Cultura

¿Es posible un porno ético?

La industria del porno factura miles de millones de euros y de visionados al año en todo el mundo. Junto al dinero y las visitas, también acumula denuncias de abusos y malas praxis.

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30
octubre
2017

«Imaginen una escena, una escena porno, ¿qué ven? A una mujer rubia con un vestido ajustado, labios rojos, unos pechos como melones. Entre los labios de la mujer, un pene, un pene del tamaño de un semental. ¿Por qué esta mujer le está haciendo una mamada? Porque este buen hombre se le acercó y la rescató cuando su coche se averió. Después él eyacula sobre su cara y ella sonríe con una sonrisa de falso placer. Eso es el porno. Y es hora de que el porno cambie». Así inauguró Erika Lust, directora y productora de cine porno desde 2004, su charla TED en diciembre de 2014. La cineasta llamó a la transformación de una industria cuyo consumo sigue siendo tabú, pero factura miles de millones de euros al año. Y que, junto al dinero, acumula, cada vez más, denuncias de malas praxis laborales hacia sus trabajadores, incluídas falta de garantías higiénicas y abusos en los rodajes. En los casi tres años que han pasado desde la reivindicación de Lust, han proliferado artículos y voces, internas y externas, que celebran la llegada de un porno alternativo, conocido como ético y feminista. Pero, ¿existe realmente? Y si la respuesta es afirmativa, ¿se produce y consume en España?

El actor porno Sylvan Gavroche considera que antes de analizar la nueva forma de crear, hay que entender que «todo el porno feminista es ético, pero no todo el porno ético es feminista». La industria pornográfica está experimentando no solo una transformación, sino dos fundamentales que «pueden ir juntas de la mano o pueden ir separadas», señala Anneke Necro, actriz y cineasta porno y cofundadora de Mantis Lab.

Anneke Necro: «La mujer aparece como un ente activo al mismo nivel que los hombres»

El porno ético apela a todo lo que un consumidor no percibe cuando ve una película o un corto. Es aquel en el que se trabaja con «unas condiciones laborales justas», dice Anneke. Tanto ella como Sylvan señalan que una gran parte de las productoras no respetan las condiciones elementales de cualquier trabajo, como puede ser dar de alta a los empleados en la Seguridad Social u ofrecer un sueldo acorde al trabajo realizado.

Además, Sylvan añade las siguientes condiciones que debe reunir el porno ético para poder llamarse así: «Que nos pregunten si queremos usar o no preservativo, que sepas con quién vas a trabajar antes de llegar al rodaje, si se trabaja a partir de ciertas horas que haya comida y que haya instalaciones para ducharte y lavarte. Para mí, una cosa muy importante, incluso muchísimo más que el tema económico, es conocer antes del rodaje el guion. Es decir, que no solo sepas qué práctica vas a hacer sino qué tipo de escena, qué es lo que vas a interpretar para poder decidir si estás de acuerdo o no», matiza Anneke.

Frente a lo que no se ve (pero importa), se encuentra la manera de hacer y entender la industria que sí tiene cambios muy visibles: el porno feminista. En palabras de Anneke, «es un porno inclusivo que lo que quiere es abarcar el máximo de prácticas y de matices que puede haber en la erótica y en el sexo. Es un porno que, lejos de querer clasificar, de evitar ciertas prácticas y de marginar algunos gustos, lo que quiere hacer es incluirlos». Un factor determinante del porno feminista es el rol de la mujer. Mientras que en la mayoría de producciones que se pueden ver en internet estas son siempre pasivas y se limitan a dejarse hacer, aquí «la mujer aparece como un ente activo al mismo nivel que sus compañeros hombres, tiene algo que aportar», aclara Anneke.

