Derechos Humanos

Las vacunas no deberían ser un lujo

José Antonio Bastos, presidente de Médicos Sin Fronteras España, analiza por qué en los países más pobres el precio de la vacunación completa de un niño es hoy 68 veces mayor que en 2001.

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19
febrero
2015

En los países más pobres, el precio de la vacunación completa de un niño es hoy 68 veces mayor que en 2001. Este incremento se traduce en que muchos países no pueden pagar el alto coste de vacunas como las que se emplean contra las enfermedades por el neumococo. Solo la vacuna antineumocócica supone el 45% del total del paquete completo de inmunización, que protege contra 12 enfermedades.

Las causas de este vertiginoso incremento hay que buscarlas en el aumento del número de vacunas que conforman el paquete básico, por una parte, y en que las grandes compañías farmacéuticas tratan de aumentar sus beneficios con unas vacunas con las que ya ganan miles de millones de euros en los países ricos. No es casual que las vacunas más nuevas y caras (las que inmunizan contra neumococo, rotavirus y virus del papiloma humano) estén controladas, cada una de ellas, por dos multinacionales. En definitiva, tres compañías (GlaxoSmithKline, Merck y Pfizer) dominan el mercado, dejando fuera a otros fabricantes.

Todos estos datos y alguno más se incluyen en la segunda edición del informe sobre precios de vacunas, La mejor vacuna, publicado recientemente por MSF y que arroja datos preocupantes sobre el precio del paquete básico de inmunización. El estudio, que recopila más de 1.500 datos procedentes de entidades relacionadas con el sistema internacional de vacunación, arroja luz sobre el secretismo de la industria farmacéutica en este ámbito y destaca la llamativa falta de información pública sobre los precios. La información sobre las negociaciones de los Estados con las farmacéuticas es muy limitada, estas ocultan deliberadamente los precios y de hecho cobran precios muy dispares por el mismo producto, y falta competencia en los mercados. El resultado provoca situaciones irracionales: países como Marruecos y Túnez pagan por la vacuna contra el neumococo un precio más caro que Francia.

A finales del mes pasado, Berlín fue testigo de cómo 15 países, la Comisión Europea y la Fundación Bill y Melinda Gates, entre otros, comprometían 6.600 millones de euros adicionales para subvencionar vacunas para los niños y niñas de los países más pobres en los próximos cinco años a través de la Alianza Global para la Vacunación y la Inmunización (GAVI). El presupuesto de la Alianza de aquí a 2020 ha aumentado así a 7.900 millones de euros, de los que, por cierto, España ha aportado 30,5 millones, muy lejos de las contribuciones de países de nuestro entorno como Italia, Francia o Reino Unido.

Esta movilización constituye, desde luego, una gran noticia para millones de niños que viven en los 73 países que cuentan con el apoyo de GAVI, aunque en la cita de Berlín hubo otros grandes ganadores: las empresas farmacéuticas que se benefician de los elevados precios de las vacunas que cobran en todo el mundo.

PCV Vaccination Campaign in Yida Camp

Una de las nuevas vacunas que GAVI pretende introducir en el paquete básico es la vacuna contra la neumonía, enfermedad que está detrás de la muerte de más de un millón de niños menores de 5 años cada año (más que el VIH, la malaria y el sarampión juntos). Un dramático 37% (o lo que es lo mismo, 2.400 millones de euros) de los fondos obtenidos por GAVI la semana pasada se destinará a pagar esta única vacuna que, hoy en día, solo producen dos gigantes farmacéuticos: GSK y Pfizer.

Las dos compañías han facturado más de 16.500 millones de euros en ventas de esta vacuna desde su lanzamiento; sin embargo, siguen cargando a los países en desarrollo con precios inasequibles e insostenibles. Es oportuno reseñar que esta vacuna fue desarrollada inicialmente para los niños de los países ricos y sus costes de investigación y desarrollo han sido ya ampliamente recuperados.

Médicos Sin Fronteras (MSF) apoya esta iniciativa internacional para ayudar a la compra de vacunas para países en vías de desarrollo. No obstante, esto no es óbice para que los Estados donantes de GAVI, España entre ellos aunque su aportación sea muy mejorable, se aseguren de que los fondos que ponen sobre la mesa, y que proceden de sus contribuyentes, sirvan para comprar la mayor cantidad de vacunas posible. Y esto solo se conseguirá si países como el nuestro presionan a las empresas farmacéuticas para que reduzcan el precio de las vacunas. Una buena forma de empezar sería instando a las compañías a hacer públicos sus costes de investigación y producción de medicamentos.

Antes de la conferencia de Berlín, GSK y Pfizer podrían haber reducido considerablemente el precio de la vacuna contra la neumonía para los países en desarrollo, como les solicitamos desde MSF. Sin embargo, ambas empresas decidieron seguir cobrando a los Estados donantes y a los países pobres precios que no serán capaces de soportar a largo plazo. GSK ofreció una congelación de precios de diez años para los países que con el tiempo perderán las subvenciones de GAVI; Pfizer, por su parte, prometió una ligera reducción de precio del 6% (de 8,6 euros a 8,1 por las tres dosis). Ambos anuncios se traducen en precios todavía demasiado altos para los países en desarrollo, y pueden obligar a los Gobiernos a enfrentarse a la difícil decisión de elegir de qué enfermedades mortales van a proteger a su población infantil.

Estamos todavía a tiempo de poner la salud pública por delante de los beneficios y hacer uso de la fuerza colectiva de todos los países que se reunieron y contribuyeron ampliamente al llamamiento en Berlín. De lo contrario, las vacunas serán un lujo al alcance de unos pocos.

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