Internacional

Hacer Europa y no la guerra

Enrico Letta, quien fuera ministro de Italia durante la crisis del euro, defiende en su último libro que el futuro pasa por «desbruselizar» Europa y democratizar su funcionamiento.

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27
octubre
2017

Atentados terroristas, cifras desorbitadas de paro juvenil en la Europa mediterránea, la peculiar situación griega… a lo que hay que sumar las provocaciones de Trump, Putin y Erdogan desde el exterior. La Unión Europea se enfrenta a una situación inédita y sin precedentes frente a la que no hay brújula que valga. En el libro ‘Hacer Europa y no la guerra’, Enrico Letta, que fue primer ministro de Italia durante la crisis del euro, defiende que el futuro pasa por «desbruselizar» Europa, democratizar su funcionamiento y acercar el proyecto a aquellos que sienten que les ignora.

La Unión Europea y el euro se han vuelto mortales, corren el riesgo de descomponerse. Tras el primer batacazo del brexit, nos dimos cuenta de que todo el diseño europeo podía venirse abajo. Era la primera vez que ocurría algo así. Con la sucesiva elección de Trump y su ataque frontal a la idea misma de integración europea, esa amenaza se intensificó aún más, hasta el punto de convertir las elecciones francesas en un auténtico referéndum sobre Europa.

«En pocas décadas habrá diez mil millones de personas en el mundo, y solo un 5% serán europeos»

Al salir de la Unión se percibe su importancia de manera fortísima: es la única posibilidad de éxito para nuestros pequeños países en un mundo global que, en cuestión de pocas décadas, contará con casi diez mil millones de habitantes, de los que tan solo un 5% serán europeos. ¡Hace un siglo éramos un cuarto del mundo! Y pensar que aún hay quien afirma que existe un futuro como potencia para cada país europeo, como antaño, sin darse cuenta de que, frente al mundo, nuestra Europa no se divide en países grandes y pequeños, sino en países pequeños y países que todavía a no se han enterado de que lo son.

El proyecto europeo trazaba un horizonte de unidad que lo convertía en algo amable aunque lo bastante remoto para no tomárselo demasiado en serio. Todo cambió con la llegada del euro a nuestros billeteros, a partir de 2002. La moneda única sí sentó de repente a Europa en el banquillo de los acusados. Algo que nadie había previsto. Nos explicaron, por ejemplo, que las políticas económicas seguirían siendo de ámbito nacional y que, por lo tanto, no eran competencia de Europa. Ahora bien, para el ciudadano la moneda es inseparable de la economía, y la fuerza simbólica de la moneda se subestimó por completo. La divergencia estalló con la crisis financiera de 2008, que marcó la diferencia entre la Europa del sur, por un lado, y Alemania por otro. De todas formas, el nacionalismo siempre ha necesitado a un enemigo. Puede ser Bruselas, el fontanero polaco o cualquier otro extranjero, como en la votación del brexit. Cuando el nacionalismo está de regreso, ya no existen socios en Europa, tan solo amigos y enemigos.

En nuestro continente, la Unión Europea es el principal blanco del reto monetario, tecnológico y comercial, pues representa la vanguardia de la apertura, la eliminación de las fronteras. Sin embargo, para los grandes grupos en el sector de la banca y de las obras públicas es primordial derribar las fronteras. De ese modo aumenta la brecha en relación con la parte de la economía que no sale del país. Los que quieren quedarse en la Unión Europea pertenecen a la categoría que reclama la apertura de fronteras. En cambio, los que temen dicha apertura desean salir de la Unión. Se perfila un nuevo bipartidismo político entre globalistas y nacionalistas, como vimos durante la última campaña presidencial francesa.

Papeles clave

La cuestión del lugar dominante que ocupa Alemania repercute en todas las instancias políticas, económicas o académicas, y la canciller Angela Merkel es consciente de la percepción que se tiene desde fuera. En mis contactos con ella he podido ver que comprende que Alemania debe evitar convertirse en hegemónica en Europa, que hay que esforzarse por impedir que se acentúe más la brecha norte-sur en el continente. Sin embargo, no es esa la imagen de ella que domina. […]La persistente negativa alemana a avanzar hacia la unión económica se explica por el hecho de que Alemania se percibe como la virtud y vea los demás como el vicio.

«Francia es el único país de la UE con escaño permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU»

Por su parte, Francia vuelve a encontrarse en una situación de responsabilidad única en el continente. Con el brexit, el país galo se convierte en el único país de la UE con un escaño permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. El único que posee armamento nuclear y, lo que es más, dispone de una fuerza militar con una capacidad de proyección estratégica y táctica de alto nivel, que puede desplegarse sobre el terreno.

Ante Trump, hagámonos adultos

En un mundo en que, cada vez más, lo prioritario no es tanto la economía como la seguridad, nuestra insuficiente autonomía de autoridad a este respecto plantea problemas. Y más si nuestro principal aliado, Estados Unidos, toma un camino divergente, cuando no distinto, del nuestro. […] Las continuas provocaciones de Trump contra sus socios europeos tradicionales son algo más que meras polémicas con fines electorales internos. Hay algo más profundo. Y no carecerá de consecuencias. De igual forma, si echamos un vistazo a la lista de los países de origen de los refugiados encontraremos Afganistán, Irak y Siria, así como Libia en cuanto país de tránsito. Es decir, los cuatro países donde Europa no ha sabido actuar, coordinarse con sus aliados o entenderse con Rusia.

Europa debe intervenir en el G7 y en el G20, no sea que acaben imponiéndole el llamado G2: China y Estados Unidos. Ha de defender valiente, incluso encarnizadamente, el ámbito multilateral, las Naciones Unidas, la OMC, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), contra el unilateralismo estadounidense.

Lo mejor, y no una alternativa a lo peor

La gente se siente vinculada a la democracia, pero rechaza la política. Si queremos reconciliar ambas, la política propuesta ha de ser coherente, inteligible, verificable, transparente. Deben llevarla a cabo personas con credibilidad. Si dices una cosa, tienes que hacerla. De lo contrario, la gente se enfurece, y con razón.

«Europa debe intervenir en el G7 y en el G20, no sea que se imponga el G2: China y Estados Unidos»

En la actualidad estamos descubriendo que la Unión Europea es mortal y que incluso hay quienes desde fuera pretenden debilitarla, acabar con ella. Ha llegado la hora de que el pensamiento crítico se una a las pasiones en una gran batalla por las ideas y los valores. También la de apoyar a Europa, no como la única opción que se impone, sino pensando en lo que es mejor para nuestros hijos y su futuro.

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