Sylvan Gavroche: «Es más fácil que paguen en condiciones que plantear prácticas feministas»

La realidad de esta ola de cambios es que raramente aparecen los conceptos de porno ético y porno feminista juntos en la misma producción. «Es más fácil que te paguen y que te hagan un contrato en condiciones que plantear prácticas feministas adecuadas», opina Sylvan. Por su parte, Anneke considera que uno de los grandes obstáculos a los que se enfrenta el porno con ambas características es la pérdida de dinero en el porno global. En los últimos años, las plataformas de internet (tubes) que ofrecen contenido gratis y en buena calidad se han convertido en un verdadero problema dentro de una industria acostumbrada a facturar mucho dinero sin dificultad. El último informe (2016) de PornHub, el portal web líder de contenido xxx, muestra unas cifras de consumo astronómicas: 23.000 millones de visitas anuales a la página y un tiempo de visionado total equivalente a 524.375 años.

«Si ya el porno mainstream está en las últimas, imagínate lo difícil que es sacar adelante una productora de porno alternativo. El problema de las pequeñas productoras y empresas de este tipo de porno es que, muchas veces, no pueden garantizar unos sueldos acordes a lo que se debería pagar. No es porque no se quiera o porque no se valore el trabajo, es porque es imposible», sentencia la cineasta. Aun así, reconoce que a ella el capital no es lo que más le interesa, por lo que «muchas veces el porno feminista es más una acción política que las ganas reales de montar una empresa».

Anneke reconoce que siempre ha sido muy tozuda y reivindicativa. Dos facetas que lleva al máximo cuando se trata de denunciar la mercantilización del porno ético y feminista: «Nos encontramos con señores hablando de porno ético cuando todas sabemos que no pagan a sus actrices», dice, en referencia a las charlas que las productoras de público masivo ofrecen en los distintos salones eróticos de España. «Han encontrado un mercado y lo quieren explotar y eso es una falta de respeto enorme hacia todas las mujeres que llevan décadas, porque parece que el porno feminista y ético es algo de ahora, pero no es así, hay mujeres que llevan muchos años dejándose el alma y la vida para que ahora vengan productoras horripilantes cuyo contenido es lo peor a aprovecharse del feminismo», sentencia.

Los hombres también necesitan porno feminista

«El feminismo es vuestra lucha (la de las mujeres) y no podemos abanderarnos de ella, pero si creemos que el machismo y el patriarcado traen beneficios para el hombre, vamos mal», considera Sylvan. Añade que dentro de la industria se ha encontrado con que sus compañeros tratan cuidadosamente el tema porque «cualquier hombre que empiece a entender un poco el feminismo dice: ‘esto es mi culpa’». Sylvan opina que dentro de la industria el machismo supone un foco de presión para los hombres que acaba siendo un problema, además de la despersonalización que casi siempre viven y que les reduce a «un pene que tiene que estar siempre a tope sin quejarse». Anneke comparte la visión de Sylvan y lo demuestra cada vez que tiene ocasión. «Esta lucha también va con ellos, es de los pocos lugares en que un hombre cobra menos que una mujer. A nosotras nos hacen mil cosas degradantes, pero a ellos también».

El porno feminista y ético no solo beneficia a los profesionales de la industria; para los consumidores también puede suponer un punto de inflexión. Erika Lust, en una entrevista concedida a Fotogramas el año pasado señalaba la importancia de consumir (buen) porno de una manera muy gráfica: «En España, la educación sexual sigue siendo catastrófica, por lo que el porno ha asumido esta función. Y no siempre es recomendable, porque en Internet hay muchos Torbe… Es como dejar la educación sobre las drogas a los traficantes de drogas». Lust se refería a la detención del empresario porno acusado, entre otras cosas, de explotación de menores.

Sylvan reconoce que si «hubiese visto (de adolescente) vídeos como los de Erika Lust, mis expectativas respecto al sexo habrían sido otras. En vez de pensar ‘voy a reventar a esta chica’ habría pensado ‘esta chica también necesita disfrutar’». Anneke defiende que «dentro de la buena pornografía puedes encerrar muchos mensajes y la gente los capta y los recibe de una manera positiva y los acaba aplicando a su vida».

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