TENDENCIAS
Cambio Climático

Juan Palacios

«El mar cada vez está más caliente y las tormentas son más destructivas»

Fotografía

Misho Antadze
¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
19
noviembre
2025

Fotografía

Misho Antadze

Una mujer centenaria, un granjero que busca esposa y un amante de las aves son tres de los apenas 25 habitantes que resisten en la isla danesa de Mandø. El director Juan Palacios retrata la realidad presente de una región cuyo futuro está amenazado por el cambio climático en ‘As the tide comes In (Mientras sube la marea)’, un documental que formó parte de la última edición de Another Way Film Festival.


Una isla de apenas 8 kilómetros que solo es accesible mediante carretera cuando baja la marea. ¿Cómo de compleja es la llegada a Mandø y cómo llegaste a la historia de este lugar?

La forma de acceder a la isla es increíble. Llegas al final de la península y te encuentras con un mar que no es lo suficientemente profundo para que puedan navegar embarcaciones pero que, en muchos momentos, cubre la carretera de acceso a la isla. Tienes que esperar a que baje la marea para poder tener una ventana temporal de acceso a Mandø. Los siete kilómetros de carretera son como una especie de umbral. Luego, al llegar te encuentras con un cambio enorme en el sonido porque este sitio es un paraíso para las aves y te recibe un coro de ellas. En cuanto a la historia, en parte llego porque esta película es una especie de secuela de Meseta, mi anterior documental. La presenté en un festival de documentales de Copenhague y llamó la atención de un productor danés que me contactó varios meses después con la propuesta «Meseta en el agua». Nunca había trabajado partiendo de un encargo pero captó mi interés y comencé a visitar la isla para conocer a sus habitantes.

Hablamos de un lugar que ha sufrido un retroceso histórico de población al que ahora se suma la amenaza del cambio climático. ¿Cuál es la situación actual de la isla y sus principales amenazas?

Mandø afronta diferentes amenazas. Por un lado, está el peligro demográfico. Es una isla muy remota en la que se ha cerrado la escuela, ya no hay médico, no hay ni cura y casi todos los servicios son ambulantes. Falta gente joven y no hay familias que se estén mudando allí lo que hace que la isla tenga los días contados. Por otro lado, el mar cada vez está más caliente y las tormentas son más destructivas. Siempre ha sido un lugar con fuertes temporales pero ahora los fenómenos extremos son mucho más frecuentes. Existe la gran preocupación de que venga una gran tormenta y rompa unos diques que están obsoletos. En la isla solo viven 25 personas y al gobierno central no le termina de interesar apostar por renovar la infraestructura para tan poca población. Antes eran los habitantes quienes hacían las reparaciones en los diques pero ahora ya no queda gente joven que pueda hacerlo y se sienten muy abandonados por las autoridades. Además, hay un tercer peligro que es la presencia de una entidad que está comprando propiedades en la isla con la idea de apostar por el rewilding. Es una forma de venderlo como un lugar salvaje y atractivo para los turistas pero que choca con la realidad de unos habitantes para quienes eso es el fin de su mundo.

«Ahora los fenómenos extremos son mucho más frecuentes»

En relación a las tormentas, llama la atención el argumento «es solo un poco de viento» que verbalizan algunos habitantes. ¿Cómo resistir en la defensa de la identidad de un lugar que parece condenado a desaparecer? 

Los pocos habitantes que siguen allí se van a quedar y solo se irían a la fuerza. Se sienten muy de la isla. Esta frase de «es solo un poco de viento» es de un día que estaba anunciada una fuerte tormenta. Toda la gente que estaba en las casas de veraneo se marcharon asustados por la previsión y solo quedaron los lugareños y nosotros porque estábamos grabando el documental. Para nosotros fue una tormenta muy fuerte y para ellos era algo mucho más normal. Se aferran a esas frases e ideas para poder sobrevivir.

Es curioso el contraste que vemos entre esos habitantes para quienes la isla es su esencia y los turistas que visitan el lugar durante unas horas atraídos por lo exótico. ¿Qué nos dice este contraste? 

