirmó.

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11
diciembre
2019

A mitad de la segunda semana de la COP25, llegó el día más esperado… Al menos, por los medios de comunicación. Desde que Greta Thunberg pisó suelo madrileño, las redacciones no han parado de acumular minutos de grabación esperando unas palabras de la joven activista que, hasta el momento, había decidido usar el indudable interés mediático que despierta para ceder el protagonismo a otros expertos y compañeros. Apenas habló en la rueda de prensa convocada el pasado viernes –antes de una manifestación de la que tuvo que salir por motivos de seguridad– y tampoco lo hizo ayer, aunque todos lo esperaban, cuando decidió que fueran otros los que tomasen la palabra para abordar la emergencia climática. Cuando la cumbre encara la recta final, Greta Thunberg se ha puesto por primera vez sola ante los focos para dar su esperado discurso en el acto de alto nivel celebrado en el sala plenaria ante algunos de los mandatarios más poderosos del mundo. La joven sueca intervino después de Gonzalo Muñoz, paladín de la COP25, y de la ministra en funciones para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, sentada a su lado durante todos los discursos.

«¿Dónde están los adultos en la sala?», se preguntaba Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace, pocos minutos antes de que Thunberg subiera al estrado. Su gesto sereno presagiaba que no iba a ser una intervención como la de hace unos meses en Nueva York, en la que su enfado, al borde del llanto, dio la vuelta al mundo. «Hace un año y medio no hablaba con nadie a menos que tuviera que hacerlo. Después, encontré un motivo para hablar. Desde entonces he pronunciado muchos discursos y sé que hay que empezar con algo personal o emotivo para atraer la atención, como preguntarse cómo se atreven», explicaba la joven en referencia a ese mismo discurso. «Hoy no voy a hacerlo, porque entonces esas palabras son lo único que llaman la atención y quienes escuchan no recuerdan los hechos y no saben por qué dije esas palabras. Ya no tenemos tiempo para dejar de lado a la ciencia. Durante un año he estado constantemente hablando sobre ello una y otra vez, pero como se sigue ignorando tendré que repetirlo», advertía.

«¿Cómo logran transmitir este mensaje sin mostrarse alarmistas? Verdaderamente me gustaría saberlo»

En el que probablemente sea su discurso más maduro y sosegado hasta la fecha, Greta Thunberg –que pronto cumplirá los diecisiete años– volvió a recordar la importancia de hacer caso a las advertencias de los científicos y reducir las emisiones para frenar el calentamiento global. «Esto no son mis opiniones políticas, estamos hablando de ciencia. Muchos científicos dicen que estas cifras son muy moderadas, pero son las aceptadas por el IPCC. Son datos globales que no se refieren a aspectos de equidad fundamentales para que el Acuerdo de París funcione en todo el mundo», reclamaba entre los aplausos de los presentes mientras lanzaba un mensaje a los más poderosos para que la transición se realice de manera justa: «Los países ricos tienen que hacer su parte y llegar a emisiones cero mucho más rápido de lo previsto y, después, los pobres tendrán que hacer lo propio para que las personas más desafortunadas puedan mejorar su nivel de vida».

Greta Thunberg Teresa Ribera

Ese momento –cuando aludió a las personas que ya están muriendo por la crisis climática– fue la única concesión retórica que se permitió la joven durante los poco más de diez minutos de intervención. «Cada fracción de un grado cuenta así que lo repito: en eso tenemos que centrarnos. Tienen que centrarse. ¿Cómo reaccionan ante estas cifras sin sentir al menos cierto nivel de pánico? ¿Cómo reaccionar al hecho de que no se está haciendo nada sin sentirse, al menos, un poco enfadados? ¿Cómo logran transmitir este mensaje sin mostrarse alarmistas? Verdaderamente me gustaría saberlo», lanzaba al aire.

