Muertes en el Mediterráneo: la vergüenza de Europa continúa
Un año después del cierre de los puertos italianos y de la llegada del Aquarius a España, las políticas europeas no han frenado la dramática situación en el mar: desde entonces, más de mil personas han perdido la vida mientras intentaban alcanzar la costa.
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En 2015, la imagen del cuerpo sin vida del pequeño Aylan en una playa turca recorrió el mundo entero, despertando una fugaz consciencia de la crisis humanitaria que se vivía (y aún se vive) a las puertas de Europa. De la misma manera, el verano pasado, el Aquarius se convertía durante unas semanas en símbolo de la crisis migratoria en el Mediterráneo. Después, parece que la situación cayó en el olvido. Hay aniversarios que no apetece celebrar, y eso ocurre esta semana: hace ya un año que los puertos italianos se cerraron a cal y canto y negaron el amarre —incluso el abastecimiento o escala— a los barcos humanitarios encargados de salvar vidas en el mar. Hace un año, también, el Gobierno de Sánchez era el único en responder a la llamada del Aquarius, ese buque insignia de Médicos sin Fronteras cargado de las trágicas historias de las 630 vidas (casi) abandonadas a su suerte.
Desde ese mes de junio de 2018, el mare nostrum no ha dejado de tragarse ilusiones, futuros y vidas: al menos 1.151 personas han muerto en esta zona y más de 10.000 han sido obligadas a regresar a la fuerza a Libia, expuestas a sufrimientos innecesarios. Médicos Sin Fronteras y SOS Méditerranée alertan de que estas muertes evitables ponen de manifiesto de forma trágica el fracaso de las políticas migratorias europeas y de un sistema de asilo roto. David Noguera, presidente de Médicos Sin Fronteras, asegura que la respuesta de los Gobiernos europeos a la crisis humanitaria en el Mediterráneo y Libia no ha sido más que una carrera hacia el abismo. «Hace un año imploramos a los Gobiernos europeos que pusieran la vida de las personas antes que la política», explica.
En el último año, al menos 1.151 personas han muerto en el Mediterráneo y más de 10.000 han sido obligadas a regresar a la fuerza a Libia
La ONG aboga por una «respuesta humana» que ponga fin a la situación de las personas vulnerables en el mar y que se separen los fines políticos de los humanitarios. Un año después de la petición, Noguera está seguro de que «la respuesta europea ha alcanzado nuevos mínimos desoladores». Ese nuevo panorama en el Mediterráneo se basa en que Italia —y otros países que se han sumado de forma puntual a sus políticas— ha impedido sistemáticamente el ingreso a sus puertos tanto del Aquarius como de otros buques similares. En estos últimos 365 días se han documentado, según la ONG, al menos 18 situaciones de esta naturaleza. Estos escenarios de punto muerto burocrático se traducen en que durante más de cuatro meses, 2.443 hombres, mujeres y niños migrantes —y posibles solicitantes de asilo— han quedado varados en el mar mientras su futuro quedaba en manos de las decisiones de los líderes de la Unión Europea.
La crisis en el mar Mediterráneo ya no solo afecta a los puertos y países que impiden el amarre de los barcos —con lo que se perpetúa la situación de miseria de los refugiados que se encuentran en ellos—, sino también a las tripulaciones y los cooperantes que les acompañan: en el último año se ha criminalizado sistemáticamente el salvamento de vidas en el mar, erosionando el principio mismo de la prestación de auxilio a los que están en peligro. Como consecuencia de esta criminalización, desde Médicos Sin Fronteras explican que los barcos comerciales —e incluso los militares— son cada vez más reacios a responder a las peticiones de socorro debido al alto riesgo de quedar inmovilizados en alta mar y de que se les niegue un lugar seguro para desembarcar a las personas rescatadas. Además, los barcos mercantes que realizan servicios de salvamento se ven en una situación extremadamente difícil: o se arriesgan a ser bloqueados o devuelven a las personas vulnerables a Libia saltándose el derecho internacional. «Hace un año advertimos que estos bloqueos políticos en el mar, peligrosos e inhumanos, no debían sentar un precedente. Sin embargo, esto es exactamente lo que ha sucedido», recuerda Sam Turner, coordinador general de Médicos Sin Fronteras para Libia y el Mediterráneo. «Esta parálisis política entre los estados europeos y su incapacidad para poner las vidas humanas en primer lugar resultan más impactantes aún hoy, cuando los combates hacen estragos en Trípoli», añade.
En el último año se ha criminalizado sistemáticamente el salvamento de vidas en el mar
La situación está muy lejos de solucionarse. En las últimas seis semanas, la cifra de personas en peligro que han tratado de huir de Libia ha aumentado significativamente: más de 3.800 migrantes se han subido a embarcaciones precarias para salir del país en dirección a Europa, por lo que oganizaciones como Acnur y Médicos Sin Fronteras, entre otras, han exigido la evacuación humanitaria de todos los migrantes fuera de Libia. Sin embargo, desde el recrudecimiento del conflicto en el país africano, el número de personas interceptadas y devueltas por los guardacostas libios dobla al de evacuadas. Los líderes europeos, aunque son conscientes de los riesgos de tortura, violencia sexual y detención arbitraria al que son expuestas estas personas en Libia, apoyan estas devoluciones. A pesar de todo, la escasez de buques humanitarios en el Mediterráneo no ha frenado los intentos desesperados de alcanzar Europa por parte de los refugiados. Así lo dibuja Frédéric Penard, director de Operaciones de SOS Méditerranée: «Cada vez hay menos embarcaciones humanitarias y, aún así, las personas con pocas alternativas continúan emprendiendo esta ruta mortal independientemente de los riesgos. La única diferencia ahora es que hoy tienen casi cuatro veces más probabilidades de morir, en comparación con el año pasado según datos de la Organización Internacional para las Migraciones».
En este primer aniversario del bloqueo del Aquarius, Médicos Sin Fronteras sigue pidiendo a todos los estados europeos que se comprometan «a proporcionar una capacidad proactiva y suficiente de búsqueda y rescate para evitar la pérdida innecesaria de vidas, a poner fin a las acciones punitivas contra las ONG, a retirar el actual apoyo político y material al sistema de devoluciones forzadas de refugiados, solicitantes de asilo y migrantes a Libia; y a establecer sistemas de desembarco sostenibles, fiables y predecibles que faciliten lugares seguros donde los supervivientes reciban un trato humano, se les proporcionen los servicios adecuados y puedan solicitar asilo». Si estas medidas no se llevan a cabo de forma inmediata y si no se ponen en marcha políticas en línea con el respeto a los derechos humanos, la organización augura que los cuerpos sin vida de miles de personas seguirán apilándose, sin remedio, en las profundidades del Mediterráneo.
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