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«Respirar mal afecta la memoria y la atención»

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30
diciembre
2024

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Santiago Ramón y Cajal decía que, si se lo propone, cada persona puede ser escultora de su propio cerebro. En alusión a la frase del Nobel de Medicina, Nazareth Castellanos (Madrid, 1977), licenciada en Física Teórica, doctora en Medicina y máster en Matemáticas Aplicadas a la Biología y en Neurociencias, afirma que «el organismo esculpe el cerebro». Nuestro cuerpo impacta sobre nuestras neuronas, y ese redescubrimiento es la base de la revolución que vive hoy la neurociencia.


¿Por qué la neurociencia debe salir del «cerebrocentrismo»?

Bueno, está saliendo… Porque era una visión un poco reduccionista. Poco a poco se ha ido abriendo ese camino con más evidencias: empezó por la influencia del intestino, luego la del corazón. A la respiración le queda mucho, pero por lo menos ya se ha abierto la posibilidad de que todo el cuerpo sea un sistema más integrado, codependiente. Esta visión es mucho más compleja, pero también mucho más rica.

En Neurociencia del cuerpo (Kairós, 2022) explica que tenemos otros sentidos y que incluso el cuerpo percibe lo que la mente aún no sabe. ¿Por qué seguimos aferrados a la concepción de que solo existen cinco sentidos controlados por el cerebro?

Porque ha sido la visión que ha tenido la ciencia, que tal y como la conocemos hoy no tiene más de trescientos años. Esos cinco sentidos que conocemos se llaman «exterocepción», es decir, lo que se percibe desde fuera. Una ciencia muy en tercera persona; estudiamos algo que casi es ajeno a nosotros. Mientras que los dos sentidos que han aparecido —y que han resultado ser prioritarios para el cerebro— hablan de la información que llega desde dentro de nosotros: la interocepción y la propiocepción. Este nuevo paradigma científico habla de esa fusión entre lo interno y lo externo. ¿Qué pasa con la interocepción que es no consciente, con lo que está haciendo tu estómago? ¿Cómo se están comunicando tu intestino o tu corazón con el cerebro?

Es que «cada vez se están incorporando más vísceras al mapa de la mente». Empecemos por el intestino: ¿cómo afecta al cerebro?

La principal influencia que tiene el intestino sobre el cerebro es a través de la microbiota, ese conjunto de bacterias que habitan principalmente en el intestino. Esas bacterias influyen directamente sobre la dinámica neuronal. El nervio vago va vagabundeando por el cuerpo y va recogiendo la información de lo que pasa en el intestino y esto lo recibe el cerebro, que lo interpreta para poder dar una respuesta. Entonces, se ha visto que influye principalmente en nuestro estado de ánimo, en el aprendizaje, en el comportamiento.

«No sabemos respirar porque no hemos dedicado ningún esfuerzo a conocernos y explorar hacia adentro»

¿Por qué no sabemos respirar?

[Risas]. No sabemos nada. La gran mayoría de la población somos respiradores bucales. Esto parece que tiene un origen en la infancia: empieza la guardería y tenemos mocos siete meses al año. Si el cuerpo ve que la nariz no es un sistema muy fiable porque está todo el día congestionada, pues toma como prioritaria la bucal y a partir de ahí sucede un proceso adaptativo que hay que revertir. No sabemos respirar porque no hemos dedicado ningún esfuerzo a conocernos y explorar hacia adentro; sabemos diseñar todo tipo de dispositivos, pero no sabemos a día de hoy cómo respiramos.

¿Qué impacto tiene esto sobre el cerebro y la salud?

Sobre la salud en muchos aspectos, sobre todo en el sistema inmune. Cuando respiramos mal, el cerebro está perdiendo uno de sus grandes marcapasos. El cerebro es un sistema de 85.000 millones de neuronas cuyo funcionamiento básico es la sincronización. Entonces, para que se establezca esa comunicación entre las neuronas, necesita ciertos marcapasos que son como directores de orquesta. La respiración es uno de ellos. Por lo tanto, al perder esa capacidad de coordinación, estamos perdiendo recursos neuronales. Respirar mal afecta sobre todo la memoria y la atención.

