Pensamiento

Mitología

100 fragmentos del mundo clásico, del mito a la historia

La existencia histórica de Zoroastro, el poderoso Mitra o la figura del faraón Amenofis IV son algunos de los mitos, leyendas y realidades históricas que recoge David Hernández de la Fuente en ‘100 fragmentos del mundo clásico’ (Ariel, 2024).

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13
febrero
2025

La curiosa figura del faraón Amenofis IV, más conocido como Akenatón, que reinó a mediados del siglo XIV a. C., ha llevado a una serie de especulaciones acerca de su figura que van más allá de los datos históricos que se tienen sobre su reinado y sobre la espectacular reforma religiosa que implantó al proclamar a un dios de cuño renovado, de nombre Atón, ya no como deidad suprema o superior, sino como única divinidad posible.

Como esta reforma suele ser considerada el primer ejemplo de monoteísmo de la historia, hay teóricos que han especulado con algunas conexiones entre esta reforma de Akenatón y ciertas tradiciones religiosas semíticas del temprano judaísmo. Se ha llegado a sostener, de forma poco verosímil, que el dios único al que se refieren los teónimos judíos Yahvé, Elohim y Adonai podrían tener una conexión con Atón. También hay quien ha aludido a los paralelos de la religión solar de Atón, la ciudad sagrada de Akenatón (‘horizonte de Atón’) y la propia figura del faraón como mediador divino, profeta y portavoz de la nueva divinidad, que participa de lo divino y que es superior al resto de los mortales, tiene con el cristianismo.

Pero, como ha señalado el arqueólogo D. B. Redford, no hay ninguna prueba que permita hablar de ningún tipo de precedente al respecto. En todo caso, esta reforma religiosa tuvo en su momento una gran relevancia política por la transformación de la figura del gobernante en un mediador con lo divino, y tendría otras interesantes influencias, pese a que fue una experiencia que no sobrevivió a su fundador. Desde luego que los paralelismos mencionados entre el monoteísmo precursor de Akenatón y los posteriores son evocadores y no hacen sino acrecer el mito de este faraón místico. Sus dimensiones legendarias, derivadas también de la reforma en la iconografía que se produjo en su época, siguen ejerciendo una notable fascinación entre los forjadores de mitos de la historia.

Zoroastro

La existencia histórica de Zoroastro, el mítico fundador de la religión profética irania que lleva su nombre —una de las más antiguas del mundo—, está envuelta en leyenda. Su biografía está casi exclusivamente compuesta por elementos míticos y se basa en lo que se sabe a través de sus himnos, como las alusiones personales en los Gathas, y en una tradición biográfica muy dudosa. Incluso se cuestiona la cronología de su vida, entre el primer milenio y el siglo VI a. C., y el hecho de que hubiera sido una o varias personas, en una sucesión de sacerdotes.

Parece que nació como miembro de una casta sacerdotal y que su padre era un noble, Pourusaspa. En la tradición se casó con Huvovi y tuvo tres hijos y tres hijas, que se convirtieron a su religión profética tras recibir su iluminación de parte de Zoroastro. Poco más es lo que se sabe del fundador: parece que fue expulsado o rechazado por muchos de sus contemporáneos y seguramente sus enseñanzas provocaron la oposición de la casta sacerdotal de su época. Se dice que murió asesinado en Baikh (actual Afganistán) a los setenta y siete años mientras realizaba un sacrificio en un altar.

Pero todos estos datos quedan bajo sospecha y entran en las categorías de la narrativa folklórica y de los arquetipos de los cuentos populares que han estudiado repertorios como el de Aarne-Thompson-Uther. El número de hijos e hijas, el aprendizaje y las enseñanzas del maestro mítico y otras señales son marca del sabio legendario del folklore y han hecho dudar a algunos estudiosos sobre la existencia real de Zoroastro. Su figura, gracias a la extraordinaria difusión de su religión a partir de la Persia aqueménida y, posteriormente, de la sasánida, contribuyó a engrandecer aún más su halo legendario. En la posteridad occidental, Zoroastro ha seguido representando ese arquetipo del sabio oriental, como se ve en el Sarastro de la Zauberflöte de Mozart, con sus resabios iniciáticos, o en el renovador Zaratustra de Nietzsche.

Mitra y el mitraísmo

«Mitra, dios de la mañana, nuestras trompetas levantan el muro. / Roma gobierna las naciones, pero tú gobiernas sobre todo.» Así recrean los versos de Un himno a Mitra, de Kipling, los cánticos de una legión romana al misterioso y resplandeciente Mitra. El poderoso Mitra, simbolizando el Sol Invicto, fue acaso la divinidad más popular del imperio tardío, un dios persa que, tras su mestizaje helenístico, cruzó las calzadas de todo el territorio romano extendiendo su mensaje iniciático de salvación. Mitra era en su origen una antigua divinidad indoirania de los pactos y la lealtad, citada en textos sagrados del Oriente.

En la India, era uno de los principios soberanos del universo. Hay incluso un himno dedicado a él en el Rig-veda. Su contrapartida en el politeísmo iranio era una poderosa y antiquísima divinidad solar, de la luz y la verdad. Tras la gran reforma religiosa de Zoroastro, con Ahura Mazda como dios celeste del bien, el papel de Mitra sería el de vigía y guerrero del bien. Mitra es el ojo que todo lo ve desde el firmamento. En el Avesta, Ahura Mazda le dice a Zoroastro que él creó a Mitra «digno de alabanzas» como él mismo.

Mitra también existe en la mitología china, donde se le llama «el amigo» y se le representa como un jefe militar, valedor del hombre en esta vida y protector suyo en la otra. Pero la gran expansión mundial de Mitra llegaría más adelante, en época helenística y romana, llegando a poblar incluso el lejano Occidente hispano de mitreos. Desde los reyes grecopersas de Comagene y desde Antíoco I, el culto de Mitra resultó enriquecido por las doctrinas filosóficas y científicas de los griegos. Luego, las legiones romanas extendieron por todo el imperio el culto de Mitra, convertido en dios principal de una nueva religión mistérica de mitología antigua, astrología oriental y orientación posteriormente henoteísta y neoplatónica.


Este texto es un fragmento de ‘100 fragmento del mundo clásico. Del mito a la historia’ (Ariel, 2024), de David Hernández de la Fuente. 

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