Internacional

¿Qué está pasando con el ‘brexit’? 4 libros para entenderlo

Hace cuatro años que comenzó el proceso del ‘brexit’, pero el Gobierno de Theresa May todavía no ha conseguido que el Parlamento británico acepte el acuerdo ya pactado con la Unión Europea sobre las condiciones de salida del país. En Ethic hemos seleccionado cuatro lecturas para entender mejor un proceso tan complejo como crucial para el futuro europeo.

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Duncan Bee
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08
abril
2019

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Duncan Bee

El 23 de junio de 2016, más de 30 millones de ciudadanos de Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte acudieron a las urnas para decidir sobre el futuro del Reino Unido. Quedarse o irse. Sí o no. Sin matices. Votar a favor del brexit significaba abandonar la Unión Europea después de 43 años de unión; votar no, permanecer igual que hasta ahora. Finalmente, ante las miradas estupefactas de los europeístas, el brexit se convirtió en realidad con el apoyo del 51,9% de los votos. Sin embargo, durante la celebración del mediático referéndum impulsado por el entonces primer ministro David Cameron, nadie esperaba que el camino hacia el divorcio europeo estuviese tan repleto de baches.

El primero se materializó en forma de fractura social, ya que el 62% de los escoceses y el 55,8% de los irlandeses del norte habían rechazado abandonar la Unión en el referéndum. Desde entonces, las negociaciones entre Reino Unido y la UE se han ido alargando tanto en el tiempo que el Gobierno británico ha excedido la fecha límite establecida en el Artículo 50 del Tratado de Lisboa para llegar a un pacto –dos años desde la notificación de salida–, y se enfrenta ahora a una posible salida sin acuerdo que deje en el limbo las relaciones diplomáticas y  comerciales entre ambos bloques. Como último recurso, y ante un posible escenario en el que el Parlamento británico convoque elecciones generales –y se reinicien, de nuevo, las negociaciones–, la primera ministra británica, Theresa May, ha pedido una prórroga para intentar (por cuarta vez) que la Cámara de los Comunes apruebe su propuesta de salida.

Las constantes idas y venidas, los fugaces acuerdos y desacuerdos, han convertido  lo que iba a ser un proceso de dos años, en un callejón sin salida. Al menos, intentar adivinar qué sucederá con el brexit de aquí al tan próximo como incierto 10 de abril, carece de sentido. Por eso, en Ethic proponemos recordar todos los entresijos hasta ahora vividos a través de cuatro breves extractos de libros: una postura pro-brexit,  una férrea defensa de Europa, un análisis académico sosegado y un poco de humor para entender (o quizá solo prever), el futuro de Reino Unido.

Yo, Maybot: el auge y la caída (2017), por John Crace

No es que los seguidores del «no» hicieran una campaña muy convincente durante el referéndum del brexit. Jeremy Corbyn era un euroescéptico convencido cuando estaba en las trincheras parlamentarias, pero ahora que es líder de los laboristas es un defensor decepcionante de ese «no» a la salida de la Unión. Varios conservadores prominentes —incluida Theresa May— estaban del lado de los que se querían quedar, pero se las apañaron para no decir nada en tres meses, dejando a David Cameron y al ministro de Hacienda, George Osborne, a cargo del trabajo sucio. Su táctica no consistió en vender los beneficios de permanecer en la UE, sino en aterrorizar a todos con las consecuencias de abandonarla.

«No hablo del Proyecto Miedo», declaró Cameron sin tapujos. «Hablo del Proyecto Datos». Las diferencias entre ambos proyectos de país no eran para nada obvias, pero pusieron gran énfasis en lanzar datos aterradores, más que en hablar de miedos reales.

Su táctica no fue vender los beneficios de permanecer en la UE, sino aterrorizar a todos con las consecuencias de abandonarla

Claro que todo seguiría bien si Reino Unido decidiese abandonar la UE, pero nadie debería hacerse ilusiones: sería un gran salto a lo desconocido, un mundo de noche perpetua en el que el país quedaría relegado a ser el último mono en las decisiones globales. ¿Acuerdos de negocio? Quizás consigamos negociar algo en una década, pero no hay garantías. Ese tipo de cosas. Ese tipo de datos.

