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Medio Ambiente

La prevención contra la obesidad comienza por el diseño de las ciudades

La presencia de núcleos urbanos que puedan visitarse andando, con pequeños parques, lagos, comercios, zonas de ocio y cultura no solo enriquecen a una ciudad en su apariencia estética, sino que sus ciudadanos también se benefician de ella al obtener un mejor perfil cardiovascular y metabólico.

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24
noviembre
2025

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La presencia de núcleos urbanos que puedan visitarse andando, con pequeños parques, lagos, comercios, zonas de ocio y cultura no solo enriquecen a una ciudad en su apariencia estética, sino que sus ciudadanos también se benefician de ella al obtener un mejor perfil cardiovascular y metabólico. Un estudio, publicado en la revista científica Obesity Reviews, vincula que los entornos construidos que promueven el deporte y el contacto con la naturaleza reducen el riesgo de padecer obesidad.

De hecho, sus investigaciones concluyeron que la actividad física moderada –medida con acelerómetros– influye entre un 8 y un 12% en la relación entre la transitabilidad de un barrio y la aparición de esta enfermedad crónica. En cuestionarios cualitativos caminar por ocio explicaba un 20% el vínculo con el Índice de Masa Corporal (IMC) y alrededor de un 40% el de la circunferencia de la cintura.

Según comenta la directora de Medio Ambiente, Cambio Climático y Salud de la OMS, María Neira, «la prevención contra la obesidad comienza fuera de los hospitales». Es decir, «en las áreas donde residimos, en las escuelas y también dónde compramos nuestros alimentos», argumenta.

Para la experta, es necesario planificar ciudades que apuesten por la movilidad y la interacción social, que respeten la cultura, incluyan centros de reunión ciudadana y fomenten el contacto con la naturaleza. Algunas ciudades, como Estocolmo o Copenhague, ya son modelos ejemplares de este tipo de rediseño.

«La salud está por encima de todo debate político», afirma Neira. «Cualquier alcalde puede identificar nuevas vías para prevenir la obesidad desde sus políticas públicas y lograr un éxito importante». Para ello, añade, los ciudadanos deben ser más exigentes e incorporar a la comunidad científica en estas medidas.

Un proyecto posible

Conforme a la Guía para Planificar ciudades Saludables del Ministerio de Sanidad, existe un método para promover el movimiento y el deporte –desde la ordenación urbanística– con el fin de comprender la ciudad como un entorno que fomente la calidad de vida y el bienestar de los ciudadanos.

Es necesario planificar ciudades que apuesten por la movilidad y la interacción social

De hecho, el urbanismo nace con este propósito, según expresa una de sus autoras e investigadora en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), Esther Higueras. «En el siglo XIX surgen las primeras leyes sanitarias que intentaban frenar las altas tasas de mortalidad de las ciudades industrializadas».

El plan que propone para mejorar la vida en estos entornos pasa por tres líneas de actuación: diseñar ciudades pensadas para caminar y montar en bicicleta, introducir la naturaleza en los barrios para mejorar el clima urbano; y finalmente, crear espacios de encuentro y convivencia social.

«Hoy en día tenemos problemas de salud importantes como el sedentarismo o el aislamiento social, que están fomentando la  aparición de la obesidad, condiciones cardiovasculares, además de otras enfermedades de origen mental», argumenta. Por ello, incitar a la movilidad pasa de tener espacios verdes a menos de 10 o 5 minutos a que las calles sean atractivas y estéticas.

En esto último, «la belleza puede hacer que nos movamos», puntualiza Higueras. «Si las ciudades tienen árboles, fuentes, bancos, zonas de juego y espacios para actividades, nos incitan a salir, a pasear y a movernos», señala en relación con la Nueva Bauhaus Europea, iniciada por la Comisión Europea y cuyos valores apuestan por la sostenibilidad, la inclusión y la belleza de las ciudades.

Desigualdades urbanas

Asimismo, otra investigación, centrada en Madrid y publicada en la revista Diabetología, defiende que la existencia de espacios públicos que fomenten el deporte como los polideportivos, los centros de baile o los gimnasios también reducen la prevalencia de obesidad y de enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2.

Sin embargo, no todo el mundo tiene acceso directo a estas instalaciones de deporte y ocio. Los hallazgos revelaron que los barrios con una menor disponibilidad tienen una mayor incidencia de enfermedades crónicas, especialmente en mujeres y vecindarios de bajo nivel económico.

«Tener recursos como estos es imprescindible», cuenta el primer autor del estudio e investigador en la Universidad de Alcalá (Madrid), Luís Cereijo. Sin embargo, «las condiciones materiales de vida son las que van a determinar en realidad el tiempo, los medios y las condiciones laborales para hacer deporte», sugiere.

Él y su equipo se dieron cuenta de que la tasa de obesidad en barrios pobres era del 43,7 % frente a la de los barrios más ricos que tenían una incidencia del 30,6%. La diabetes, por su parte, siguió el mismo patrón con un 9,1 % y un 5%, respectivamente. Además, el número de instalaciones deportivas también variaba según la riqueza.

Como solución, el experto anima a que el Estado asuma la responsabilidad de los programas deportivos en su totalidad, «porque si dependes del sector privado, sabes que tiene una serie de necesidades logísticas y económicas», cuenta. Por lo que estas instalaciones, se ubicarán siempre en zonas donde se pueda pagar el coste de estos programas.

«El sector público tiene que asumir que el deporte no solo tiene que ofrecerlo, sino que debe garantizárselo a todos los ciudadanos», puntualiza el experto. «Los recursos deportivos tienen que ser más accesibles, integradores y no estar orientados a la práctica de una u otra modalidad deportiva, sino a la actividad física libre, para que cada persona pueda acceder a ella y desarrollarla», concluye.


Este artículo fue publicado originalmente en SINC. Lea el original en este enlace.

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