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Jóvenes españoles y Europa

Coherencia, la asignatura pendiente de la Unión Europea

Una juventud desencantada señala con dureza que Europa parece más preocupada por intereses económicos inmediatos que por la dignidad de las personas.

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30
mayo
2025

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La juventud española lo tiene claro: Más Europa. El reciente informe publicado en Talento para el Futuro, El Dilema de Europa revela una generación que, aunque valora con rotundidad la pertenencia a la Unión Europea (UE) –con un 69,5% considerándola esencial–, se muestra profundamente desencantada con su política exterior. ¿La razón? La hipocresía institucionalizada, un doble rasero que enfrenta valores proclamados y acciones reales.

La valoración que los jóvenes otorgan al desempeño exterior europeo roza lo bochornoso, con una nota media de 2,2 sobre 5. El dato se vuelve aún más demoledor si atendemos a los extremos ideológicos: un 78% de los jóvenes muy de izquierdas o muy de derechas suspende sin paliativos las acciones exteriores de Bruselas. La UE parece decidida a coleccionar declaraciones solemnes sobre democracia y derechos humanos mientras sigue firmando acuerdos comerciales con países cuya calidad democrática brilla por su ausencia. El 57,3% de los jóvenes españoles exige coherencia y se opone firmemente a estas contradicciones, reclamando una diplomacia ética real y no de cartón piedra.

Esta juventud desencantada señala con dureza que Europa parece más preocupada por intereses económicos inmediatos que por la dignidad de las personas. No sorprende que un 67,4% de ellos insista en que las políticas exteriores deben poner por delante el bienestar ciudadano, europeo y no europeo, antes que cualquier rédito comercial. Vaya, algo que debería ser fundamental para fortalecer la identidad europea. Pero en Bruselas, la lógica mercantil suele prevalecer, debilitando la credibilidad europea.

A pesar del desencanto, esta generación no quiere que Europa retroceda en su influencia económica internacional; más bien desea que esta herramienta poderosa sirva para algo más que negociar contratos lucrativos. Un contundente 68% respalda el uso estratégico de la diplomacia económica europea, pero demanda que esta se ejerza con principios claros y transparentes, poniendo fin al cinismo institucional.

Europa debe ser valiente en las palabras y coherente en los hechos, no tímida ni equidistante cuando se vulneran derechos humanos básicos

La autonomía estratégica también se perfila como una exigencia creciente: el 83% de los jóvenes reclama una UE capaz de actuar con independencia, sin estar constantemente a la sombra de grandes potencias como Estados Unidos o China. La juventud entiende que solo con capacidad propia y coherencia en sus políticas puede Europa desempeñar un papel significativo en un mundo convulso. Para ellos, autonomía significa más que independencia militar o tecnológica; implica, sobre todo, ser dueños de una identidad europea comprometida auténticamente con la democracia y los derechos humanos.

En conflictos internacionales como Ucrania o Palestina, la juventud española reclama una postura valiente y decidida. El 39,9% exige una Europa mediadora y diplomática, que no vacile ni muestre debilidad ante agresores pero que tampoco apueste ciegamente por la militarización. Asimismo, el 53,3% exige mayor contundencia en la defensa de los derechos humanos, apoyando decididamente a Palestina frente a las acciones del gobierno israelí. Europa debe ser valiente en las palabras y coherente en los hechos, no tímida ni equidistante cuando se vulneran derechos humanos básicos.

El mensaje que envían los jóvenes españoles a Bruselas es incómodamente claro: basta de discursos grandilocuentes y gestos vacíos. Europa necesita abandonar urgentemente su tendencia a vender valores en discursos mientras los sacrifica en los despachos. Si las instituciones europeas ignoran esta llamada al orden, estarán cultivando el terreno ideal para la creciente desafección juvenil y dando alas a un euroescepticismo que se alimenta precisamente de la frustración ante la incoherencia institucional.

Este «dilema de Europa» que enfrenta ideales con realidades es, en realidad, la oportunidad perfecta para un cambio radical. La UE debe decidir qué quiere ser: un actor global respetado por su firme compromiso ético o simplemente otro participante más en un tablero internacional plagado de hipocresía. La juventud española ya ha decidido cuál es su Europa deseada: una Unión Europea que hable menos y haga más, y sobre todo, que lo que haga esté verdaderamente alineado con los valores que dice defender.


Elsa Arnaiz es directora general de Talento para el Futuro

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