Con el «no» llevando a cabo una triste y fúnebre campaña, y el «sí» prometiendo la Tierra, los resultados en los sondeos empezaron a estrecharse significativamente. Dos semanas antes de las votaciones, la primera encuesta dio por vencedor al «sí», a la opción de irse. Los que se querían quedar entraron en pánico. Sin embargo, el 23 de junio, el día del referéndum, nadie se imaginaba otra cosa que una estrecha victoria de la permanencia en la Unión. El electorado tenía otra idea. Ya sea porque los votantes realmente querían «recuperar el control» o simplemente porque les gustó la idea de hacer un corte de mangas a dos manos al establishment, Reino Unido votó (con un 52% de los votos) abandonar la UE, frente al 48% que quería quedarse. Así comenzó un año de lo más tumultuoso…

Un brexit limpio: por qué abandonar la UE aún tiene sentido (2017), por Liam Halligan y Gerard Lyons

Los que votaron «irse» querían recuperar el control sobre nuestras leyes, fronteras, mercados e impuestos. Los que votaron «quedarse» querían que continuásemos siendo parte de una unión política, económica y legal en la que el Reino Unido tiene voz y voto en las instituciones de la Unión Europea y en sus procesos de toma de decisiones.

Parece que ambos bandos seguirán discutiendo sobre lo que unos y otros quisieron decir al votar de la manera en que lo hicieron, pero la única cosa por la que nadie votó era por continuar con los pagos automáticos, estar sometidos a una legislación que no habíamos contribuido a diseñar, la imposibilidad de cambiar nuestras leyes migratorias para conseguir nuestras metas y otorgarle a un tribunal extranjero supremacía sobre nuestras leyes. Y, sin embargo, esto es exactamente lo que se nos está vendiendo como una forma aceptable de brexit.

Si parece que nos vamos, pero sin irnos, entonces el abismo entre los que se quieren ir y los que se quieren quedar desaparecerá

Esos que aún se niegan a aceptar el resultado del referéndum argumentan que lo más justo es que nadie consiga lo que quiere. Si parece que nos vamos, pero sin irnos, entonces el abismo entre los que se quieren ir y los que se quieren quedar desaparecerá. También calculan que si el Parlamento continúa con su discusión sin fin sobre el proceso y nunca llega a debatir los temas sustanciales, se podrá convencer a los votantes de que realmente querían hacer justicia al referéndum, pero no pudo ser. Están equivocados. En el mejor de los casos, se trata de un pensamiento de grupo cobarde y simplista y en el peor de ellos, de una traición a los procesos democráticos. La gente fue a las urnas y votó para que abandonásemos la Unión Europea. No han cambiado de opinión y esperan que los políticos se pongan manos a la obra para seguir el mandato del pueblo.

No existe un brexit suave o un brexit duro. Las opciones se dividen entre un brexit llevado a cabo siguiendo las normas establecidas o uno que nos aboque al desastre. Claridad contra caos. No existe un brexit de extrema derecha que necesite moderarse gracias al buen hacer de la gente de buen corazón. A estas alturas, la derecha y la izquierda ya se habrán dado cuenta de que es buena señal ese deseo de la ciudadanía de querer hacerse con el control de los procesos democráticos y de toma de decisiones. Aún así, en el contexto del referéndum, las élites liberales siguen denominándolo extremismo de derecha.

