ENTREVISTAS

«La transición hacia una economía baja en carbono es inevitable»

Laurence Tubiana es presidenta del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales de Francia y una de las principales artífices del Acuerdo de París.

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Pat Mateos
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31
mayo
2017

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Pat Mateos

En 1972, se celebró la conferencia de Estocolmo, considerada la primera cumbre del clima de Naciones Unidas. Por aquel entonces, el cambio climático era un concepto nebuloso –o del todo desconocido– para la opinión pública. El debate giró en torno a asuntos como las pruebas de bombas atómicas o la caza de ballenas. Cuatro décadas más tarde, el Acuerdo de París reflejó una nueva nomenclatura, manifiestamente más aterrizada, sobre el calentamiento global y sus efectos. Una de sus principales artífices fue Laurence Tubiana. Presidenta del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales de Francia, fue nombrada en 2015 embajadora especial para dicha cumbre. Nos reunimos con ella en una visita exprés a Madrid.

Desde la conferencia de Estocolmo, ha habido más de una decena de cumbres sobre el cambio climático. ¿Hemos avanzado lo suficiente?

Es interesante ver cómo se planteaban los problemas en 1978. Cuando los desafíos medioambientales se comparan con otros elementos de gobernanza mundial, como el comercio internacional o la salud internacional, nos damos cuenta de lo rápido que hemos avazado. Me gusta compararlo con el comercio. La OMC se creó en 1948: tantos años para definir cosas relativamente sencillas… básicamente, bajar las tasas aduaneras. El medio ambiente ha avanzado muy rápidamente, especialmente si tomamos como referencia el Convenio de 1992, que fue muy innovador y se dirigía a toda la sociedad. La energía, la actividad forestal, la agricultura, el transporte… tienen un impacto. Es un proceso muy lento, en tanto que las sociedades entienden la importancia del problema y asumen que lo pueden revertir. La cuestión es que nuestra capacidad de destrucción ha sido mucho mayor que la voluntad para luchar contra el cambio climático. Fíjate en el estado de los océanos, un ecosistema tan gigante…

«Nuestra capacidad de destrucción es mayor que la voluntad para luchar contra el cambio climático»

Viniendo hacia aquí, leía un reportaje de 2012 publicado en La Vanguardia. Analizaba el estancamiento de la Cumbre de Doha y el titular decía así: «Después de Kioto, el abismo». ¿Qué tiene el Acuerdo de París que no tenga el resto?

Lo primero es que, hasta ahora, se había delegado la toma de decisiones en unos pocos actores. El Acuerdo de París, por el contrario, es un interés de todos y para todos, el resultado de una coalición: muchos actores se juntan en esta gran batalla. Esa es, en sustancia, la gran diferencia. Por otro lado, establece una visión muy a largo plazo, pero con un mecanismo muy sofisticado, reconociendo aspectos muy concretos sobre su implementación. Marca una dirección clara. El objetivo no era alcanzar un acuerdo de éxito, sino transmitir el mensaje de que la transición hacia una economía baja en carbono es inevitable, y ya está en marcha.

La temperatura media global ha subido 0,8 grados desde la época preindustrial (1780). Solo en los próximos 40 años, se espera que aumente dos más. Y, de no aplicarse las nuevas medidas establecidas en el Acuerdo de París, ese aumento puede ascender hasta los 3,6º. ¿Qué pasa si fracasa?

Los impactos serían muy grandes y durarían mucho tiempo. Llegaríamos a un punto de no retorno para la vida humana. sería irreversible. Podría llegar un momento en que las temperaturas subieran y luego bajasen, pero sucedería en un planeta en el que nosotros ya no estaríamos. El planeta va a sobrevivir por definición. No ocurriría lo mismo con nosotros.

laurence tubiana entrevista

El Acuerdo de París no es jurídicamente vinculante. ¿Debería serlo?

Es jurídicamente vinculante con algunos elementos, pero no es vinculante en los números de reducción de emisiones. Sí en la necesidad de presentar contribuciones cada cinco años y en hacer balances para supervisar. No son vinculantes las especificaciones de las contribuciones nacionales: se trata, más bien, de una invitación a hacer un mayor esfuerzo en reducciones absolutas, de tal manera que todos los países estén alineados con el objetivo global. Es una mezcla de aspectos vinculantes y aspectos que no lo son, determinado por lo que cada uno pueda hacer o considere necesario.

«La ciudadanía en España tiene una capacidad enorme de organización social, de responder donde el Estado no lo hace»

No todos nos encontramos en el mismo punto de partida. Los 3.600 millones de personas más pobres del mundo son responsables del 10% del calentamiento global, según Naciones Unidas.

Desde el punto de vista de la justicia, la población mundial tiene la necesidad de desarrollarse, de tener más agua, energía, comida, movilidad… Lo que ha cambiado es que, ahora, siguiendo el principio de justicia, el reto es ofrecer a estos países la capacidad de desarrollarse en una forma distinta. No que asuman una responsabilidad que no tienen, pero sí que piensen que pueden contribuir a un modelo de desarrollo sostenible. Ha cambiado el debate. Los que han podrido la atmósfera son los primeros responsables, por supuesto. Pero hay que ofrecer un desarrollo deseable a cada país. Antes, se pensaba que la lucha contra el cambio climático no era una forma de lucha contra la pobreza. Y es falso. Los que tienen menos son los que más sufren sus consecuencias. Es evidente. En África y en Latinoamérica; en Filipinas, en Bangladés…

¿Qué papel adquieren las ciudades en la lucha contra el cambio climático?

El papel más importante, por la capacidad de comunicar de los alcaldes, de transmitir a los ciudadanos que hay opciones, que su ciudad puede ser más habitable, que mejorará su bienestar. La transformación del transporte, las energías renovables… Las ciudades son un actor central, y el más dinámico. La visibilidad que dan los alcaldes a estos retos es muy útil. Tienen argumentos para liderar esta batalla. Luego, se necesita el coraje de los Gobiernos.

¿Qué nota le pondría a España en la lucha contra el cambio climático?

No te sabría decir, porque ver ese enorme capital de renovables y luego que la política va en contra… no es muy entusiasta. España tiene que proponerse estudiarlo a fondo. Al igual que los Gobiernos italiano, alemán y francés, España tiene que empujar con fuerza.

En 2001, George W. Bush rehusó firmar el Protocolo de Kioto. ¿Tiene esto una traslación al 2017 con Trump?

Es interesante ver cómo un rechazo inicial acabó en una colaboración, en el caso de Bush, que cuatro años después se unió a la mesa. No son los mismos actores. El equipo de Trump es más aislado. Quieren desmantelar la política de Obama, eliminando la tasa sobre el carbono. Pero hay muchos Estados que quieren hacer cosas, que sí están sentados a la mesa. Y yo creo que, si Estados Unidos saliera del Acuerdo de París, acabaría volviendo. [Esta entrevista se realizó en abril; Trump ha anunciado recientemente su decisión de retirar a Estados Unidos de dicho pacto]

«Estados Unidos volverá al Acuerdo de París»

Después de Trump y el Brexit, ¿se hará Le Pen con el poder en Francia?

Tiene pocas posibilidades, pero también tiene más posibilidades que nunca. Es una situación evolutiva. Antes del Brexit, imperaba la idea de que un movimiento populista no iba a ganar en ningún sitio. Austria y Holanda han conseguido frenar a la ultraderecha en las elecciones… El caso Trump, por un lado, tiene el efecto negativo de que legitima ese tipo de políticas, pero, a su vez, tiene un efecto de reflexión, de «¿realmente es esto lo que queremos?». Y de que no solo sea un voto de protesta. Se ha debilitado el movimiento de salir de Europa. Es un fenómeno muy volátil. No quiere decir que, si Marine Le Pen pierde, los problemas vayan a desparecer. Hay que entender bien los modelos de conducta pública que se vienen desarrollando en los últimos 20 años.

¿Tienen sentido, en el siglo XXI, los discursos antiglobalización?

Limitándonos a la esfera política, el localismo, la antiglobalización de algunos movimientos de izquierda o de movimientos ecologistas, si te fijas, son temas que también la extrema derecha ha retomado. No hay una respuesta sencilla. La reconstrucción de la forma de representación a nivel local es imprescindible. No hay respuestas nacionales que sean realmente satisfactorias. Por eso me interesa tanto España. Porque las experiencias de innovación local son muy fuertes, más que en Francia. También su capacidad de organización social, de responder donde el Estado no lo hace. No solo por las autonomías, sino por la forma de organizarse de la sociedad en general. La disputa de los partidos políticos no refleja a la sociedad española. Podemos aprender enormemente de algunos movimientos en España, como la paralización de los desahucios. O la unión de los profesores de la educación pública. En un periodo tan difícil como el que está viviendo Europa, esta capacidad de asociación es muy importante

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