Opinión

«Lo único serio en estos momentos es la literatura»

Luis Goytisolo ocupa el sillón C en la Academia de la Lengua. El escritor, autor de Antagonía, ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Narrativa y el Premio Nacional de las Letras.

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Gregorio González
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13
marzo
2017

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Gregorio González

Cuando alguien escribe una obra maestra, a menudo se convierte en preso de ella. Ensombrece el resto de su obra. Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) alumbró, a lo largo de casi veinte años, ‘Antagonía’, un texto con un planteamiento narrativo audaz, fascinante, en el que realidad, narración y metaliteratura se fecundan gozosamente. Autor también de ‘El sueño de San Luis’, ‘Las afueras’ o ‘El atasco y otras fábulas’, Goytisolo recibió, entre otros, el Premio Nacional de Narrativa y el Premio Nacional de las Letras. Es académico de la lengua y ocupa el sillón C, que dejó vacante el poeta Luis Rosales.

La mayoría de estas fábulas ya se habían publicado, las conocíamos, pero esta última, nueva, ‘El atasco’, tan ‘terriblemente’ divertida, parece una alegoría del atasco que vivimos en España, en Europa, en Estados Unidos…

Así es, el título obedece precisamente a eso, al atasco en el que está el mundo entero a partir de la crisis de Lehman Brothers, en 2008. Desde entonces, nos cambiaron el paisaje.

¿Tiene enmienda este atasco generalizado?

No lo sé, nunca he vivido nada parecido… supongo que sí, la humanidad ha pasado por periodos peores y más largos. Saldremos de esta, pero no puedo imaginar cómo; la recuperación económica es perfectamente imaginable, pero esa recuperación durará lo que dure y volveremos a las andadas. La solución general no la veo, no puedo imaginarla.

Uno de los personajes de las fábulas antiguas, Sicmundus, ese tipo obsceno, fanfarrón, canalla, recuerda, no tanto en forma como en fondo, a Trump.

Ja, ja, sí, y eso que lo escribí muchísimo antes, pero es ese tipo de personas que no son nuevas, son variantes de lo mismo…

¿Y cómo es posible que funcione ese prototipo de tiranos?

Porque tienen la sartén por el mango, siempre ha pasado lo mismo. Lo que ocurre en este caso es que le han dado la sartén; no es un dictador antiguo que tome por la fuerza el poder, a Trump lo han votado. Están pasando cosas muy raras en el mundo, la subida de Marine Le Pen en Francia, el brexit en Inglaterra… cosas que no se entienden. A Inglaterra no le conviene nada salirse, y luego tenemos a esa señora, primera ministra, diciendo cosas como brexit is brexit.

Una tautología ramplona…

Efectivamente, parece que lo único serio en estos momentos es la literatura, desde luego no la política.

¿Le produce Trump más hilaridad que miedo?

Puede pasar cualquier cosa. En principio sí, desde luego, por su peinado, ese gesto… ahora bien, de aquí en adelante puede armarla. Me da miedo que tome una decisión firme que nos afecte a todos, que nos comprometa a todos, que decida imponer por la fuerza su criterio.

Aquí, en Europa, tuvimos a Berlusconi…

Sí, pero nos afectaba menos, porque tenía menos poder; la capacidad de Berlusconi era bastante limitada, pero Trump manda en el FBI, en la CIA, en el ejército norteamericano. Son palabras mayores, que involucran a todo el mundo. Es como darle armas de verdad a los niños para que jueguen.

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Los personajes de estas fábulas son ásperos, inhumanos.

Sí y no. En mi próxima novela, Coincidencias, se repiten este tipo de personajes. Hay una cita previa, para avisar al lector sobre qué tipo de personajes se encontrará. La cita es mía, aunque creo recordar que aparece firmada como «autor desconocido». En esa cita, se narra una breve conversación entre dos tipos. Le dice uno al otro: «Usted perdone, ¿verdad que usted y yo no nos conocemos de nada?». Y el otro le responde: «Pues, mire, tiene usted razón, le he estado dando vueltas y es verdad, no me lo puedo creer, pero no nos conocemos de nada, absolutamente ». A partir de ahí, sale todo el mundo digital de hoy en día, las teorías económicas de ahora, los grandes negocios. Hay una enorme cantidad de personajes que se entrelazan, tienen nombres parecidos, dan lugar a la confusión. Esas personas tienen un humor distinto al que suelo emplear en mis novelas, que es un humor cervantino y anglosajón, más irónico. Estas fábulas y esta próxima novela de la que le hablo gastan un humor más corrosivo.