‘Brexit’: ¿y ahora qué? (2017), por Ian Dunt

Un Reino Unido sumido en el caos, donde no existe la libertad de movimiento y que se presenta solo frente al mundo. Ese es el peor escenario que nos podríamos encontrar y, también, el destino hacia el que se dirige actualmente Reino Unido. No es necesario que ocurra. Ni siquiera ahora. No son las consecuencias del brexit en sí, sino las de una salida caótica, las de un brexit duro. Es lo que ocurre cuando hay una planificación insuficiente, una falta de reflexión y cuando las emociones se imponen sobre la razón. Gran Bretaña puede evitar que ocurra. Todo lo que requiere es un equipo ministerial inteligente, un calendario plausible, cientos de expertos en comercio que aporten a la discusión, un debate político contenido y calma económica. Ahora mismo, no tenemos nada de esto.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Cómo es que uno de los poderes económicos y políticos mundiales más sofisticados se encuentra al borde del precipicio? ¿Cómo Reino Unido se ha perdido de tal manera en la retórica como para dar paso a este escenario? El núcleo del dilema británico actual es la negativa a enfrentarse a los datos objetivos. Nada más empezar, el debate del brexit se perdió en una pelea tribal y visceral cuya relación con la realidad era inexistente. Ese enfoque continuó intacto una vez que Theresa May comenzó a sentar los cimientos del Partido Conservador tras el fracaso del referéndum.

La clase política británica parece no entender los obstáculos que debemos superar o las profundas consecuencias del fracaso

La clase política británica parece no entender los obstáculos que debemos superar o las profundas consecuencias del fracaso. Han malinterpretado a la UE y a la Organización Mundial del Comercio, no han sabido entender el Artículo 50 y han fallado en comprender la economía y el marco legal en el que tienen que operar.

Este libro es precisamente un intento de eso: de que se entienda la situación. Basado en una investigación exhaustiva y en consultas a distintos expertos en política, leyes, mercados y Europa, esboza el camino que nos depara, incluyendo todos sus peligros y riesgos. El primer paso para prevenir una catástrofe radica en entender que esta es inminente.

Rule Britannia: el ‘brexit’ y el fin del imperio (2019), por Danny Dorling y Sally Tomlinson

Este libro cuenta una historia diferente. Nos hemos beneficiado de tomarnos más tiempo que otros autores para echar el freno y pensar. Argumentamos que parte del motivo por el que se llevó a cabo la votación del brexit fue que un pequeño grupo de personas en Gran Bretaña tiene una idea equivocada, peligrosa e imperialista de nuestra posición en el mundo, y que esto, sobre todas las cosas, fue el elemento catalizador del proceso que nos lleva al brexit, especialmente si hablamos de aquellos que están a favor.

En este libro sugerimos que, una vez que el brexit se lleve a término, vamos a tener que enfrentarnos a nuestro propio retrato de Dorian Gray: una imagen impactante y completamente deteriorada que no se parece en nada a lo que fuimos. Obviamente, no podemos estar seguros de cómo será esa Gran Bretaña post-brexit hasta que haya pasado un tiempo considerable desde la ruptura con la UE —o hasta que haya fracaso en nuestro intento de irnos—, pero los agitados y erráticos intentos de negociación llevados a cabo hasta ahora no inspiran confianza en el despertar de un nuevo imperio británico. La gente suele ver lo que quiere ver cuando se mira al espejo, sobre todo si ese espejo está distorsionado por unos tabloides y una BBC patriótica diciendo lo que quieren oír. La realidad puede ser sorprendentemente diferente.

Los agitados y erráticos intentos de negociación llevados a cabo hasta ahora no inspiran confianza en el despertar de un nuevo imperio británico

Aquí sugerimos que, en un futuro cercano, el referéndum de la UE se reconocerá de manera amplia y se entenderá como parte de los vestigios del imperio, logrando salir de la psique británica. Otros países europeos ya empezaron a abandonar sus mentalidades imperialistas poco después de la Segunda Guerra Mundial, pero a Reino Unido le ha costado hacer las paces con la idea de que, después de la década de los 60, uno a uno, todos los países que formaban nuestro imperio se alejaran de las garras británicas, algunos de manera pacífica y otros como resultado de conflictos encarnados. Prácticamente todos aquellos con una población significativa que permanecieron como colonia en 1969 consiguieron la independencia en 1970.

La creación de la nueva Commonwealth durante la posguerra fue mucho más que un lavado de cara, aunque pocos lo reconozcan en Gran Bretaña. A pesar de importar mano de obra de antiguas colonias a partir de los años 40, Reino Unido empezó a tener serias dificultades económicas tras perder sus posiciones coloniales. Pero, aún peor que eso, su población ha heredado una mentalidad colonial que tendrá repercusiones serias en nuestro futuro.

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