Opinión

Europa, ante el desafío de su propia renovación

En un momento de encrucijada histórica para la Unión Europa, el ex secretario de Estado para la UE, Diego López Garrido, analiza los desafíos a los que nos enfrentamos.

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05
octubre
2011

La crisis económica que sacude desde 2008 los mercados internacionales ha tenido un claro efecto acelerador en la evolución económica de la UE, poniendo en evidencia la necesidad de trascender Europa como un simple mercado común con una moneda propia para adentrarse en la construcción de una unión económica y fiscal real.

Este contexto exige, por parte de las autoridades y de la sociedad, una implicación reforzada en la construcción europea. A los euroescépticos y a los apologistas del naufragio comunitario les diría que no sólo se puede seguir construyendo Europa, sino que no nos queda otra. Sencillamente, nos situamos en una encrucijada histórica en la que la antítesis de “más Europa” no es “menos Europa”, sino “no Europa”. Por suerte, estos días estamos viendo cómo los Estados miembros están hablando alto y claro al respecto. El medio y el fin confluyen, esta vez, en un mismo concepto: “más Europa”.

Un reciente ejemplo de la importancia del acuerdo en la edificación de la nueva Europa a la que nos dirigimos lo representa Eslovaquia. Tras interminables negociaciones, a mediados de octubre su parlamento lograba ratificar la ampliación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, uniéndose de este modo a los otros 16 miembros de la eurozona y haciendo efectiva esta mejora de lo que, a mi parecer, representa el embrión de un fondo monetario europeo llamado a proporcionar asistencia y estabilidad a la UE.

No obstante, de un tiempo a esta parte parece que a cada resolución alentadora sobre el futuro económico de la Unión Europea parezca acompañarle, de manera indisoluble, su antónimo catastrofista. Prácticamente el mismo día que el parlamento eslovaco aprobaba esta ampliación, S&P degradaba un escalón nuestra deuda soberana que -aunque lejos del “bono basura” que, según Moody’s, representa la deuda lusa- vuelve a colocar a España en el ojo del huracán financiero. No hay ninguna duda de que las permanentes revisiones a la baja de las agencias de rating ayudan bien poco –o directamente dilapidan, el tiempo lo dirá- al fortalecimiento de la credibilidad europea más allá de nuestras fronteras; más bien todo lo contrario. Para regocijo de los especuladores y desesperación del resto del mercado.

El rápido –y en ocasiones hasta convulso- devenir de los acontecimientos a nivel comunitario nos enfrentan a un doble desafío: por una parte, a nivel nacional debemos superar los discursos destructivos y de no cooperación a través de la identificación de objetivos nacionales, revitalizando el concepto de “cuestión de estado” alejado de cualquier conato de rifirrafe partidista. Y a nivel comunitario y ciudadano, estamos obligados a actualizar nuestro concepto de Europa. No nos queda más remedio; si la crisis económica puso el dedo en la llaga de nuestras debilidades, nuestra obligación no sólo es curar la herida, sino inmunizarnos ante futuros contratiempos.

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