Jornadas de Sostenibilidad de Redeia
La sostenibilidad como capital y la generación de valor a futuro
La sostenibilidad ya no puede concebirse como un esfuerzo aislado, centrado únicamente en la eficiencia energética o la reducción de emisiones. Esta fue una de las principales conclusiones de las Jornadas de Sostenibilidad de Redeia celebradas el pasado mes de octubre.
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La sostenibilidad debe abordarse desde una visión integral. Así lo explicó la presidenta de Redeia, Beatriz Corredor, en el marco de las Jornadas de Sostenibilidad celebradas por la compañía durante el pasado mes de octubre: «No podemos hablar de transición energética sin considerar su impacto en el capital natural; no podemos avanzar en innovación tecnológica sin pensar en el capital humano que la hace posible; no podemos generar valor financiero sin crear valor social en los territorios donde operamos».
El capital natural, según Corredor, no se limita a la conservación de recursos, sino a su gestión estratégica para sostener la actividad económica y social a largo plazo. Los bosques, el agua, la biodiversidad y la calidad del suelo son elementos activos de creación de valor, y su cuidado es tanto una responsabilidad ética como una inversión en resiliencia. En ese aspecto, Redeia está desarrollando el Libro Blanco de Bosques, una iniciativa que conecta el territorio forestal con nuevos proyectos de conservación, mostrando cómo la gestión ambiental puede generar impacto social y económico a futuro.
En palabras del secretario de Estado de Energía, Joan Groizard, quien participó en la inauguración institucional, «la lucha contra el cambio climático y la apuesta por la sostenibilidad no son solo una obligación, sino una oportunidad económica y social». Pero, eso sí, «para avanzar debemos remar todos a favor».
La quinta edición de este gran foro anual de sostenibilidad demostró ser un espacio ya consolidado como punto de encuentro para analizar cómo transformar la transición ecológica en valor real para la sociedad y los territorios. Durante dos jornadas, más de treinta expertos del ámbito institucional, empresarial y académico debatieron sobre el papel del capital financiero, natural, humano, social y tecnológico en la construcción de un modelo sostenible a largo plazo, con la participación de voces como Antonio Garamendi (CEOE), Rafael Doménech (BBVA Research), Virginia Barcones (Protección Civil y Emergencias) o Gonzalo Escribano (Real Instituto Elcano), entre otros.
No podemos hablar de transición energética sin capital natural ni de innovación sin capital humano: la sostenibilidad es una arquitectura indivisible de valor social, ambiental y financiero
El sector financiero como impulsor de la economía sostenible
El primer aspecto sobre el que se debatió fue el capital financiero como motor de la transición ecológica y la reindustrialización verde. Los expertos coincidieron en un mensaje claro: sin un marco regulatorio estable y sin la implicación del sector financiero, la transición ecológica no podrá trasladarse a la economía real. Antonio Garamendi, presidente de la CEOE, señaló con claridad que «la sostenibilidad ya no es algo accesorio: es un factor de competitividad para las empresas y una exigencia de inversores y clientes». Garamendi subrayó que España tiene ventajas competitivas en sectores como las energías renovables y la balanza energética, pero para materializar estas oportunidades es imprescindible garantizar seguridad jurídica, estabilidad regulatoria y calidad normativa. Debe darse un marco estable que trascienda legislaturas y establecer auténticos pactos de Estado, asegurando que los proyectos verdes sean rentables y capaces de atraer capital privado a largo plazo.
Desde una perspectiva macroeconómica, Rafael Doménech, jefe de análisis económico de BBVA Research, defendió que la transición debe plantearse como una oportunidad y no solo como un coste, destacando que la expansión renovable ya ha contribuido a reducir el precio mayorista de la electricidad en España. Añadió que el país necesitará una inversión anual cercana a seis puntos del PIB hasta 2050, en su mayoría procedente del sector privado, para materializar la transformación ecológica y digital. Por ello, es necesario reforzar incentivos y reducir barreras administrativas. La conclusión general fue que la sostenibilidad funciona como una arquitectura de capitales interdependientes y que su éxito dependerá de la capacidad para movilizar inversión hacia proyectos que generen impacto ambiental y valor social a largo plazo.