Además, el sistema digestivo, el sistema respiratorio, la postura, tienen repercusiones sobre la salud mental. ¿Por qué?

La salud mental se define como el estado de bienestar que nos permite afrontar situaciones adversas. Para mí, la base de que se hayan disparado los problemas de salud mental es que no se trabaja en el bienestar. ¿Cómo se trabaja? De muchas formas, pero una de ellas es aprovechar todos nuestros recursos corporales. Si todos dedicáramos un poco de tiempo a saber cómo respiramos, a trabajar la postura, a tener más cuidado con la dieta, tendríamos más recursos para fortalecer la salud mental.

«Si todos dedicáramos un poco de tiempo a trabajar la postura tendríamos más recursos para fortalecer la salud mental»

Desde 2014, la ciencia ha demostrado que estar encorvados hace que percibamos más lo negativo que lo positivo. Con el auge de los dispositivos y las redes sociales —siempre con la cabeza gacha—, ¿estamos criando generaciones de gente triste?

Tener a la humanidad sentada y agachada [frente a las pantallas] resulta muy peligroso. Estamos criando generaciones de personas muy aisladas. El otro día, una señora estaba comprando y le enganchó el móvil a su hijo. Y el niño como un autómata. Claro que es mucho más cómodo ir a comprar con el niño hipnotizado. Pero es un caramelo envenenado: estamos aislando. El sentimiento de soledad es pandémico.

A nivel neurocientífico, ¿qué repercusiones tiene?

Se ha visto en estudios de neurodesarrollo en los niños cómo afecta a la coordinación entre las diferentes áreas del cerebro. Otros estudios dicen que tiene bondades; por ejemplo, que los niños ahora tienen una capacidad y una atención visoespacial increíble: tú pones a un niño un videojuego y te detecta por dónde sale el muñequito en milisegundos. Ahora, ¿cuál es el precio de desarrollar esa capacidad y en el día a día de qué me vale? Las cosas en el mundo no van a esa velocidad. Hay videojuegos que estimulan, pero cuidado con la violencia y el abuso: el 7% de los adolescentes son adictos, y adicto significa que no puedes controlar no usarlo.

«Tener a la humanidad sentada y agachada [frente a las pantallas] resulta muy peligroso»

Durante siglos, en diferentes culturas han sido importantes la respiración, la meditación, el baile, la dieta… Sin embargo, ¿cree que hay reticencia hoy desde la neurociencia frente a las posturas holísticas?

Cambiar un paradigma siempre ha sido difícil. Pero es verdad que en esta visión más integral del cerebro y el cuerpo hay cada vez más evidencia. Hoy la velocidad del mundo ayuda, porque en pocos años la cantidad de estudios que han aparecido han hecho que tome un peso suficiente como para que se acepte a nivel científico. Es cierto que sigue habiendo un poco de reticencia: sale un estudio hablando de las bondades de la meditación y te salen cuarenta poniendo todo tipo de pegas. Y tampoco contribuyen algunas visiones muy superficiales, titulares que asustan a la comunidad científica. Pero meditación ha habido en absolutamente todas las culturas. Es más, se han encontrado restos arqueológicos que la sitúan mucho antes de Buda. Es simplemente un proceso de estar con uno mismo y de la observación y contemplación de la propia mente. Esto está desde la antigua Grecia hasta el cristianismo, el mundo judío, el islam. Hoy se intenta estudiar desde una visión más neutra y se ve que tiene sus bondades. Ahora, no es la panacea, es un sistema holístico, integral, la suma de muchas cosas.

Mucha gente dice: «Yo no puedo meditar porque no me concentro». Hay términos como «la loca de la casa», los «monos» del budismo… ¿El cerebro se resiste a ser moldeado a través de la meditación?

