Innovación

Los desafíos para la democracia de la revolución digital

La revolución digital está afectando a los fundamentos del sistema político y al modelo de sociedad. Recurriendo a Popper, cabe preguntarse quiénes son los enemigos de la sociedad abierta en este siglo XXI digital.

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31
enero
2025

La revolución digital no es una revolución tecnológica, es un cambio económico y social, con dos componentes –una nueva fuente de riqueza y tráfico económico (los datos y la digitalización), y un proceso que afecta a todas las actividades económicas y sociales– que justifican decir que asistimos a un cambio comparable a la Revolución Industrial, origen de nuestra sociedad abierta, democrática y de libre mercado.

Toda revolución afecta a los fundamentos del sistema político y al modelo de sociedad. Recurriendo a Popper, cabe preguntarse quiénes son los enemigos de la sociedad abierta en este siglo XXI digital.

Anticipemos que estos nuevos enemigos carecen de la altura intelectual de los estudiados por Popper (Platón, Hegel y Marx) pero no por ello los riesgos son menores.

1) Las tecnodictaduras y los modelos autoritarios emergidos al abrigo del desarrollo tecnológico

China representa un modelo autoritario de digitalización que demuestra que, al contrario de lo que creíamos, innovación y desarrollo tecnológico no son incompatibles con el control político de una sociedad autoritaria.

Al amparo del éxito del modelo chino, los líderes autoritarios, numerosos en el mal llamado sur global, pensarán que en el siglo XXI digital las dictaduras también tienen sitio.

Aquí radica la importancia geoestratégica de la lucha de Estados Unidos y China por el liderazgo de la IA: no esta en juego solo el liderazgo tecnológico, sino dos modelos, la sociedad abierta y el autoritarismo y cuál de los dos prevalecerá.

2) Los nuevos monopolios, surgidos de la evolución tecnológica y los nuevos modelos de negocio

Los últimos años han visto surgir empresas que en tiempo récord alcanzan (winner takes all) cuotas de mercado antes inimaginables: 80% o 90% en algunos servicios emergentes.

Uno de los pilares de la economía de mercado y de la sociedad abierta es, mal que pese a algunos sedicentes liberales, la política de competencia: urge abordar un nuevo enfoque que, reconociendo las singularidades de las empresas digitales globales, preserve el derecho de los ciudadanos y consumidores a la libre competencia.

3) La desintermediación indiscriminada y la opacidad

Las redes implican desintermediación en la economía, las relaciones interpersonales y la política, pero no puede ser ilimitada ni indiscriminada: la sociedad civil no puede naufragar en un mundo no transparente, sin accountability ni responsabilidad frente a los ciudadanos y la sociedad. La opacidad es la paradójica consecuencia de una red diseñada abierta y transparente pero que permite la circulación de intereses oscuros.

4) La democracia digital de los nuevos populistas

Hay quien ha descubierto que la democracia directa sin intermediarios es posible gracias a la tecnología. Hoy Internet y los móviles permiten una nueva relación entre gobernantes y gobernados con su participación en todas y cada una de las decisiones. ¿Quién necesita un Parlamento cuando se puede votar varias veces al día a través del móvil?

Hay quien ha descubierto que la democracia directa sin intermediarios es posible gracias a la tecnología

De las distopías digitales esta es la mas tentadora para las nuevas generaciones escépticas de la política tradicional y de las mas peligrosas: supondría el fin de la democracia representativa y su reemplazo por el autoritarismo refrendatario donde el poder real residirá en quién formule las preguntas. Esta es lo que algunos llaman democracia digital.

Hoy asistimos al cambio más importante de la política americana de la última generación: el asalto al Partido Republicano de una fracción de Sillicon Valley convencida de que el desarrollo digital es incompatible con la regulación.

Estos libertarios de nuevo cuño cada vez más poderosos representan una amenaza cuyo impacto todavía no apreciamos. Eso sí, no se entienda esta reflexión como defensa irrestricta del discutible modelo europeo de hiperregulación digital.

5) La vulnerabilidad y falta de seguridad de los ciudadanos en sus datos, la protección de su intimidad y el secreto de sus comunicaciones

Esto transmite un sentimiento socialmente disolvente: todo lo relacionado con la protección de los datos y la seguridad digital tiene una extraordinaria importancia política y estratégica mas allá de los datos como el nuevo petróleo.

El desarrollo de la sociedad abierta digital necesita apremiantemente el mantenimiento de un nuevo orden público: los ciudadanos necesitan saber que cuando alguien llama a sus ordenadores a las 6 de la madrugada no es un hacker.

6) El desmoronamiento de la opinión pública

Uno de los pilares de la democracia es la existencia de una vigorosa opinión pública, mecanismo que permite a gobernantes y gobernados pulsar el estado de ánimo social dominante.

Hoy, las redes sociales desintermedian la relación entre gobernantes y gobernados, lo que lejos de ser siempre una ventaja puede ser un gran riesgo, porque, a diferencia de los medios tradicionales, con intereses transparentes e ideología contrastada, las redes no lo son.

Las redes sociales desintermedian la relación entre gobernantes y gobernados

La formación de la opinión publica, indispensable en democracia, se ve así distorsionada, confundiendo a gobiernos y ciudadanos y cortocircuitando sus mecanismos básicos de relación.

7) Redes sociales que trivializan y acaban con el pensamiento crítico

Tienen una sorprendente capacidad de influir en la opinión y conducta de las personas con una credibilidad inmerecida. Agregadores de información basados no en su veracidad y rigor sino en su capacidad de generar clicks, ambicionados como moneda en el mercado publicitario y de la opinión.

Y hay que añadir los nuevos censores, algoritmos sin alma que reemplazan a veces mecanismos básicos del Estado de Derecho: recuérdense las frecuentes polémicas por contenidos fuera de la circulación por efecto de un algoritmo de una red social dominante. Hoy la moderación de contenidos, pilar básico de la regulación europea, esta puesta en cuestión en Estados Unidos.

Por ultimo, ciberpesimistas, nuevos luditas y apocalípticos. Piensan que toda la revolución digital va a acabar inexorablemente con la democracia y que no hay otra opción que oponernos inútilmente o resignarnos antes el apocalipsis tecnológico.

Son trasunto de los nuevos luditas del siglo XXI: no hay mas que ver la repercusión de Harari en los medios predicando sin rigor el fin de nuestra civilización.


Carlos López Blanco es experto en regulación y economía digital

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