Innovación

Guerra Fría tecnológica

Inteligencia artificial, el nuevo campo de batalla de las grandes potencias internacionales

La rivalidad entre China y Estados Unidos ha dejado de ser una simple competencia económica o militar para convertirse en una guerra fría tecnológica, una guerra en la que la inteligencia artificial (IA) es el campo de batalla y el premio es la hegemonía global.

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18
febrero
2025

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La rivalidad entre China y Estados Unidos ha dejado de ser una simple competencia económica o militar para convertirse en una guerra fría tecnológica. Una guerra en la que la inteligencia artificial (IA) es el campo de batalla y el premio es la hegemonía global. En los últimos días, la aparición de modelos como DeepSeek y Qwen ha sacudido el tablero geopolítico, mostrando que China no solo compite, sino que en algunos aspectos ya supera a Occidente. Pero esta carrera no es solo una cuestión de poder; es también una cuestión de ética, de control y, en última instancia, de humanidad.

China no está jugando a imitar a Silicon Valley. Tiene su propio modelo, basado en una combinación de pragmatismo, escala masiva y un Estado que no duda en usar la tecnología para consolidar su control. DeepSeek y Qwen son ejemplos de esto. Mientras Occidente debate los límites éticos de la IA, China avanza a toda velocidad, priorizando la eficacia sobre la reflexión. El resultado es una ventaja competitiva que ha permitido a China exponer la vulnerabilidad del modelo de innovación centralizado y altamente capitalizado de Estados Unidos, que podría no ser sostenible frente a la agilidad y el bajo costo de las soluciones chinas.

Mientras Occidente debate los límites éticos de la IA, China avanza a toda velocidad, priorizando la eficacia sobre la reflexión

Y mientras China y Estados Unidos compiten por el dominio tecnológico, Europa parece quedarse atrás. Pero quizás esa sea su oportunidad. En lugar de imitar el modelo chino de control estatal o el estadounidense de capitalismo desregulado, Europa podría apostar por un enfoque diferente: uno que ponga la ética en el centro. Nick Bostrom ya nos advertía de los riesgos de desarrollar una IA sin un marco ético sólido, y aquí es donde Europa tiene algo que decir. Con su tradición de derechos humanos, su enfoque en la regulación y su compromiso con el bienestar social, Europa está en una posición única para liderar este debate.

El problema radica en que las agendas éticas varían enormemente según el actor involucrado. Para Estados Unidos, la prioridad suele ser fomentar la innovación mientras mantiene ciertos estándares de libertad individual. Por su parte, China tiende a enfocarse en maximizar la eficiencia y el control social, incluso a costa de la privacidad ciudadana. Esta divergencia refleja visiones opuestas sobre el papel de la tecnología en la sociedad, lo que complica cualquier intento de establecer normas globales comunes.

Kai-Fu Lee, experto en IA, ha advertido que esta dinámica podría llevar a un mundo tecnológicamente bifurcado, donde Occidente y Oriente operen con sistemas incompatibles. En este escenario, las empresas y gobiernos tendrán que elegir entre dos ecosistemas digitales distintos, lo que podría fragmentar la economía global y generar barreras tecnológicas insalvables.

Si China y Estados Unidos no encuentran una forma de «coexistir» en este ámbito, el mundo podría enfrentarse a una nueva era de inestabilidad. El estrecho de Taiwán y el mar del Sur de China ya se han convertido en puntos calientes donde la tensión entre ambas potencias podría escalar hacia un conflicto abierto. La tesis de Graham T. Allison sobre la «trampa de Tucídides» —el inevitable choque entre una potencia emergente y una establecida— parece más relevante que nunca. La IA, como herramienta de poder, podría ser el detonante de una nueva guerra fría, o peor aún, de un conflicto directo.

Si la competencia entre China y Estados Unidos dicta el ritmo, corremos el riesgo de perder de vista lo esencial: la dignidad humana, la democracia y la justicia. Europa tiene la oportunidad de ser la voz de la razón en este debate. Pero para ello debe actuar con decisión y claridad. No se trata de elegir entre el modelo chino y el estadounidense, sino de construir una tercera vía: una que combine innovación con responsabilidad, progreso con ética.


Óscar Bodí es director y fundador de Folks Brands.

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