A mí me gusta cuando la gente dice «es que yo no soy capaz de meditar». Claro, ni tú ni nadie. La resistencia es tremenda, porque el control consciente de la atención es una de las cosas más difíciles. Está mal confundir la meditación con tranquilidad. Meditar significa que te sientes a observar cómo se te va la mente; intentar entrenar algo que no te va a salir en años. Pero da igual, no se trata de que te salga, sino de que lo observes. Eso ya es un proceso. Y en dos meses se ven cambios estructurales en el cerebro. No hace falta ser un buda.

«El pensamiento espontáneo tiene muchas riquezas, el problema es cuando se convierte en obsesivo»

¿Por qué debemos controlar el diálogo interior constante?

Porque se ha considerado una de las mayores fuentes de insatisfacción. Todos lo hemos vivido: esa sensación de que ojalá hubiera un botón que me apague. El pensamiento espontáneo tiene muchas riquezas, el problema es cuando se convierte en rumiante y obsesivo. Que aunque quieras parar, no puedes; ahí te das cuenta de que tiene una naturaleza involuntaria. Se ha estudiado mucho cómo nos vienen bien los mantras, repetir algo que es verbal pero que no tiene un significado nos ayuda a reducir un poco ese diálogo interior. También ralentizar la respiración, ir a las sensaciones del cuerpo. No puedo estar hablando y a la vez observando las sensaciones de mi cuerpo porque las estructuras cerebrales que se encargan de una cosa y de la otra son las mismas.

Explica que el corazón juega un rol primordial en la percepción. ¿En qué momento nos desligamos de la visión «cardiocentrista»?

Entre cardiocentristas y cerebrocentristas ha habido una rivalidad a lo largo de la historia. Lo que me gusta es que no es uno ni otro, sino su relación. El corazón es el sistema que más impacta sobre el cerebro, el sistema al que más atención le presta. Entonces a mí me encanta porque es hablar de la emoción, de la subjetividad, de la interpretación que cada uno hace de la realidad. Es hablar de la memoria autobiográfica. Que traigamos esos conceptos a la mesa y que los discutamos desde el punto de vista de la psicología yo creo que nos puede beneficiar mucho.

Es muy curioso cómo se sincronizan no solo el cerebro y el corazón, sino también los corazones de otras personas.

La mayor sincronización es entre la madre y el bebé, y a partir de ahí entre todos. Cuando estamos hablando con alguien, se produce una sincronización entre corazones. Para comprendernos mejor hay que bajar un poco el ritmo respiratorio. El cuerpo es también la puerta de entrada de la otra persona, es algo que he estado explorando últimamente y me parece impresionante: en qué grado impactamos sobre los demás, y no solo a través de la palabra.

«El corazón es el sistema que más impacta sobre el cerebro»

Justo le iba a preguntar qué está investigando ahora y qué otras vísceras están sumando a las investigaciones.

Yo voy a intentar que se sume el útero. Se merece un tributo que no lo tiene. Es difícil, pero vamos a ver cómo podemos medir su campo eléctrico. Y sigo muy involucrada en la respiración, ese ha sido el foco de los últimos años: respiración para personas con dolor crónico, cómo el patrón respiratorio puede producir alteraciones de la salud mental, la influencia de cada fosa en el cerebro.

De ahora en adelante, ¿la medicina y la psicología comenzarán a recetar el baile, la meditación, las respiraciones…?

Ya se está empezando a hacer. Ahora yo creo que cualquier médico te dice «a ver cómo estás comiendo, la vida sedentaria no puede ser». El problema es que esto suele decirse cuando las personas ya tienen algún tipo de problema. Sería necesario que nos lo digan a todos, que sea preventivo. ¿Qué significa hacer ejercicio y qué significa comer bien? Para ti no es el mismo tipo de ejercicio que para mi madre. La medicina tiene que pasar a ser un sistema que no te vea un solo médico, sino un conjunto multidisciplinar de profesionales.

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