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A la filósofa, directora y cofundadora de Equanima, María Ángeles Quesada, le importan mucho las palabras. Conversamos con ella tras su participación en la mesa de diálogo ‘Las palabras: el poder de nombrar el mundo’ que tuvo lugar durante las últimas Jornadas de Sostenibilidad de Redeia. Como ella misma sostiene, son las herramientas para conectar el mundo exterior con nuestros pensamientos. Por ello, es importante cuidarlas y pensar antes de usarlas, porque si no se vacían de significado.
¿Por qué las palabras son importantes para nombrar el mundo?
Porque conectan lo exterior con nuestro pensamiento. Son la manera que tenemos para dialogar y relacionarnos con los otros, y por lo tanto construir el mundo que queremos con los demás. Nos permiten el nexo del pensamiento colectivo.
¿Qué ocurre entonces cuando usamos palabras erróneas para expresar lo que pensamos o sentimos?
Esto no es nuevo, ya que ha ocurrido también en otros momentos. Pero la aceleración de la sociedad, el enfoque de la educación más instrumental y otra serie de fenómenos han hecho que hoy haya más gente que tiene problemas para expresar lo que tiene dentro o incluso saber lo que piensa. Lo que ocurre es que surgen confusiones y el otro no te entiende bien. Por ello, yo defiendo que necesitamos entrenarnos en habilidades de diálogo.
«La aceleración de la sociedad ha hecho que hoy haya más gente que tiene problemas para expresar lo que tiene dentro»
Zygmunt Bauman ya decía que, en un mundo tan cosmopolita, necesitamos aprender sobre todo a dialogar. Nos encontramos con personas diferentes, con todo tipo de particularidades, y por eso necesitamos habilidades no solo para contar lo que tenemos dentro, sino para que nos entiendan. Una práctica que no es definitiva, sino que es continua y que nos realiza como seres humanos.
¿Ese «nombrar el mundo» tiene que ser entonces una reflexión individual y colectiva?
Totalmente. El problema es que hoy sufrimos una carencia en las dos. En la primera pata, porque casi no hay espacio para pararnos a saber lo que pensamos. Y al mismo tiempo, no existe ese ejercicio colectivo: no hay espacios públicos donde desarrollar esas habilidades. En las zonas urbanas, por ejemplo, cada vez hay menos lugares donde sentarse o apoyarse, donde poder charlar con un vecino o amigo sobre las problemáticas de cada uno. Por ello, creo que es necesario habilitar espacios para ello en zonas públicas y también en escuelas, en empresas, en instituciones…
¿Qué es más importante: pensar lo que dices o decir lo que piensas?
Hoy por hoy es mucho más importante pensar lo que dices. Si bien en momentos históricos la libertad de expresión ha sido fundamental –porque el poder estaba más concentrado–, ahora que estamos en una sociedad con medios más accesibles y en la que la gente puede decir lo que quiera, el derecho a la libertad de expresión sigue siendo importante, pero debe estar acompañado de un pensar lo que se dice. Nos encontramos en un mundo en el que muchísima gente, sin ningún tipo de conocimiento y sin conciencia, dice lo que quiere.
Una de estas palabras cuyo significado se ha pervertido hoy en día es la de sostenibilidad. Tanto que muchas veces es utilizada según la conveniencia de cada uno. ¿Cómo la definirías tú?
La sostenibilidad es una palabra que necesitamos para estar dentro del juego político, económico, social… aunque se use de manera más cosmética que ética. Un término que no tiene una reflexión profunda. Por ello, se ha vaciado de significado. A mí me gusta mucho ligarla con el cuidado. El ser humano es altricial, es decir, que los bebés necesitan mucho tiempo para acabar valiéndose de sí mismos. Somos extremadamente dependientes. Por ello, para mí la sostenibilidad tiene que ver con preservar lo que soy yo, a las personas de mi alrededor y lo que me permite vivir. Lo entiendo como un concepto de simbiosis, de interdependencia de todo lo vivo. La sostenibilidad no es solo reciclar, plantar árboles o descarbonizar, sino que tiene que ver con la interdependencia de todo lo vivo y la necesidad de cuidarlo.
«La sostenibilidad no es solo reciclar, plantar árboles o descarbonizar, sino que tiene que ver con la interdependencia de todo lo vivo y la necesidad de cuidarlo»
Interdependencia, interconexión y cuidado. ¿Vivimos alejados de los demás, olvidándonos de esas tres palabras?
A pesar de esa necesidad de cuidado, este no está en el centro de la sociedad. Están el dinero y la rentabilidad. Por eso la sostenibilidad choca con esos términos continuamente. Son dos paradigmas completamente diferentes. A esto se suman la digitalización y los móviles, que hacen que estemos más ensimismados en nosotros mismos. Nos encontramos en una situación límite donde se dan muchos factores que no ayudan. Entre ellos, el estar encerrados en nosotros mismos por culpa de sesgos de confirmación que nos dan las redes sociales, con una fisicalidad metida en un espacio pequeño que no se corresponde a lo que somos y con una vida muy sedentaria e individual. Y, como decía antes, dentro de una sociedad que pone el foco en la rentabilidad. Por ello, es muy complicado que el cuidado, la interdependencia y la interconexión estén en el centro.
¿Cómo podemos hacer para volver a ellas? ¿Cómo podemos recuperar ese significado de la sostenibilidad?
Con el diálogo. Parece un cliché, pero tiene mucho que ver con mirar al otro, con poner atención. Tenemos que recuperar la curiosidad, el interés, el preguntarnos por los demás. Algo genuino que tenemos todos los seres humanos y que también nos ayudará a entendernos a nosotros mismos.
Y de esta forma, aprenderemos a utilizar mejor las palabras.
El conocernos nos ayudará a entender lo que pensamos mejor, a pensar lo que decimos y, por tanto, a usar las palabras con mayor propiedad. Y no como discursos vacíos.

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