Oriente y Occidente, choque de narrativas
Orientalismo y occidentalismo son conceptos que nacen de construcciones narrativas opuestas, en las que las culturas se retratan a través de miradas externas. Ambos términos son clave para entender las fuerzas que mueven nuestro mundo.
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El enfrentamiento entre orientalismo y occidentalismo ha sido un motor histórico de tensiones entre distintas regiones del mundo que ha dado lugar a una compleja dinámica de poder, donde las influencias culturales y las ideas de modernización y progreso se entremezclan con el rechazo y la preservación de las identidades locales.
Samuel P. Huntington, en su libro El choque de civilizaciones, argumentaba que tras la Guerra Fría los conflictos ya no se definirían por ideologías o economías, sino por choques culturales entre civilizaciones, particularmente entre Occidente y otras culturas, como la islámica y la asiática. Esta dinámica se ve reflejada en la forma en que el orientalismo y occidentalismo crean narrativas contrapuestas: Occidente construyendo una visión estereotipada de Oriente, y Oriente respondiendo con el rechazo a los valores occidentales para preservar sus identidades locales.
Javier Gil, investigador del ICS y coordinador del reto «Orientalismo y Occidentalismo: miradas cruzadas» del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra, lo explica así: «En las últimas décadas hemos constatado que, a pesar de la globalización, o precisamente por esta, no hemos llegado a una superación de las diferencias culturales, civilizacionales y religiosas».
El investigador, experto en política estadounidense en su relación con Oriente Medio, afirma que «en relación con el orientalismo y el occidentalismo, la polarización social ha ido en aumento». Entre las causas, señala que «el incremento de la inmigración, especialmente en Europa, ha fortalecido las dinámicas de confrontación discursiva. No es un problema de que la gente no escuche o no entienda, sino de que tiene visiones profundamente antagónicas sobre cuestiones fundamentales».
El concepto de orientalismo, popularizado por el académico palestino Edward Said en su influyente obra Orientalismo (1978), se refiere a la forma en que Occidente ha construido y representado a «Oriente» como un lugar exótico, misterioso y primitivo, a menudo para justificar la dominación colonial. Said argumenta que, a lo largo de la historia, las potencias occidentales han utilizado estas representaciones estereotipadas para ejercer poder sobre las sociedades orientales, presentándolas como inferiores y, por tanto, necesitadas de ser «civilizadas». Esta visión ha influido profundamente en las relaciones entre Oriente y Occidente, no solo en términos políticos y económicos, sino también en el plano cultural.
El orientalismo es, en resumen, una forma de dominación cultural y epistemológica que ha moldeado la forma en que Occidente entiende y se relaciona con Oriente. «La visión orientalista, al igual que la occidentalización impuesta, nos sitúa en un marco binario que impide una verdadera autonomía cultural», escribió Said.
El orientalismo es, en resumen, una forma de dominación cultural y epistemológica que ha moldeado la forma en que Occidente entiende y se relaciona con Oriente
El escritor y filósofo marroquí Abdallah Laroui también ha abordado la tensión entre Oriente y Occidente, pero desde la óptica de las representaciones occidentales de las sociedades árabes. En su obra L’Idéologie arabe contemporaine, Laroui sostiene que los intelectuales árabes han oscilado entre dos posiciones: la aceptación pasiva de la modernización occidental o el rechazo total de las influencias occidentales. Para Laroui, tanto el orientalismo como la occidentalización distorsionan la realidad de las sociedades árabes, creando una dicotomía que no refleja la complejidad de estas culturas. En su opinión, las sociedades árabes deben encontrar una tercera vía que reconozca tanto sus raíces como la necesidad de adaptarse a un mundo globalizado.
En el otro lado de estas perspectivas está el occidentalismo, un término que ha surgido como respuesta al orientalismo, aunque no ha sido tan ampliamente teorizado. El occidentalismo se refiere a la construcción de una imagen de Occidente desde la perspectiva de Oriente, donde Occidente es visto como una fuerza corrosiva, materialista, y decadente.
Esta visión crítica ha sido adoptada por muchos movimientos e intelectuales, especialmente en Oriente Medio, como parte de su resistencia cultural y política frente a la influencia occidental, y llevada a su extremo se representa con el término «Occidentosis» (gharbzadegi en persa), acuñado por el filósofo iraní Jalal Al-e Ahmad en la década de 1960 para describir una percepción crítica de Occidente como una fuerza destructiva que amenaza los valores, tradiciones y la identidad cultural de sociedades no occidentales, particularmente en Oriente Medio.
Otro importante pensador que ha criticado la influencia occidental ha sido Ali Shariati, cuyas ideas tuvieron un impacto significativo en el movimiento revolucionario iraní. Shariati fue un defensor de un Islam revolucionario que se opusiera a las influencias coloniales y poscoloniales de Occidente. En su obra, denunció el «fetichismo del consumo» y la adopción de un estilo de vida occidental en sociedades musulmanas. Para él, la occidentalización no era simplemente una adopción de tecnología o de modelos de desarrollo, sino una colonización de la mente que impedía a las sociedades islámicas desarrollar sus propias soluciones a los problemas modernos.
El discurso de «Occidentosis» ha tenido profundas repercusiones en las políticas y movimientos sociales en Oriente Medio. En Irán, por ejemplo, la Revolución Islámica de 1979 puede entenderse, en parte, como una reacción contra la occidentalización forzada durante el régimen del Sha, quien promovió políticas de modernización inspiradas en Occidente que alienaron a gran parte de la población.
En otros contextos, como en Egipto y Arabia Saudita, el discurso antioccidental ha sido utilizado por movimientos islamistas para movilizar a las masas contra lo que perciben como la corrupción moral y política inducida por Occidente. Este discurso no solo critica la adopción de estilos de vida occidentales, sino que también cuestiona la legitimidad de los gobiernos que se alinean con las potencias occidentales, considerando que traicionan los valores e intereses de sus propias sociedades.
El discurso antioccidental ha sido utilizado por movimientos islamistas para movilizar a las masas contra lo que perciben como la corrupción moral y política inducida por Occidente
Este ciclo de construcción y deconstrucción mutua sigue configurando la historia y las relaciones internacionales en la actualidad, evidenciando que el choque entre estas dos visiones no es solo una cuestión de política exterior, sino también de identidad cultural y espiritual. «El orientalismo y el occidentalismo continúan configurando las geopolíticas actuales, desde las relaciones entre personas hasta las propias políticas en sí», tal y como concluye Melike Akkaraka, experta en política internacional y discurso y una de las investigadoras que formará parte del reto «Orientalismo y Occidentalismo: miradas cruzadas» del ICS de la Universidad de Navarra.
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