Derechos Humanos

17 objetivos, dos años y una alerta: así, no lo lograremos

Los ODS pretenden un mundo más justo y menos contaminado para 2030. Según alerta la ONU en su último balance, con la situación actual, no lo lograremos.

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01
enero
2018

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Después de barrer el confeti y el espumillón de Nochevieja, el balance de 2017 no incita a celebraciones: han pasado más de dos años desde que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fueran aprobados por 193 países en el seno de Naciones Unidas para poner fin a la pobreza, proteger el ecosistema planetario y garantizar que la prosperidad y la paz sean universales en 15 años; alcanzar algo tan básico como una vida digna para todos. Son, en definitiva, 17 objetivos para cambiar el mundo. A este paso, nos quedará poco mundo que cambiar.

«El progreso, en muchas de la áreas, es mucho más lento de lo necesario para alcanzar las metas fijadas de cara a 2030», se lamentaba recientemente el secretario general de la ONU, António Guterres, durante el balance anual que la organización presenta sobre los logros (y malogros) de las medidas encaminadas a alcanzar los objetivos marcados.

El mandatario arrojó unas cifras que presentan un panorama demoledor. En muchos casos, peor que cuando se firmó el compromiso internacional con los ODS: casi mil millones de personas viven con 1,90 dólares o menos al día. Un 10 % de la población empleada vive con sus familias. En torno a 800 millones de personas sufren hambre severa, el 63% viven en África subsahariana y Asia meridional. Desde 2008, uno de cada 10 niños en el mundo no asiste a la escuela. La mayoría, ha ocupado esas horas trabajando. Este porcentaje lleva estancado desde ese año.

Las decenas de conflictos armados se recrudecieron el año pasado

Una de cada cinco mujeres y niñas fueron sometidas a violencia física o sexual infligida por un varón el año pasado. Menos de uno de tres cargos de media y alta gerencia estuvieron ocupados por mujeres. Nueve de cada 10 personas residentes en zonas urbanas han respirado, este último año, un aire que no cumple con las directrices de calidad y salubridad que marca la Organización Mundial de la Salud (OMS). La mitad de la población mundial no accede a servicios sanitarios básicos, y muchos más deben pagar por cuidados médicos que no pueden permitirse, lo que les sitúa, a ellos y sus familias, en un alto grado de riesgo de pobreza.

«Son necesarias, desde este momento, medidas específicas para revertir todo esto», llamaba a la acción Guterres durante la presentación. Lo cierto es que en estos dos años sí se ha avanzado, tanto en las instituciones públicas como en el sector privado y en la sociedad civil. Pero mucho más sobre el papel que en la práctica. Por todo el mundo abundan los coloquios y ponencias sobre las medidas necesarias en los diferentes sectores para cumplir con los ODS. Pero 2030 es el corto plazo. Y, como declaró recientemente a Ethic May East, reconocida por la ONU como una de las 100 líderes mundiales en sostenibilidad, es necesario un viraje de 180 grados. Un cambio de paradigma que recorra el mundo empresarial y político, y el día a día cotidiano de la ciudadanía: «Si seguimos haciendo las cosas como hasta ahora con ligeras variaciones, nos estrellamos».

Un mundo atrincherado

La ONU contabiliza conflictos armados en más de 30 países. Todos se mantuvieron en 2017, muchos se han recrudecido. La guerra de Siria, desde 2011, ha dejado decenas de miles de muertos, muchos de ellos civiles, y millones de desplazados que han abandonado sus hogares. El conflicto en Afganistán está a punto de cumplir dos décadas. Ya han muerto más de 200.000 personas, entre militares y civiles. El norte de Pakistán es un enjambre de enfrentamientos entre el Gobierno y grupos armados. En medio de las balaceras y la metralla, viven familias que se llevan la peor parte. Más de dos millones de pakistaníes han tenido que emigrar al sur, o a otros países. La guerra de República Centroafricana ya ha provocado más de un millón de desplazamientos, y ha socavado su economía hasta mínimos históricos. El 70% de los niños de ese país han tenido que abandonar la escuela para refugiarse en un lugar seguro.

En Sudán del Sur, solo el 15% de la población tiene acceso a medidas básicas de higiene, por culpa de la guerra que sacude a esta región. El conflicto de Somalia es de los más veteranos: lleva enconado desde 1991, con casi medio millón de muertos. En Nigeria han sido secuestradas cientos de niñas en el marco del conflicto que padece desde 2004. En República Democrática del Congo ya se contabilizan casi tres millones de familias desplazadas.

La mitad del mundo no puede acceder a servicios sanitarios básicos

Son solo algunos ejemplos, detallados por el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Ninguno de ellos tuvo el más mínimo viso de mejora en el año que nos acaba de dejar. Y todos afectan directamente a algunos de los ODS más sensibles: el 1 (fin de la pobreza), 2 (hambre cero), 3 (salud y bienestar), 4 (educación de calidad), 6 (agua limpia y saneamiento), 8 (crecimiento económico) y, obviamente, el 16 (paz, justicia e instituciones sólidas).

Un mundo desigual

Precisamente la educación, una de las principales víctimas en un conflicto, es clave para el cumplimiento de los objetivos: «Si todos los niños en los países de bajos ingresos completaran la enseñanza secundaria superior para 2030, el ingreso per cápita aumentaría en un 75% para 2050 y podríamos avanzar una década entera en la lucha para eliminar la pobreza», asegura Guterres, y advierte, con los datos del balance de la ONU en la mano: «El problema no está solo en el tercer mundo; también en los países desarrollados. La inequidad de género y la falta de oportunidades de empleo para los jóvenes siguen siendo alarmantes, lo que atenta contra el futuro digno de las naciones».

Los datos le avalan. Según el último informe del Foro Económico Mundial, en 74 de los 144 países analizados han caído los índices de igualdad. España es uno de ellos. Ha pasado de la posición 25 a la 29. «Es muy preocupante porque la mujer se aleja de los puestos de toma de decisiones», alertan los responsables del estudio, que colocan a España en el puesto 64 de 144 en cuanto al papel del sexo femenino en cargos de liderazgo. Más del 60% de los licenciados son mujeres pero, según aumenta la categoría profesional, disminuye su presencia. En cargos de alta dirección, se encoge hasta el 14%». Según datos de UGT, las mujeres cobran, de media, casi 6.000 euros menos de sueldo bruto que los hombres.

2017 ha sido, en definitiva, el año del ensanchamiento de brechas: entre pobres y ricos, entre géneros, entre quienes acceden a una educación y un sistema de salud de calidad y quienes están excluidos… Y hay que añadir el calentamiento global y un deterioro general del planeta que ha cogido carrerilla, lejos de ralentizarse. Este 2018 urge ir más allá de las buenas intenciones. «Pasar de la reflexión a la acción. 2030 está a la vuelta de la esquina, y no va a esperar a que nos pongamos de acuerdo», remataba May East.

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