Pienso en otro de sus personajes, el Jefe, que obtiene pingües beneficios de origen, digamos, dudoso, también un tema muy actual. Quizá nuestra historia esté marcada por el devenir literario de nuestro país, tan picaresco, como si estuviéramos abocados al trapicheo.

Salen varios tipos así, sí, incluso una dinastía. España a veces se toma muy en serio la picaresca, se premia en cierto modo la picardía, incluso la grosería. Es tremendo. Basta ver las series o las películas españolas, aunque las hay interesantes y buenas, pero suele haber un tipo, casi siempre cabreado, diciendo «coño, leche, joder». Claro, si eso es el texto, desanima al espectador. Desde luego, yo desconecto. Es que constantemente aparecen tipos cabreados, gente de mal carácter. Quiero pensar que somos mejores de lo que nos representamos a nosotros mismos, menos pícaros y menos disparatados.

¿Qué responsabilidad tiene la televisión en la situación actual de nuestro país?

Más o menos el saber que difunde, que no puede ser más innecesario y frívolo, incluso en los concursos de cierta prestancia, como Saber y ganar… esas cosas de las que se habla, esas preguntas absurdas que no aportan nada: ¿cuántas páginas tiene tal libro? ¿Qué importa eso? Por fortuna, hay mucha gente que sabe de la importancia del conocimiento, pero, para un sector determinado, el conocimiento son paparruchas, muchos que piensan que para qué estudiar tanto si lo tienes todo en Internet. ¡Con los errores que existen en la Red! ¡Yo he encontrado algunos muy serios! Lo importante es el conocimiento general en relación con el mundo, saber un poco del mundo en que vivimos, de la historia del pensamiento, qué se pensaba en otras épocas, lo que ha pasado a lo largo de los siglos, conocer cómo es el mundo. A los norteamericanos les preguntan por España y creen que está por Argentina. Es vital conocer el pensamiento de otra gente, de otras épocas, aunque hoy en día parece que no. El conocimiento ayuda no solo a conocer mejor el mundo, sino también, y sobre todo, a conocerse mejor a sí mismo. Cuanto mejor conozcamos el mundo, mejor nos comprenderemos a nosotros mismos y sabremos dónde estamos situados. Eso conviene saberlo.

Siempre ha habido cierto nivel de ignorancia, pero, hoy en día, la novedad es que ya no produce vergüenza. Hay, incluso, quien se vanagloria de no haber leído un libro…

Así es uno de los personajes de mi próxima novela. Se llama Neutrino, es un especialista en esto de la ignorancia, pero se maneja en Internet.

¿Qué se pierde uno si no lee?

Mucho, muchísimo, él mismo no lo sabe, pero mucho. Además, en España, aunque no daré nombres, en el ámbito de la novela –porque la poesía como género está mucho más desgastada–, estamos viviendo un buen momento. Hay grandes escritores, sobre todo comparándonos con Francia e Italia, que intelectualmente están en un momento fatal. En España e Inglaterra, hay ahora mismo escritores francamente buenos. La narrativa que se escribe en inglés y en español (y, cuando hablo de español, aludo también a Latinoamérica) es muy interesante. Pero es producto de una minoría que escribe; la inmensa mayoría se hunde progresivamente en la ignorancia.

Le devuelvo en forma de pregunta algo que uno de los personajes de sus fábulas afirma: si los okupas y antisistema no existieran, ¿habría que inventarlos?

Depende de lo que se entienda por antisistema. A veces, esa palabra no quiere decir nada. Hay cosas que no veo; por ejemplo, la gente no puede decidir sobre todos los asuntos, para algo delegamos en los representantes políticos. Que la gente, en general, decida cómo gobernarse no es posible, se ha demostrado a lo largo de la historia. Entiendo que haya gente irritada, entiendo las revoluciones, aunque ninguna de ellas ha acabado influyendo decisivamente salvo la francesa, y resultó brutal, con sus guillotinas, aunque también era brutal la monarquía previa. Me asombra el caso paradigmático de China, un país comunista, que hizo la revolución maoísta, que tiene a todo el mundo aterrorizado y que cuenta con millones de millonarios. ¡Un país comunista con millones de millonarios! Por otro lado, tenemos a este grupo de jóvenes emprendedores ricos de Silicon Valley, que disfrutan de lo que tienen porque no lo pueden disfrutar otros. Disfrutan de la exclusividad, que excluye a todos los demás. Tampoco lo entiendo.

