¿Debe o no regularse la gestación subrogada?
La denominada gestación subrogada saltó al ruedo político tras una propuesta de Ciudadanos que fue rechazada por Partido Popular, PSOE y Podemos. Tres expertas comparten con Ethic sus reflexiones.
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La denominada gestación subrogada saltó al ruedo político tras una propuesta de Ciudadanos que fue rechazada por Partido Popular, PSOE y Podemos. Mientras en países como Reino Unido, Australia, Estados Unidos, Grecia, Rusia, Ucrania o Grecia está regulada, en España está prohibida y la maternidad sigue determinada por el parto. ¿Debe impulsarse la legislación de la gestación subrogada? Tres expertas comparten con Ethic sus reflexiones.
Pongámosle nombre(s)
Gestación subrogada, maternidad subrogada, vientre de alquiler, gestación por sustitución, útero de alquiler, externalización del embarazo y el parto… ¿Tiene sentido esta batalla conceptual?
Para la filósofa Alicia Mirayes, «el alquiler de vientres es la manera más plástica para referirse a la gestación subrogada». «El lenguaje tiene una potencia, alejar o distanciar, y en este sentido, la ‘gestación subrogada’ es un eufemismo para que la gente se olvide de lo que estamos hablando, para que piense que no tiene nada que ver con una madre ni con un embarazo», señala.
Una opinión de la que discrepa Aurora González, portavoz de la Asociación por la Gestación Subrogada en España, que la define como «una forma de entender la maternidad». «No es nada nuevo. Tenemos técnicas de reproducción asistida que dependen de la solidaridad de otras personas», sostiene.
Con relación a este punto, la socióloga Sara Lafuente matiza: «Si bien la ley actual entiende como ‘técnicas de reproducción asistida’ una variedad amplia de prácticas socio-técnicas, quizás sea importante distinguir entre lo que serían técnicas (inseminación artificial, fecundación in vitro, etc.) y las transferencias o sustituciones de la capacidad reproductiva que éstas hacen posibles (donación de gametos o gestación subrogada)». Lafuente considera idónea esta fórmula -transferencia de la capacidad reproductiva- porque «no predefine el régimen: si es por altruismo o por alquiler o venta».
¿Una mercantilización del cuerpo de la mujer?
Aunque llegan a distintas conclusiones, las tres expertas consultadas por Ethic parten de una premisa: la gestación subrogada es un método que se presta a la explotación de la mujer, especialmente en países donde la protección de sus derechos no ofrece garantías.
«Se está transfiriendo una capacidad reproductiva, lo que nos debe hacer reflexionar sobre cómo se concibe al trabajo y a las mujeres o a los cuerpos con útero», reivindica Lafuente, que habla de un nuevo campo de explotación económica de lo biológico que se conecta más con los ensayos clínicos y la investigación de células madre. «La gestación subrogada, así como la reproducción asistida, forman parte de esa bioeconomía. Si el neoliberalismo ha dado tantos pasos para que la gestación subrogada sea una opción, exijamos que sea regulado y con marcos laborales, reconocido realmente como un trabajo. Atendiendo a los riesgos laborales, teniendo la opción de repensar los convenios, etcétera. Es un asunto muy serio y como tal hay que tomarlo. Los caminos rápidos como la compensación solo facilitan la precariedad», advierte.
«La clave es que, tanto si se prohíbe como si se regula, sea en condiciones igualmente aplicables en otras latitudes, a la hora de inscribir a niños en otros países», defiende Lafuente, que denuncia «el doble rasero» que se da en este sentido.
Para Aurora González, considerar o no la gestación subrogada una mercantilización del cuerpo de la mujer «depende de cómo esté regulada, de cómo se respeten las leyes y de cuál sea la voluntad de padres y madres». «Independientemente de las carencias que pueda tener una ley, las personas que participan tienen que respetar esa voluntad. Existen mujeres que quieren colaborar con otras personas. Regular de forma garantista se trata de eso, de asegurar nuestros derechos respetados», argumenta. Y puntualiza: «Durante el embarazo, la mujer gestante tiene que tener absoluta autonomía; también en el caso de querer interrumpirlo».
«La gestación subrogada no puede abordarse desde el criterio económico; es una cuestión de derechos humanos», afirma Alicia Mirayes, que forma parte del movimiento feminista No somos vasijas, . «Los derechos son inalienables. No se pueden ni comprar ni vender ni trasferir. Nadie puede ser objeto de transacción».
El altruismo: ¿una falacia?
