Cuando hacemos ejercicio no solo fortalecemos los músculos o el corazón: también estamos ayudando a nuestro cerebro a renovarse. Un nuevo estudio publicado en la revista Brain Research ha identificado el mecanismo que explica cómo la actividad física estimula la creación de nuevas neuronas. La clave está en unas diminutas partículas llamadas vesículas extracelulares, que viajan por la sangre y llevan mensajes desde los músculos hasta el cerebro.
Un viejo misterio con una nueva pista
Desde hace años sabemos que el ejercicio mejora la memoria, la atención y el estado de ánimo. También se ha demostrado que puede favorecer la neurogénesis, es decir, la formación de nuevas neuronas en una zona del cerebro llamada hipocampo, fundamental para el aprendizaje y la memoria. Pero quedaba una gran pregunta por resolver: ¿cómo llegan las señales del cuerpo en movimiento hasta el cerebro?
Los investigadores del nuevo estudio descubrieron algo sorprendente gracias a un experimento que no se había realizado antes: al inyectar en ratones sedentarios vesículas extracelulares obtenidas de ejemplares que habían hecho ejercicio, el cerebro de los primeros empezó a generar más neuronas nuevas, como si ellos también hubieran llevado a cabo una intensa actividad.
Las vesículas extracelulares: protagonistas del hallazgo
Las vesículas extracelulares se asemejan a microscópicos paquetes de mensajería. Las células las envían al exterior cargadas con proteínas y fragmentos de ARN, entre otras moléculas. Entonces viajan a través de la sangre hasta otras células y les entregan sus «instrucciones químicas».
Durante el ejercicio, los músculos y otros tejidos liberan grandes cantidades de estas vesículas. Ahora, gracias a este nuevo estudio, sabemos que algunas pueden alcanzar el cerebro y activar procesos de renovación neuronal. El trabajo también mostró que el efecto no se debía a una mayor irrigación cerebral ni a cambios en los vasos sanguíneos, sino a un mecanismo más sofisticado.
El cuerpo «habla» todo el tiempo con el cerebro
Este descubrimiento revela que el cuerpo «habla» todo el tiempo con el cerebro, que no es el único que manda en esta relación. Al movernos, nuestro cuerpo quema calorías y, además, libera señales químicas que influyen directamente en el funcionamiento del centro del sistema nervioso.
El cerebro en movimiento
Aunque todavía no se se sabe con precisión cómo estas vesículas llegan al cerebro ni qué moléculas transportan, los investigadores estudiaron su composición y encontraron en su interior proteínas relacionadas con la plasticidad sináptica y la defensa antioxidante. Es decir, moléculas que ayudan al cerebro a adaptarse, protegerse y formar nuevas conexiones. Determinar cuál de estas moléculas, o combinación de ellas, tiene el efecto más potente es el gran desafío actual.
Todavía quedan muchas preguntas por resolver. Una de las principales es si las vesículas actúan directamente sobre el cerebro o si antes desencadenan respuestas en otros órganos, como el hígado o el sistema inmunitario, que luego repercuten en el sistema nervioso. Tampoco está claro cuántas de estas vesículas logran atravesar la barrera hematoencefálica, responsable de aislar y proteger el cerebro. Dos de las hipótesis que se manejan es que solo una pequeña fracción llegue directamente al tejido cerebral o, que por el contrario, actúen de forma indirecta enviando señales intermedias.
Más allá del laboratorio
Aunque el estudio se realizó en ratones, sus implicaciones son importantes. En el futuro, podríamos incluso imaginar tratamientos basados en vesículas extracelulares modificadas para llevar al cerebro los beneficios del ejercicio en personas con limitaciones físicas o enfermedades que limitan la neurogenesis, como el alzhéimer o la depresión.
A la espera de nuevos resultados y más avances, lo recomendable por ahora es mantenerse siempre activo. Cada paseo, carrera o sesión de natación activa un diálogo entre los músculos y las neuronas que favorece la salud de nuestro cerebro. Gracias a esas pequeñas «bolitas mensajeras», el cuerpo le dice al cerebro que es momento de renovarse. Y además, mover el cuerpo fortalece el corazón, mejora el estado de ánimo y nos ayuda a reducir el estrés. Es lógico pensar que, quizás, todos estos efectos están inducidos por vesículas diferentes.
La próxima vez que salgamos a caminar o subamos escaleras, recordemos que no solo estamos entrenando las piernas o quemando calorías, también estamos ayudando a nuestro cerebro a mantenerse joven y creativo.
Enrico Castroflorio es neurocientífico especializado en función sináptica y lípidos, Universitat de les Illes Balears. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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