Cambio Climático

«La Ley de Cambio Climático es un espaldarazo a las recomendaciones internacionales»

Mª Luz Castilla, Senior Advisor de PwC, analiza en esta entrevista los retos de la descarbonización de la economía y de la transición ecológica.

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01
diciembre
2018
Mª Luz Castilla

Mª Luz Castilla es Senior Advisor de PwC en Sostenibilidad, y secretaria general técnica del Grupo Español de Crecimiento Verde, una asociación creada para fomentar la colaboración público-privada a la hora de abordar los retos ambientales a los que se enfrenta la sociedad. Como especialista en gobierno corporativo y asesora sobre temas medioambientales para diversas entidades, analiza en esta entrevista los retos de la descarbonización de la economía y la transición ecológica.

Según los últimos datos ofrecidos por la ONU, la capa de ozono se recupera gracias a los tratados internacionales y su agujero podría cerrarse para 2060. Sin embargo, la misma institución alertaba recientemente de una obligada limitación del aumento de la temperatura a 1,5 grados, y no a 2 grados como estableció el Acuerdo de París. ¿Es la descarbonización la solución contra el cambio climático?

En la lucha contra el cambio climático debemos escuchar a los científicos. En base a la ciencia, se firmó el Acuerdo de París para limitar el incremento de temperatura en 2 grados y frenar, así, su impacto en el planeta. Sin embargo, la comunidad científica, representada por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, ha vuelto a llamar la atención de que hay que elevar la ambición y limitar el aumento de temperatura a 1,5 grados ya que de lo contrario los efectos serán catastróficos. El informe hace un llamamiento inequívoco a la acción y, como nueva referencia para toda la sociedad, su mensaje es claro en cuanto al origen del calentamiento global. Las actividades humanas son las responsables de un aumento de las temperaturas globales de aproximadamente 1 grado sobre el nivel preindustrial y el documento señala que, al ritmo actual, el aumento de 1,5 grados se alcanzará entre 2030 y 2052. El informe describe detalladamente las consecuencias de un calentamiento global de esa magnitud: recrudecimiento e intensificación de la frecuencia de los fenómenos climatológicos extremos, aumento del nivel del mar, deshielo, empobrecimiento en recursos hídricos, disminución de la producción agrícola, incremento de las amenazas a la biodiversidad marina y terrestre, daños para la salud de las personas, pérdidas económicas y subida de los niveles de pobreza y desigualdad, entre otros.

«Las actividades humanas son las responsables de un aumento de las temperaturas globales»

¿Es posible lograr esos objetivos y anticiparse a las consecuencias del calentamiento global?

El reto es cumplir estos targets -tanto de 2 grados como 1,5 grados-, que intentan prevenir catástrofes y costes mucho mayores. Tenemos que ser capaces de desacoplar el crecimiento económico de las emisiones, o lo que es lo mismo, reducir su intensidad, medida como toneladas de CO2 emitidas por unidad de PIB. Es decir, tenemos que lograr crecer con menos emisiones. Según el Índice de Economía Baja en Carbono que publica PwC, la reducción de la intensidad de carbono para llegar a la neutralidad en 2100 y limitar el incremento de temperatura a solo 2 grados debería ser de un 6,4% anual. Los compromisos nacionales adoptados tras el Acuerdo de París alcanzan una reducción de la intensidad de carbono del 3% (no llegan a la deseada), mientras que la tendencia de los últimos 10 años es poco más del 1%, aunque en 2017 se redujo en 2,6%. Esto significa que el reto de descarbonizar la economía es enorme, y deberá haber grandes cambios en regulación, en los modelos de negocio, en la forma de producir energía, en la movilidad y el trasporte o en la edificación. Por eso, bienvenido sea el anteproyecto de Ley de Cambio Climático que ha elaborado el Gobierno, que adopta de manera valiente muchas de las medidas que pueden permitir reducir en mayor grado la intensidad de carbono sin dejar de crecer, pero haciéndolo de otra manera en un contexto de una economía descarbonizada.

¿Están las empresas poniendo sobre la mesa los riesgos climáticos?

