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Siglo XXI | Agua e Innovación

En un mundo en el que aumentan de forma constante la población, los núcleos urbanos y la producción industrial, el uso eficiente del agua se ha convertido en uno de los mayores desafíos.

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13
marzo
2013

En un mundo en el que aumentan de forma constante la población, los núcleos urbanos, la producción industrial y la demanda de alimentos, el uso eficiente del agua se ha convertido en uno de los mayores desafíos del siglo XXI. ¿Cómo podemos gestionar de forma sostenible este recurso limitado?

El agua potable y el saneamiento son indispensables para la vida y la salud. Y también, fundamentales para la dignidad de la personas. El 37% de la población de los países en desarrollo (2.500 millones personas) carecen de instalaciones mejoradas de saneamiento y más de 780 millones todavía utilizan fuentes de agua no aptas para el consumo, según datos del programa para el abastecimiento de agua y saneamiento de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef. La pobreza, las desigualdades y la disparidad en las relaciones de poder son las principales razones que provocan esta situación, que se ve agravada por los nuevos retos ambientales y sociales: la amenaza del cambio climático, la merma de los recursos hídricos, la creciente contaminación, el aumento de la población, la concentración en núcleos urbanos, la vertiginosa urbanización. Las necesidades de agua aumentan.

Pero el principal problema «no es tanto la falta de recursos hídricos, como una mala distribución, calidad y gestión del agua», explica a Ethic Alberto Guijarro, responsable de Campañas, Base Social y Ciudadanía de Ongawa, una ONG de ingeniería para el desarrollo humano. Y esto es un problema que afecta no sólo a los países en vías de desarrollo, sino también a las sociedades desarrolladas. El uso y consumo responsable, la gestión eficiente, el acceso a todos los sectores de la población se ha vuelto una prioridad en las agendas gubernamentales.

El abastecimiento de agua potable de las poblaciones está directamente relacionado con su calidad de vida y en el siglo XXI «no podemos cortarle a alguien el suministro de agua sólo porque no puede pagar el recibo. El agua es un asunto global, es un tema de todos; y si es así, todos tenemos derecho a tener agua», independientemente de los recursos económicos, explica Ignasi Fainé, director de Responsabilidad Social de Aguas de Barcelona (Agbar). En los últimos meses, países desarrollados afectados por la crisis, como España, han registrado un aumento de los recibos del agua devueltos por impago; algo que les ha hecho plantearse «el concepto de tarifa social del agua, para que las personas que puedan pagar más, paguen más por ella, un tema muy extendido en muchos otros negocios».

En el año 2010, Naciones Unidas reconoció el derecho al agua como algo indispensable para una vida humana digna. El derecho fundamental de todos a disponer de agua suficiente (alrededor de 70 litros por persona por día), salubre, aceptable (color, olor y sabor), accesible (la fuente debe encontrarse a menos de 1.000 metros del hogar) y asequible (con un coste que no supere el 3% de los ingresos del hogar) para el uso personal y doméstico.

En España, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el consumo medio de agua de los hogares españoles se situó en 144 litros por habitante y día en 2010, una cifra que supone casi el doble de lo mínimo estipulado por la ONU. Cuando hablamos de consumo de agua, hay que diferenciar entre el urbano (por habitante y día) y por país (per cápita y año). Pero siempre, ya sea por país o por persona, hay que tener en cuenta tanto el consumo directo como el implícito en los productos que consumimos (papel, ropa, alimentos). Esto es la huella hídrica o  «agua virtual, y es la cantidad de agua necesaria para producir cualquier cosa. Una taza de café, por ejemplo, necesita alrededor de 140 litros de agua, incluido en invertido en el regadío de las plantas, el proceso de transformación o de comercialización, más el agua que usamos para prepararlo», aclara Guijarro, de Ongawa.

Las demandas de las sociedades y los procesos industriales crecen exponencialmente, y las ciudades modernas se ven obligadas a desarrollar técnicas de depósito (almacenaje), depuración (para su posterior consumo), ahorro y reutilización del agua (hacer más con menos). En países como España, que sufren la escasez del agua y las constantes sequías, las técnicas de ahorro y reutilización cobran especial importancia.

Naciones Unidas reconoce el derecho al agua como indispensable para la dignidad humana

Soluciones inteligentes

La planificación hidrológica integrada o gestión integrada de los recursos hídricos es el instrumento indispensable para la gestión inteligente y sostenible del agua. «Se trata fundamentalmente de garantizar que todos los procesos están acoplados en un mismo conjunto, porque lo que pasa en una cuenca afecta a la otra; es decir, lo que pasa en la cuenca del Ebro en Zaragoza, afecta al Delta del Ebro en Tarragona. Pero la gestión está parcelada y fragmentada, mientras que los problemas están acoplados y son globalizados», explica Enrique Cabrera, catedrático de Mecánica de Fluidos de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y director del Instituto Tecnológico del Agua (ITA).

Desde su punto de vista, la tecnología ha avanzado mucho más de lo que lo han hecho las instituciones y han dado lugar a notables soluciones; como por ejemplo, «la utilización de aguas de lluvia o de aguas grises (la que usamos en la ducha o el lavabo) para tirar de la cisterna» o limpiar las ciudades.

Fainé, de Agbar, también cree que en el terreno del saneamiento y la reutilización del agua se ha avanzado de manera notable. «La limitación del recurso agudiza el ingenio. En los últimos años se han mejorado los procesos industriales y las empresas necesitan menos agua para producir sus productos, porque tiene un coste y cuanto más ahorres, más beneficio podrás sacar. También se han desarrollado soluciones inteligentes como las desaladoras, los trasvases o la interconexión de redes».

La premisa de la eficiencia es hacer más con menos. Desde la Asociación Internacional del Agua (IWA, por sus siglas en inglés) defienden  «un cambio en el comportamiento de las sociedades». «Las ciudades del futuro -su diseño, la gestión del agua, los sistemas de tratamiento y consumo- necesitan nuevas formas de colaboración e interconexión entre los distintos sectores que lo integran», explica a Ethic un portavoz de esta organización.

Colaboración público-privada

Todos los expertos consultados, coinciden en señalar que el reto del agua y la sostenibilidad requiere el compromiso de todas las partes implicadas: políticos, empresas y sociedad. Pero en España falta diálogo y consenso en torno a un tema que está altamente politizado. El secretario de Estado de Medio Ambiente, Federico Ramos, ha reconocido que es necesaria una nueva regulación del agua que permita la colaboración público-privada, tanto en el caso de las infraestructuras como en el de la depuración y el saneamiento.

«En un momento en el que hay crisis económica hace falta dinero y si el Estado no lo tiene, una colaboración público-privada permite mantener con calidad unas infraestructuras y afrontar los pagos. Por otro lado, apostar por generar infraestructuras crea mucho empleo verde, y eso es necesario en un momento como este», opina el profesor Cabrera.

«Las empresas podemos aportar conocimiento y tecnología y las administraciones podrían bonificar con deducciones o subvenciones en la base en la cuota, o premiar a las empresas que lo hacen mejor. Hay que fomentar la incorporación ese tipo de criterios en los contratos. ¿Por qué no puntuar extra en los concursos a quienes lo incorporen? Hay que incentivar y fomentar que quienes ganen sean más eficientes energéticamente», añade Fainé.

No podemos olvidar tampoco la corresponsabilidad del ciudadano. Guijarro, de Onawa, defiende que se desarrollen políticas que favorezcan «un cambio urgente en los hábitos de los consumidores españoles, una mayor concienciación que de lugar al desarrollo de una cultura del agua más sostenible».

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