We, the people

Como ya ha hecho en la mayor parte de sus discursos, Thunberg se ha mostrado muy crítica con algunos de los agentes presentes en la cumbre, responsables de gran parte de las emisiones globales de CO2. «Desde la firma del Acuerdo de París, los bancos han invertido 1,9 billones de dólares en combustibles fósiles. Cien empresas son responsables del 71% de las emisiones. Los países del G20 representan casi el 80% de las emisiones y el 10% de la población más rica del mundo produce la mitad de las emisiones, mientras el 50% de los más pobres solamente una décima parte. Tenemos trabajo que hacer, pero unos tienen más trabajo que otros», comentaba antes de lanzar su enésima llamada a la acción. «Recientemente un grupo de países ricos anunciaron que reducirían sus emisiones citando porcentajes y fechas en las que se convertirían en neutrales en carbono. Eso es extraordinario a primera vista pero, aunque las intenciones sean buenas, esto no es liderazgo. Al contrario: la mayor parte de estas promesas no incluyen la aviación y el transporte marítimo, el consumo…».

«Si las personas no son conscientes de lo que está ocurriendo, no podrán ejercer presión sobre los que tienen poder y estos no harán nada»

«Si no entendemos la situación de manera integral no vamos a resolver esta crisis. Hay que encontrar soluciones holísticas y en eso debe centrarse esta COP, pero parece que se ha convertido en una oportunidad para que los países negocien lagunas y para que eviten aumentar sus ambiciones. No podemos fijarnos fechas lejanas para prometernos que vamos a actuar: eso lo único que hará será generar más daño porque los cambios no están todavía a la vista. La política necesaria no existe en la actualidad pese a lo que puedan escuchar en boca de los líderes del mundo», reclamaba serena mientras denunciaba la inacción política de los países más poderosos. «He tenido la fortuna de poder viajar por el mundo y la falta de concienciación es la misma en todas partes, todavía más entre aquellos elegidos como líderes. No hay sentimiento de emergencia y ellos no se comportan como si la hubiera: durante una emergencia uno cambia su conducta. Si hay un niño sentado en el medio de la calle mientras los coches pasan a toda velocidad, uno lo aleja y lo rescata. Sin ese sentimiento de urgencia, ¿cómo podemos comprender que hacemos frente a una crisis? Si las personas no son conscientes de lo que está ocurriendo, no podrán ejercer presión sobre los que tienen poder para que actúen y, sin esa presión, los líderes no harán nada. Es un ciclo sin fin», denunciaba.

Sin embargo, el alegato final de la joven activista se convirtió en un llamamiento firme a la unión para cambiar el mundo. De una manera menos poética que en otras ocasiones, Thunberg volvió a insistir en que, juntos, se puede hacer frente a la emergencia climática. «En tres semanas empezamos una década que definirá nuestro futuro. En estos momentos desesperados, necesitamos ver una señal de esperanza. La hay, la he visto. No vendrá de los Gobiernos ni de las grandes corporaciones, sino de las personas, de la población que está empezando a despertar. Una vez que lo hagamos, las personas pueden cambiar las cosas porque están preparadas y dispuestas. Esa es nuestra esperanza y la tenemos porque vivimos en una democracia todos los días, a todas horas, no solo en elecciones. Es la opinión pública la que lidera el mundo libre. Cada gran cambio en la historia ha venido de la gente. No tenemos que esperar, podemos empezar nosotros, ahora mismo, los pueblos», concluía con firmeza.

Hace unos meses, los mismos mandatarios reunidos en Nueva York desoyeron su grito desesperado ante la ONU. Desde entonces, lo único que ha cambiado es la fecha del calendario. Cuando faltan unos días para que la última cumbre climática de la década toque a su fin, todavía no ha habido ninguna decisión o anuncio trascendental –a expensas de la inminente presentación del Green Deal europeo en la COP25–, Greta ha vuelto a repetir sin sentimentalismos su mensaje: si la inacción es un peligro, fingir que se están poniendo soluciones es otro aún mayor cuando el reloj indica que cada vez hay menos tiempo.

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