Para mí pone de manifiesto el contraste entre dos tiempos: uno más conectado con los ritmos naturales, que representan los lugareños, y otro tiempo más moderno vinculado a lo efímero, al selfie y a la imagen rápida. También hay un choque entre dos visiones como son la urbanita y la local. En mi caso, por ejemplo, yo a los turistas los veía casi como aves migratorias que pasan un rato por la isla y se van. Pero también es curioso que hay algún lugareño que ha visto que puede hacer negocio con el tema del turismo. Esta persona ha conseguido monetizar el peligro de la tormenta y se ha construido un discurso de riesgo que resulta atractivo para los turistas. Ha creado un pequeño parque de atracciones sobre el peligro inminente. Pero lo habitual es ver un contraste grande entre los lugareños y los turistas. De hecho, para los habitantes de Mandø es muy extraño ver a toda esa gente atraída por lo exótico.

«Algún lugareño ha conseguido monetizar el peligro de la tormenta»

 «Será de Copenhague», escuchamos decir a uno de los habitantes cuando ve un reportaje sobre la región en la televisión. ¿Cuáles fueron las principales dificultades para captar la verdadera esencia del lugar y sus habitantes y no caer en visiones preconcebidas desde una capital?

Nosotros pasamos mucho tiempo con los habitantes escuchando sus historias. Un tiempo que no siempre es fácil de conseguir. Pudimos crear un formato de producción muy pequeño que nos permitió estar mucho tiempo en la isla. Además, la película está codirigida por Sofie Husum, que es antropóloga visual e hizo un fuerte trabajo de investigación con los 25 habitantes. Toda esta labor ayudó para ganarnos su confianza y que vieran que nuestra intención no era hacer un simple reportaje cargado de clichés. También es cierto que el hecho de que yo no fuera de allí era un hándicap. Mandø es una isla muy danesa y que alguien externo hiciera una película se sentía como un poco extraño. Pero, a la vez, mi situación también fue una ventaja. Nunca había escuchado hablar de esta isla por lo que tampoco tenía ninguna idea preconcebida sobre el mundo rural danés como sí la tienen los habitantes de Copenhague u otras ciudades.

En Meseta, tu anterior documental, te adentraste en la España Vaciada. ¿Podemos encontrar elementos en común entre estas dos historias a pesar de los kilómetros de distancia entre ambos lugares?  

Hay un punto de hermanamiento entre ambos proyectos. Son dos realidades muy diferentes porque Meseta estaba dentro de un secarral español y aquí estamos en una isla rodeada de agua. Ambos sitios sufren amenazas diferentes pero también tienen una común que es la sensación de estar desincronizados con los tiempos modernos. En ambos casos la globalización les ha pasado por encima y se han quedado un poco desenganchados. En el terreno de los personajes existen muchos elementos comunes. Mi madre tras ver As the tide comes In (Mientras sube la marea) me comentó que le recordaban a los habitantes del pueblo de Zamora que sale en Meseta. Son gente muy arraigada a un lugar que forma parte de su identidad y que, pese a todos los problemas, ha decidido quedarse. También les une la sensación de haber sido abandonados a su suerte.

«Conmigo puede tener mucha naturaleza», señala Gregers, el granjero en busca de esposa. Un titular de Tinder que podría parecernos exótico desde fuera pero que, ¿en su caso es casi como una condena?

Este personaje era muy interesante porque era la persona más joven de la isla. En él podías encontrar los deseos habituales en su edad como formar una familia. En su caso, heredar la granja de sus padres ha sido una pequeña condena porque le ha obligado a quedarse en la isla mientras veía cómo todos los amigos de su edad se marchaban al continente. Del mismo modo, él es también una especie de rey de Mandø y está muy orgulloso de pertenecer y ser de allí. Hay una relación de amor/odio con el lugar. La frase de «conmigo puede tener mucha naturaleza» que él utiliza en su intento de encontrar pareja sintetiza bien la contradicción de su situación.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Cine nuevo hecho por viejos

Sergio del Molino

Nada me deprime más que un anciano que mide sus palabras y quiere quedar bien con todo el mundo.

Los últimos cines de pueblo

Raquel C. Pico

La crisis del cine ha cerrado salas en toda España en los últimos años. Pero, ¿qué hay de los municipios rurales?

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME