ENTREVISTAS

«Los europeos debemos desacostumbrarnos al lujo y admitir nuestra pérdida de protagonismo»

Ethic entrevista al escritor de culto Michel Houellebecq, que reflexiona sobre la sociedad de consumo, la consecuencias de la crisis, los movimientos ciudadanos y las revueltas en los países árabes.

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17
octubre
2012

En una de sus cada vez más escasas visitas a España, el aclamado escritor de culto Michel Houellebecq concedió a Ethic esta entrevista, tras una divertida persecución por bares y universidades de Madrid, que queremos presentar como un ejercicio de surrealismo periodístico. A pesar de la forma disparatada en la que todo ocurrió, publicar las impresiones que uno de los escritores más cotizados de nuestro tiempo tiene sobre esta época convulsa es un lujo del que no podíamos privar a nuestros lectores.


Houellebecq asiste a Madrid para recibir el Gran Premio Niram Art de Literatura. «La entrevista tendrá lugar después del acto pero, por favor, llegad puntuales», nos dice su representante. Como suele pasar en estas ceremonias, todo resulta innecesariamente largo: más de tres horas  de discursos y halagos y nuestro protagonista sólo ha intervenido unos minutos. En cuanto acaba el acto, su representante nos presenta. «Me apetece fumar. ¿Por qué no vamos fuera?», nos dice el escritor francés con la mirada perdida nada más saludarnos.

Houellebecq encarna la figura del escritor maldito postmoderno, por lo que es casi una obligación para él huir de actos con pompa. Mientras salimos, un fan avezado y algo psicótico nos persigue. «¿Vais a entrevistarle? ¿Puedo hacerle alguna pregunta?». Nos lo quitamos de encima rápidamente y le proponemos al escritor una invitación a cenar con el objeto de hacer una entrevista tranquila y sosegada, como es costumbre nuestra. Pero la idea no le entusiasma: «¿Una entrevista? No sé… ¿Erais los de Ethic, no? He visto vuestra revista. Me gusta vuestro trabajo…».

«Mucha gente se ha acostumbrado a una vida que se basa en un consumo sin freno y no tiene más alegrías»

Al final, aparece su representante y nos sugiere que les acompañemos a un bar de Ópera, donde le esperan algunos escritores y amigos para rendirle un homenaje «mucho más informal». En el bar, Houellebecq hace caso omiso de la ley antitabaco pero como es un VIP nadie le dice ni pío. Le proponemos entrevistarle en otro momento, otro día si quiere. Pero pasa de comprometerse. Antes de entregarse de lleno a la tertulia literaria nos habla emocionado de su perro, que murió hace poco más de un año: un corgi atento y fiel que muchas tardes se quedaba dormido a su lado.

Esa noche, tal y como advirtieron los prolegómenos, la entrevista acabó en gatillazo y después de seis horas persiguiendo a nuestra celebrity por la zona centro de Madrid el cabreo de Pablo, el editor de Ethic, era monumental. «Por hoy es suficiente. Pero no nos rendimos. Le pillaremos el martes en la Complu», le espetó al representante antes de marcharse.

Cuando, tres días más tarde, llegamos al coloquio de la facultad de Periodismo, el salón de actos está abarrotado. El tiempo pasa pero el retraso de nuestro protagonista no ofende a nadie: Houellebecq es como una estrella de rock y otra de sus obligaciones, dentro de su estatus de escritor cool, es llegar tarde a este tipo de saraos.

Cuando por fin aparecen advertimos la expresión de pánico en el rostro desencajado de su representante. Se acerca hacia nosotros directamente, como si transportáramos un depósito de agua fría en la mitad del desierto. «Sandra, nos ha fallado el traductor. ¿Puedes encargarte tú?». Siento una congoja importante y me quedo algo bloqueada pero Pablo no está para concesiones. «Traducirá su intervención si antes hacemos la entrevista». Nos tratan de convencer para que tenga lugar después del acto, pero queremos evitar otro plantón y nos mantenemos firmes. El viento sopla a nuestro favor y no tardan en asentir: «Hay que darse prisa». Enciendo la grabadora.

Houellebecq habla despacio, muy despacio, y retiene sus palabras, como si le gustara desquiciar a los organizadores o no pudiera evitar deleitarse con cada una de las ideas que trazan el improvisado discurso al que le conducimos. Le preguntamos por la crisis que atraviesa Europa. «Es importante tener claro que no estamos realmente ante una crisis mundial. Es una crisis de los países ricos. Los europeos debemos desacostumbrarnos al lujo. Y también debemos admitir nuestra pérdida de protagonismo. Vivimos tiempos de decadencia y es difícil prever cómo terminará todo», reflexiona.

«Las sublevaciones demuestran que un gobierno demasiado corrupto no se puede mantener al poder pase lo que pase»

¿Y qué opina un escritor súperventas sobre la sociedad de consumo? «El problema es que mucha gente se ha acostumbrado a una vida que se basa en un consumo sin freno y no tiene más alegrías. Recuerdo un momento ridículo en Berlín. Estaba ahí para la promo de mi libro, en un barrio chic. No me quedaban calzoncillos limpios  y era imposible encontrar ninguno porque solo habían boutiques de tipo Timberland, Dior… pero ningún supermercado. A mí me gusta bastante la gran distribución con todos esos productos, los supermercados en los que comprar racionalmente, incluso los hipermercados. Carrefour, Auchan… me gustan.  La gran distribución es un progreso en sí pero toda la parafernalia en torno a las marcas resulta ridícula. Yo siempre compro productos Carrefour, Casino o de marcas blancas».

No decimos nada, pero quizá la expresión de nuestras caras le empuja a matizar su respuesta. «Admito que ésta no es una reflexión política muy profunda, porque al mismo tiempo la gran distribución pisa a los productores, pero no tengo antipatía hacia la gran distribución, resulta más bien una cosa práctica y bien organizada. Eso sí, no tengo ningún tipo de afecto hacia las marcas».

15-M y Primavera Árabe

Tras su disertación sobre el fenómeno consumista en la sociedad contemporánea le preguntamos por el 15-M. Entonces se enciende un cigarro y nos explica que es un movimiento con el que el ciudadano francés no ha conectado. «Ha intrigado mucho en Francia… A los franceses les encanta manifestarse con o sin razón, pero este movimiento no lo han entendido para nada y por eso no lo han imitado. El malentendido en Francia ha sido doble porque había referencias al libro de Hessel cuando en realidad este movimiento creo no tiene nada que ver con ese libro, que es sobre todo una crítica al Estado de Israel».

Ponemos el foco en los países árabes. Houellebecq opina que el trasfondo de la Primavera Árabe tiene más que ver con el hartazgo por la desigualdad social y por la corrupción que con la búsqueda de libertad. «Creo que estas sublevaciones demuestran que un gobierno demasiado corrupto no se puede mantener al poder pase lo que pase. La corrupción acaba irritando a la gente. Pienso que se trata más de eso que de la no-democracia. La sensación prolongada de que el pueblo no ha tenido acceso a la riqueza del país es insoportable. Es algo general en la historia, va más allá de lo político. Los pueblos no toleran eternamente a esos gobiernos que en realidad son una banda de gángsters que roban a su país».

[Agradecimientos a Esther Galea,  a Esther Toledano y a Gran Premio Niram Art de Literatura por su imprescindible colaboración en esta entrevista]

 

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