Muchas empresas ya son conscientes de los riesgos del cambio climático y están adoptando medidas estratégicas para ello. De hecho, muchas empiezan a considerar también las oportunidades de negocio que ofrece una economía descarbonizada. Para eso se creó el Grupo Español de Crecimiento Verde (GECV), que apuesta por crear el contexto y las condiciones favorables en España que permitan posicionar de forma competitiva a las empresas españolas en esta transición. Pero yo no diría que esto está generalizado. Pocas empresas tienen ya expertos sobre ello en el Consejo, que es donde se toman a las decisiones estratégicas, y muchas pymes posiblemente no tienen recursos para poder estar al día de las tendencias que pueden cambiar su negocio en el futuro. El Task Force for Climate Disclosure, el grupo de trabajo del G-20, recomienda avanzar en transparencia respecto a los riesgos climáticos de cara a los mercados y al impacto financiero en el negocio. La regulación también ha entrado en esto, con una directiva de información no financiera que obliga a reportar información, entre ella la medioambiental y de cambio climático. Asimismo, el anteproyecto de Ley de Cambio Climático incorpora obligaciones de reporte sobre cómo abordan las cuestiones de sostenibilidad la empresa y los gestores de activos. Es un magnifico espaldarazo a las recomendaciones internacionales y a la transparencia que debe permitirnos avanzar. Todas las empresas deberían reflexionar sobre los riesgos del cambio climático y las oportunidades que se ofrecen, y diseñar una hoja de ruta para abordarlos y comunicarlos a los mercados.

¿En qué medida la tecnología y el big data pueden ayudar a frenar el despilfarro energético y avanzar hacia una economía circular?

La economía circular supone desmaterializar la economía utilizando menos recursos. Por tanto, está totalmente alineada con la digitalización. Tener mejor información -obtenida a través de análisis de big data-, ayuda a gestionar mejor, reducir ineficiencias y utilizar mejor los recursos. Por ejemplo, todo el debate alrededor de las smart cities tiene como objetivo conseguir ciudades más resilientes, mejor adaptadas al cambio climático y con menor consumo. La tecnología ya nos permite grandes avances en las ciudades en materia de trasporte (e-mobility, gestión de flotas, vehículos compartidos, trasporte público y privado eléctrico), en energía (producción de energía descentralizada o medidas por la eficiencia energética), en edificación (soluciones conectadas para edificios y hogares inteligentes) en seguridad y salud (geolocalizaciones para prevenir accidentes, nuevas soluciones de tecnología de seguridad, realidad aumentada) o en gobernanza, con apps conectadas a plataformas municipales de datos que permiten mejorar la gestión con mayor información.

«Todas las empresas deberían reflexionar sobre los riesgos del cambio climático»

¿Qué supone hablar de economía circular a escala ciudad? ¿Qué papel juegan los grandes núcleos urbanos en la transición ecológica?

Las ciudades tienen un papel crítico en la transición ecológica. Los grandes impactos en el entorno, la salud o los recursos se generan en núcleos urbanos, debido al transporte, al consumo de energía en edificios y la gestión de los residuos. La economía circular aplicada a las ciudades permite optimizar grandes cantidades de recursos y reducir su uso. Se crearán nuevos modelos de negocio, lo que además repercutirá en creación de puestos de trabajo. El C-40, el grupo de grandes ciudades del mundo, recientemente reunido en Barcelona, impulsa políticas y programas hacia una economía descarbonizada, circular y más resiliente.

¿De qué manera pueden incentivase comportamientos a través de la fiscalidad ambiental?

La fiscalidad es una herramienta fundamental para apoyar un determinado modelo de crecimiento. Es un buen instrumento que permite potenciar el consumo sostenible y fomentar una economía baja en carbono. No consiste solo en crear nuevos impuestos, con el principio de «quien contamina paga», sino en rebalancear los existentes para influir en nuestro comportamiento. En España está pendiente una verdadera reforma fiscal ambiental a nivel nacional, autonómico y local. Pero implementar medidas que favorezcan un comportamiento responsable -como la reducción del IBI en edificios más eficientes, la bajada de las tasas de aparcamiento para vehículos híbridos o eléctricos o la rebaja en la tasa de basuras para favorecer comportamientos enfocados al reciclaje- son herramientas para incentivar comportamientos más respetuosos. Desde el GECV se apuesta por revisar la fiscalidad para convertirla en una herramienta de apoyo al crecimiento verde.

* La entrevista original puede leerse en el blog de Energy Talks pinchando aquí

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