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Kiko Amat

«La primera vez que sientes deseo no correspondido se te queda grabado en la memoria»

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19
marzo
2025

Para el escritor Kiko Amat, el despertar sexual que vivimos en la adolescencia es lo más crucial a la hora de perder la inocencia. Por ello, el protagonista de su nueva novela ‘Dick o la tristeza del sexo’ (Anagrama) tenía que estar ubicado en esta edad. Un momento y un proceso vital que, indirectamente, también le permitían hablar de otros temas igual de importantes: familia, amistad, tristeza, traumas, etc. Y, como ya es costumbre en el resto de sus obras, todo tiene un punto trágico, violento. Por suerte, sus personajes cuentan con buenas dosis de humor para salvarse.


¿Por qué narrar el desarrollo sexual a través de un quinceañero católico, virgen, con deficiencias sociales y extremadamente erotizado?

Para mí es crucial el momento de pérdida de inocencia a la hora de dejar de ser un niño. Hay varios momentos de rupturas, como dejar de ver a tus padres como una referencia, determinados tipos de violencia o responsabilidades. Pero creo que el crucial es el sexual: el hecho de que un día, como me sucedió a mí, vas a jugar con los muñecos de un amigo y descubres que prefieres las revistas eróticas de tu padre. Por eso yo necesitaba un adolescente para explicarlo. Esa es la razón intelectualizada y racionalizada. Pero además hay una instintiva: con mi literatura vuelvo a la adolescencia una y otra vez porque tengo traumas irresueltos o cosas que todavía tengo que entender. Además, el protagonista tenía que ser un adolescente porque el rechazo, uno de los temas más potentes del libro, creo que es más lacerante cuando ocurre en esa edad. A los 40 uno ya está avezado a ello, pero la primera vez que sientes deseo no correspondido se te queda grabado en la memoria. Es la vez que te afecta realmente. Por lo que yo necesitaba que este rechazo estuviera en un adolescente.

«El sexo, en este caso, es el vehículo para explicar una serie de cosas como el abandono, la vulnerabilidad, el rechazo»

Esto te permite hablar de otras muchas cosas: familia, tristeza, traumas, comportamientos sociales…

La escritora Flannery O’Connor decía que cuando ponías a alguien en un momento extremo de violencia, se veía realmente quién era. Que sale un comportamiento que es innato. Y creo que el sexo, en este caso, es el vehículo para explicar una serie de cosas como el abandono, la vulnerabilidad, el rechazo, la soledad más absoluta, la nula capacidad de crear vínculos con tu entorno, el amor no correspondido… Todo eso podría estar explicado en otros términos, pero en este libro se hace a través del sexo. Aquí sirve para explicar el trauma de la culpabilidad católica y la que te inflige el sentirte inadecuado de cara a la masculinidad. Crees que eres menos hombre porque no estás a la altura. Con el sexo todo esto se explica perfectamente.

Todo esto lo cuentas de una forma muy explícita, hilarante. Es un libro muy sexual, pero acaba siendo trágico.

Es trágico, pero hace reír. Mis libros son terribles y cómicos porque las historias tienen una distancia paródica. Algo que creo que es un atributo cultural, es decir, que me viene por la dialéctica de la clase obrera, que desromantiza y desentimentaliza el trauma y el infortunio. Yo crecí con personas que transformaban la pena en anécdota graciosa para intentar cauterizarla. La tragedia que había ocurrido el día anterior, ya fuera que tu padre volviera a casa borracho o que hubieras tenido un gatillazo, se intentaba explicar en forma de anécdota hilarante. Eso ha tenido más influencia sobre mí que todas las novelas cómicas que he leído. La pena no se explica de forma sentimentaloide, sino como una buena historia que hay que hacerla divertida por defecto.

«La pena no se explica de forma sentimentaloide, sino como una buena historia que hay que hacerla divertida»

¿Y por qué hacerlo tan extremo?

Porque tenía que hacerlo de una forma que no se hubiera hecho antes. Hasta ahora se había hablado del sexo de dos formas:  una sórdida, de descenso a los infiernos en plan Nick Cave, o de forma sexy, como el género erótico, algo que me da mucha vergüenza ajena. Por ello pensé que funcionaría bien llevar el sexo a lo máximo explícito posible y huyendo de esas dos maneras. Esto hizo que la novela se transformara en una obra de enredos inglesa en la que de repente te encuentras con una escena hardcore explicada paródicamente. Y creo que no me flipo cuando digo que no lo he visto anteriormente en todo el libro. Quizá sí de manera anecdótica, pero no que toda la obra sea así.

Es tan extrema que el protagonista sexualiza a su madre.

Cuando tenía el primer borrador, casi todo el mundo que lo leyó lo hizo de la manera que yo pensaba: la obra tenía la distorsión necesaria para una ficción, pero nadie lo vio como algo aberrante. La gente la vio dentro de los parámetros de la cotidianidad. Obviamente, que todo esté concentrado en un protagonista es hiperbólico. Pero son cosas normales. Lo edípico sale en mil novelas, es una presencia permanente. Esta confusión edípica es una preocupación ancestral y tiene que ver con lo humano. Me sorprendería que alguien las viera como algo anómalo. En mi mundo, todos tienen un primo o un amigo a los que les ha pasado lo que le ocurre al protagonista. Yo no soy realista ni naturalista, pero todo es posible.

«La confusión edípica es una preocupación ancestral»

Otro de los pilares en los que se sustenta la novela es en el lenguaje. Algo que se nota en toda la cultura que hay alrededor del sexo. Al masculino y al femenino los llamas de múltiples maneras.

El lenguaje para mí es uno de los curros más satisfactorios. Aparte, en este caso creo que es uno de los atributos del protagonista. Por ejemplo, que el lenguaje gráfico sea así hace que la novela sea complicada de comparar con otras. El protagonista se expresa con una afectación que es una parodia de la afectación. Y como escritor, conseguir esa parodia de la afectación es súper complicado. Yo quería que se juntara ese lenguaje bizantino y anacrónico que ocasionalmente utiliza el protagonista sin que la novela cayera en la solemnidad o en el mero arcaísmo de homenaje al Siglo de Oro. Es decir, que la novela siguiera siendo moderna a la vez que utilizaba ese lenguaje, que por definición tenía que lastrarla. Este es uno de los grandes curros que había detrás del libro.

El protagonista tiene un alterego al que llama Dick Loveman, que cumple muchas de sus fantasías sexuales. ¿Qué papel juega en la novela?

En el caso del protagonista, es una forma más de explicar la imperfección y el no estar a la altura de una determinada masculinidad. En este caso, esto se transforma en un alterego ultracarnal y fornicador galáctico que lleva sus patéticas fantasías sexuales a un nivel loquísimo e hiperbólico. Algo que sirve a este fin y a otro de gozo lector. A mí me encantan las novelas donde un personaje se traslada a un mundo de imaginación donde él representa una figura mucho más triunfante que la de su vida real. Esto es algo que me encanta. Aparte es otra vuelta de tuerca del lenguaje: Dick Loveman es la parodia del lenguaje, medio zafio, pretendidamente elaborado, muy cursi, de los diálogos de las películas porno. Es un intento de ponerle poesía barata y burda a algo que de golpe es supercafre y asqueroso.

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