El capital natural en riesgo
La sostenibilidad no puede limitarse a indicadores ambientales aislados, sino que debe entender el capital natural, en concreto los bosques, como un activo estratégico para la resiliencia territorial y la economía. España es hoy uno de los países con mayor superficie forestal de Europa, pero la falta de gestión ha convertido ese patrimonio en un elemento de riesgo. Como explicó Víctor Resco, investigador de la Universidad de Lleida, «en España no tenemos un problema de deforestación sino de exceso de masa forestal mal gestionada: estamos en máximos históricos en los últimos 100.000 años». Así, dejar el bosque intacto no es una medida de protección real: sin gestión activa, «acaba gestionándolo el fuego».
La dimensión de este riesgo quedó patente en la intervención de Virginia Barcones, directora de Protección Civil y Emergencias, quien recordó que «este verano hemos vivido la mayor oleada de incendios simultáneos de la historia de España: casi 400.000 hectáreas arrasadas y nueve países ayudando con medios internacionales». Barcones alertó de la «tormenta perfecta» provocada por abandono rural, sequía y cambio climático, y reclamó un compromiso sostenido: «Tenemos la obligación ética y moral de alcanzar un pacto de Estado contra la emergencia climática».
La sostenibilidad no es solo una obligación: es una oportunidad económica y social, pero solo avanzaremos si todos remamos en la misma dirección
Desde la perspectiva de la bioeconomía, Félix Romero, director de la Fundación Biodiversidad, puso el foco en el valor tangible del bosque como generador de riqueza y cohesión social: «Sin ecología no hay economía. Y sin economía, esa ecología tampoco se sostiene». Recordó que hoy los ingresos que genera el monte no cubren los costes de su gestión, lo que alimenta su degradación, y defendió la colaboración público-privada para cerrar esa brecha.
El bosque no es un «decorado ambiental», sino una infraestructura esencial que produce capital natural, sostiene empleo rural y reduce los costes multimillonarios derivados de la emergencia climática. Gestionarlo bien no es un gasto: es inversión estratégica en seguridad, resiliencia y futuro colectivo.
Confianza y estrategia: claves para el valor futuro
Por último, la discusión sobre generación de valor a futuro puso el foco en cómo las tendencias globales –tecnológicas, sociales y geopolíticas– están transformando tanto la percepción ciudadana como la capacidad real de Europa para competir y sostener su bienestar. Belén Barreiro, CEO de 40dB, advirtió que ya no vivimos en una sociedad de grandes consensos, sino de «múltiples minorías» y con una opinión pública «en constante acción-reacción». La fragmentación social se ha intensificado y viene acompañada de dos vectores transversales: desconfianza y miedo. Según Barreiro, «la crisis principal hoy no es solo económica o institucional, sino una crisis de confianza, extendida desde la política hasta las pequeñas rutinas cotidianas». Esa desconfianza se combina con un ecosistema de desinformación que dificulta que la ciudadanía consolide posiciones estables sobre sostenibilidad o transformación digital, lo que obliga a repensar cómo se comunica el cambio para que no genere rechazo social.
Desde la dimensión geopolítica, Andrea Rizzi, corresponsal de Asuntos Globales de El País, situó la inteligencia artificial como factor decisivo en la competición global, no solo por sus efectos económicos sino por su impacto en la «guerra cognitiva»: «Vivimos en medio de una guerra cognitiva de rasgos inéditos, y Europa está especialmente expuesta». La pugna entre China y Estados Unidos no es solo tecnológica, sino de control de recursos críticos, capital y energía. Europa, señaló, corre el riesgo de quedar rezagada si no culmina la integración de su mercado interior y refuerza la autonomía estratégica en energía, datos y manufactura verde. La sostenibilidad será competitiva solo si Europa consigue convertirla en una ventaja industrial y no solo en una agenda normativa, afirmó el experto.
La conclusión compartida fue que generar valor futuro exige anticipación, cohesión y claridad estratégica: sin confianza social, no habrá transición sostenible; sin autonomía tecnológica y financiera, Europa no será capaz de convertir esa transición en prosperidad.

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