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En ‘El atasco’, se menciona varias veces que el problema obrero está parcialmente solucionado al convertir en objeto al sujeto…

Eso ya lo pensaba Marx mucho antes que yo, de ahí el concepto de alienación. Creo que es parcialmente válido hoy en día.

¿Somos más felices ahora, tal y como titula en uno de sus textos?

Depende de quién. En general, si nos comparamos todos con lo que éramos diez años atrás, no, somos más infelices; en cualquier medio se da esto, desde el cine, el periodismo o la literatura. El obrero que antes trabajaba holgadamente ahora se encuentra con que el progreso técnico pone en riesgo su puesto de trabajo y sus condiciones laborales han empeorado. Estas son algunas de las contradicciones del desarrollo.

Las nuevas tecnologías, Internet, la televisión, no imitan la realidad, la sustituyen. ¿No es terrorífico?

Llega a ser terrible porque, por ejemplo, es llamativo cómo los sucesos, la crónica de sucesos, en televisión o en prensa se ha incrementado mucho, quizás propiciado por los seriales. Además, existe una crisis terrible en el mundo del cine, donde grandes actores y actrices trabajan en series insustanciales, llenas de policías corruptos, cárceles, obsesos que estrangulan mujeres, asesinos en serie… una repetición temática muy penosa, también desde el punto de vista técnico, con el abuso de los primeros planos, que desde luego salen mucho más baratos. También, si te fijas, hay más escenas nocturnas, también porque es más barato.

¿El lenguaje conseguirá mantener su independencia respecto a la cultura de la imagen?

Sí. Yo creo, de hecho, que está ganando, desde luego desde el punto de vista creativo. Muchos veían el cine como una amenaza, una guillotina para la novela, pero ha sucedido al revés: muchas novelas han inspirado películas, la novela ha coexistido perfectamente con el cine. Pero el cine, ya lo dije, está en crisis, no entiendo cómo actores como De Niro o Meryl Streep están haciendo papeles tan malos, casi caricaturescos. Tampoco entiendo que un director tan bueno como Eastwood, que ha dejado películas magníficas, como Los puentes de Madison o Cartas desde Iwo Jima, vote a Trump. Son cosas que no te explicas.

No sé si obras literarias como ‘En busca del tiempo perdido’, ‘El cuarteto de Alejandría’, ‘Vida y destino’ o la suya misma, ‘Antagonía’, novelas extensas o extensísimas, tienen cabida en un mundo que se mueve a golpe de tuit, de eslogan, de «me gusta»…

El colmo son los emoticonos. Me resultan una simplificación tan increíble… Y los selfies dichosos, todo el mundo haciéndose fotos con La maja desnuda de fondo, por ejemplo.

Es que, como ya adelantó Guy Debord, la gente no está en la aceleración, va a los conciertos para dar testimonio público de que estuvo en el concierto…

¿En los conciertos también? Eso no lo he visto yo nunca… qué triste.

Por cierto, ¿ha pensado en proponer a sus compañeros académicos que acepten el término ‘jodear’, que aparece en su libro?

No, no en absoluto, son palabros que se inventan y que funcionan. ‘Jodear’ sugiere gozo y reverencia al mismo tiempo, es una mezcla que le da un carácter más festivo, más que la que tiene ‘joder’.

¿Sigue escribiendo con pluma?

No, ahora escribo con bolígrafo. Conservo la Parker, pero por problemas con las tintas ya no la uso. Es que ahora hay un sistema nuevo de cargas. A mí me gustaba el tintero. Así que ahora escribo con bolígrafo o con ordenador, aunque nunca he sido muy bueno con el teclado, tampoco con la Olivetti heredada y, de todos modos, prefiero escribir a mano, escribir con la mano establece una conexión directa entre la escritura y el cerebro.

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