Internacional

Europa, en la encrucijada

Movimientos antisistema, independentismos, conflictos bélicos… Europa se encuentra una encrucijada. Las decisiones de ahora determinarán el futuro de un continente anquilosado en la antesala del cambio.

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30
marzo
2015

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¿Cuál es el futuro de Europa? En un contexto donde el fenómeno globalizador, entorpecido por el sobreenvejecimiento y el aumento de las desigualdades, se topa con movimientos antisistema, independentismos y conflictos bélicos, Europa se sitúa en una encrucijada histórica. Las decisiones que se tomen ahora resultarán fundamentales para el futuro de un continente anquilosado en la antesala del cambio.

José Ignacio Torreblanca, profesor de Ciencia Política en la UNED y director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations, y José María de Areilza, profesor de Derecho de Esade, reflexionaron sobre ello en un debate organizado por la Fundación Juan March en el que, bajo el título Europa, presente y futuro, se analizaron cuestiones clave: la necesidad de impulsar una ‘democracia supranacional’, un mercado interno y un derecho común; la ausencia de liderazgos tantas veces mentada o la deriva de Grecia y sus tensiones con Bruselas.

“¿A quién llamo si quiero hablar con Europa?”. La famosa pregunta retórica de Henry Kissinger –el famoso secretario de Estado durante los mandatos presidenciales de Richard Nixon- sirvió como introducción al debate. Hoy, ¿es el número de teléfono de Angela Merkel el que Kissinger reclamaba?  “Hemos hecho un gran esfuerzo de rediseño en Europa, pero nos ha faltado el liderazgo; necesitamos a alguien que hable en nombre de la suma”, apuntó Torreblanca. Areilza, por su parte, puntualizó que “si el liderazgo es juntar grandes recursos para hacer grandes cosas, podemos decir que Europa es minimalista”. “La propia Alemania está incómoda con un poder de potencia hegemónica”, añadió.

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Además de garantizar la paz o el mercado interior, a los europeos “nos falta crear lo más grande y lo más desconocido: una democracia supranacional”, opinó Torreblanca, en la medida en que el momento actual se puede aprovechar para forjar “un espacio público en el que la ciudadanía juegue, frente a una conciliación de fuerzas tan diversas, europeístas y euroescépticas”. Para ello, es necesario politizar las instituciones europeas si se quiere lograr una mayor confianza, como respuesta a “una Bruselas que a veces funciona como trinchera burocrática y de intereses”.

Crisis griega

Con la posible renegociación de un tercer rescate encima de la mesa, los ponentes coincidieron en que Grecia es un buen ejemplo de las cosas que se han hecho mal en Europa, pero “también de las insensateces que se pueden hacer en la gestión de un país». Con todo, la política comunitaria desempeña un papel fundamental en la gestión de la crisis griega. “La Unión Europea se ha fortalecido con la unión bancaria, el fondo de asistencia o las reglas fiscales, y todo eso hace que el drama griego se vea con más perspectiva”, comentó Areilza. Además, según Torreblanca, “Grecia está calculando mal sus bazas, no puede plantear la negociación en términos de clichés nacionales”.

La pregunta que muchos se hacen es: si explota Grecia, ¿después irá España y el resto de países mediterráneos? “Una salida de Grecia no es deseable. Pero si ocurre por accidente, habrá que poner el proyecto político por encima del económico, para que no se extienda por los países del Sur”, manifestó Torreblanca, quien opinó que si bien Europa es capaz de contener la crisis griega, para los propios griegos sería “infinitamente” más costoso. “El suicidio como arma negociadora es binario: o lo ejecutas o no. ¿Tiene sentido someterse a un sufrimiento aún mayor? Sería como suicidarte para decir: ¿ves cómo tenía razón?”. «Estas tensiones cruzadas norte-sur van a seguir alimentando fenómenos xenófobos», añadió.

El auge de los populismos

“La unión monetaria ha sido un éxito en tanto en cuanto se ha ampliado el número de miembros. Sin embargo, los populismos hacen muy difícil que tengamos un proyecto atractivo”. Por su parte, Areilza aludió al descontento para explicar el populismo, el cual “responde a un cierto miedo a la globalización y sus efectos, a la pérdida de identidad y a la erosión de las clases medias… fenómenos complejos que los movimientos populistas están simplificando en soluciones peligrosas”.

En esta amalgama de posicionamientos políticos, Torreblanca quiso referirse a los que se autodenominan “centristas”: “Hay mucha gente en el centro no porque esté en el centro sino porque los anclajes ideológicos de izquierda-derecha no están funcionando. Por eso se cambia por arriba-abajo. Se trata de una reacción soberanista identitaria contra un proyecto europeo que sí es centrista”. “Tenemos que superar viejas dicotomías, pero tenemos mucho que conservar porque es valioso y ha costado mucho llegar hasta ello”, concluyó.

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