Mirayes es contundente: «El supuesto altruismo es una trampa. No hay mujeres dispuestas; lo dicen las estadísticas. Y eso facilita que las personas acudan al mercado reproductivo internacional, donde puedan registrar a esas criaturas. No podemos rescindir derechos de filiación y custodia a través de un contrato, cuando nos ha costado tres siglos conseguirlos».
Partir del negacionismo -no existen los casos de mujeres que, por solidaridad, se prestan a gestar pata otras- atomiza, en cierta manera, el debate. Así lo cree González, que expone los dos modelos de regulación que existen, la altruista y la comercial. «Es lógico hablar de esos dos tipos. Nosotros, desde la asociación, abogamos por la regulación de la altruista en España», arguye. «La única retribución que debe haber es para hacer frente a los gastos básicos, lo suficiente para compensar las molestias o inconvenientes de un embarazo. Es algo abstracto, por eso, en los juicios, en las sentencias, lo habitual es que valoren ese tipo de daños». La portavoz de esta organización propone que «técnicos del Ministerio de Sanidad y Servicios Sociales determinen una cantidad justa».
Para Lafuente, «es muy difícil en el mundo en el que vivimos entender que exista una compensación que no sea incentivación. La gestación subrogada es una manera de generar nichos de empleo precarios. Generar trabajos no reconocidos como trabajos, pero para quien esa compensación le es suficiente. Se hace un doble discurso con apariencia de altruismo. Si fuese altruismo, en el caso, por ejemplo, de que mi hermana no pueda gestar y yo geste para ella, no habría esa compensación económica».
Entre el paternalismo y la salvaguarda de los derechos
Si una mujer se presta a gestar para terceros no por generosidad sino por cuestiones económicas, ¿es cuestionable o condenable? Impedir que las mujeres decidan libremente qué hacer con sus cuerpos, ¿implica partir de una posición paternalista?
«Es importante el derecho de las mujeres a decidir, pero también creo en los límites a las decisiones individuales. Al igual que no se puede comprar un órgano o ir a 200 por hora por la carretera», argumenta Lafuente. «Se usa ese discurso para facilitar el derecho a acceder a bebés por parte de mucha gente -a la que claramente hay que escuchar-, pero no para que todo el mundo acceda sino para que todas las personas que queremos implicarnos en procesos de crianza lo hagamos».
«La gestación subrogada es una solución para un problema de infertilidad, que está catalogado como un problema de salud», considera González. Desde la asociación, «abogamos por el derecho a decidir de todas las mujeres. Sin imponer tutelas de ningún tipo».
«Las cosas no se hacen por lo que a una le sucede, sino por el bien colectivo que generas», replica Mirayes. «No olvidemos que tener hijos es un deseo, no un derecho. No hay jurisdicción en el mundo que determine el derecho de las personas a tener hijos. Solo se estableció en China, y fue para restringirlo. Si tener hijos fuera un derecho, las leyes del aborto desaparecerían del planeta. La elección tiene un límite en el momento en que afecta a terceras personas», opina la experta. «Hay muchas maneras de formar una familia, no solo poniendo en peligro los derechos de las mujeres ni impidiendo a los menores saber quién es su madre».
¿Qué es ser madre o padre?
El debate sobre la posible regulación de la gestación subrogada deriva inmediatamente en otro: ¿qué significa ser madre o padre? ¿Debemos repensar los modelos de filiación?
«La filiación se establece con respecto a los padres de intención. Porque se da más fuerza a aquel vinculo que se establece con las personas que tienen la intención de ser padres. La madre es la que pare según antiquísimos principios romanos», opina González. «La selección de las gestantes va acompañada de rigurosos requisitos de control psicológico; ellas saben que ese hijo no es suyo. Después, la mayoría suele mantener relación con las familias». En cuanto a los vínculos emocionales, «los bebes necesitan una figura de apego y no necesariamente tiene que ser la madre. Hay muchos estudios que afirman que evidentemente se crea un vínculo emocional entre madre biológica e hijo, pero también los hay que dicen que, aunque existe, no es condicionante. Existen tantos sentimientos y vínculos como mujeres y como hombres», añade.
Para Mirayes, sin embargo, lo que refleja la gestación subrogada es un «egoísmo biológico interno, un deseo paterno profundo por transmitir su genética. ¿Hay algo más tradicional que eso?», se pregunta.
«Damos demasiado valor a lo biológico y a lo genético», coincide Lafuente. «Me sorprende la confianza que tiene la gente en su propia genética. Que la evolución exista no quiere decir que evolucione en base a tus genes. Aunque el foco es otro: querer culminar el deseo de mantener la genética no debe conllevar que se rompan acuerdos sociales ni laborales. Eso es lo que yo creo que hay de debatir».
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