Cultura
¿Recuerdas cuando tu médico fumaba en la consulta?
En el Día Mundial Sin Tabaco, queda claro que la ley que prohibe su consumo ha dado sus frutos: menos ingresos hospitalarios y más espacios libres de humo. Con todo, no ha bajado la adicción.
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El médico de cabecera A.P. (prefiere no dar su nombre completo) reconoce que, durante su etapa de residencia en el hospital madrileño de La Princesa, alguna vez llegó a fumar pasando consulta. «En realidad solo estaba permitido hacerlo en las salas de descanso del personal sanitario, pero no se controlaba demasiado. Si los pacientes estaban de acuerdo, no había problema». Ánder Zubiría trabajó una temporada como cajero en la desaparecida Caja Madrid: «Atendía a los clientes con el tabaco y el cenicero al lado. Recuerdo que contaba los billetes con el cigarro entre los dedos, humeante, llenándolo todo de ceniza. Nadie se quejó nunca de aquello». La profesora de Derecho M.R. (tampoco quiere dar su nombre) siempre fumaba cuando daba clase. «Lo curioso es que a los alumnos no se les permitía fumar en horas lectivas más que en los pasillos, pero a los profesores se nos consentía», reconoce.
Son tres escenas muy reales que hoy se nos antojan surreales. No ha pasado tanto tiempo: sucedían este siglo, con mucha habitualidad. La Ley Antitabaco 42/2010, impulsada y aprobada durante la legislatura del PSOE, marcó un punto de inflexión al inicio de esta década, y aunque echó a andar cargada de polémica, cambió para siempre los hábitos ciudadanos. En lugar de matizar la permisividad respecto al consumo de la nicotina en espacios públicos cerrados, estableció una tabula rasa en forma de prohibición general.
No hace tanto que uno podía fumar incluso en espacios claustrofóbicos como el de un avión, el metro o dentro de un autobús. Aunque existieran algunas restricciones, normalmente se saltaban a la torera con la complacencia del resto, incluso los no fumadores. El último informe de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE) demuestra que esa ley absoluta fue una buena idea: aunque la prevalencia del consumo de en nuestro país sigue por encima de la media de Europa (estamos en el noveno puesto) en este tiempo hemos mejorado en el impacto en la salud. Así, han descendido los ingresos hospitalarios y la mortalidad por infarto de miocardio, las hospitalizaciones por enfermedades respiratorias crónicas y los nacimientos prematuros, y las tasas de bajo peso al nacer se han reducido con la nueva legislación hasta un 3,5%.
La exposición al nocivo humo ha bajado drásticamente en los espacios de trabajo, en el caso de la hostelería, hasta en un 90%. La mortalidad por humo ambiental también ha descendido significativamente, y todo esto sin que exista un impacto negativo en el volumen de negocio tabaquero, tal y como recoge el informe. La encuesta de la SEE demuestra que, a día de hoy, la mayoría de los fumadores respetan la prohibición de fumar y la tienen totalmente interiorizada. Solo un 5% reconoce que hace ‘trampas’ y fuma en el trabajo, un 9% en bares y restaurantes y un 4% en discotecas y clubes nocturnos. En cuanto al transporte público, llama la atención que el 2,2% de los taxistas reconozca que fuma en el coche, si bien es una cifra muy baja en comparación con la década pasada.
El proceso deshumificador
Si hacemos un repaso a la evolución legislativa de los últimos 20 años respecto al tabaco, observamos que la tendencia ha sido hacia la prohibición, lo que no quita que encontremos hechos llamativos. Con la regulación de 1998, por ejemplo, se permitía fumar en los centros educativos, en aquellas áreas donde no entraran menores de 16 años. En 2006 se prohibió esto, y en 2010 se amplió a cualquier espacio al aire libre del recinto.
A principios de siglo, en los hospitales, se permitía hacerlo en salas reservadas, tanto a pacientes como a personal sanitario. Ahora está prohibido, incluso en los espacios exteriores del edificio. En los centros de trabajo se podía fumar, a menos que hubiera embarazadas en la estancia. La prohibición global llegó con la ley de 2006. En los bares y restaurantes se podía fumar sin restricciones en el 2000. Seis años más tarde, se estableció que los locales de menos de 100 metros cuadrados debían elegir si eran o no de fumadores. Lo de más extensión, estaban obligados a habilitar una zona para esta actividad. En 2010 llegó la prohibición general, que ocasionó las quejas de muchos hosteleros que habían afrontado las obras de separación solo cuatro años antes.
La legislación de comienzos de siglo respecto al transporte público es llamativa: no se podía fumar en los autobuses colectivos, urbanos e interurbanos, en los que hubiera gente que de pie. En 2006 se prohibió fumar en cualquier caso, y se extendió incluso a andenes y estaciones.
Aún queda mucho por hacer
Según declara la SEE en su informe, aunque hemos avanzado mucho, quedan retos pendientes para erradicar el tabaquismo. Entre ellos, que se imponga como en otros países, el empaquetado genérico, sin logotipos y con el mismo color, tamaño y forma para todas las marcas. También reclaman desde la organización el desarrollo de más campañas de publicidad para prevenir el consumo, igualar el precio de los diferentes productos del tabaco, equiparar el uso de los cigarrillos electrónicos en lugares públicos o establecer nuevos espacios libres de humo.
Hay un gran avance, en cualquier caso, que no debe pasar desapercibido: en 2004, el marco legislativo español tan solo aplicaba el 13% de las medidas de control del consumo de tabaco que proponía la Organización Mundial de la Salud. El año pasado, el porcentaje fue del 95,4%. Según el informe de la SEE, aquí radica el gran cambio: «Cada vez más, estamos fomentando una sociedad en la que el tabaco está desnormalizado».
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