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El bienestar urbano como contrato ético con el futuro

Madrid Foro Urbano Internacional reunió a responsables públicos, expertos y representantes de la sociedad civil con un objetivo compartido: reflexionar sobre cómo garantizar el bienestar urbano en un contexto de profundas transformaciones.

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Madrid Foro Urbano Internacional, impulsado por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), ha reunido en los últimos días a responsables públicos, expertos y representantes de la sociedad civil con un objetivo compartido: reflexionar sobre cómo garantizar el bienestar urbano en un contexto de profundas transformaciones. Desde ese punto de partida, las ciudades concentran hoy los grandes desafíos de nuestro tiempo. En ellas se cruzan la emergencia climática, la desigualdad, la transformación del trabajo, la soledad no deseada o el acceso a la vivienda. Pero también son el lugar donde se ensayan las soluciones más ambiciosas. El foro celebrado recientemente en Madrid nació con una convicción clara: pensar el futuro urbano no es un ejercicio técnico ni una discusión sectorial, sino un compromiso ético con quienes ya habitan la ciudad y con quienes lo harán mañana.

Madrid —como tantas otras grandes urbes— afronta un reto demográfico sin precedentes. Crece y envejece al mismo tiempo; atrae talento y, a la vez, expulsa a parte de su población por falta de vivienda asequible; demanda más movilidad y más energía, pero necesita reducir su huella ambiental. Estas tensiones no se resuelven con respuestas simples. Requieren una visión compartida, una gobernanza colaborativa y una mirada de largo plazo que sitúe el bienestar de las personas en el centro.

Una de las conclusiones más claras del foro es que el bienestar urbano no puede medirse solo en términos de renta o de crecimiento económico. El bienestar es acceso a una vivienda digna, a espacios públicos de calidad, a servicios de proximidad; es salud física y mental; es tiempo, seguridad, comunidad. Y, sobre todo, es equidad. Una ciudad que progresa dejando atrás a parte de su ciudadanía no puede considerarse un éxito.

Madrid —como tantas otras grandes urbes— afronta un reto demográfico sin precedentes

En este sentido, la vivienda apareció como el gran eje transversal del debate. No solo como un bien de mercado, sino como un derecho y una infraestructura social básica. Aumentar la oferta, diversificar tipologías, rehabilitar el parque existente y vincular vivienda con transporte, empleo y servicios son tareas inseparables. La pregunta no es únicamente cuántas viviendas necesitamos, sino qué ciudad construimos cuando las hacemos.

La movilidad fue otro de los asuntos centrales. No se trata únicamente de moverse más rápido, sino de hacerlo mejor. Priorizar el transporte público, los desplazamientos activos y la proximidad es una decisión que impacta directamente en la salud, en la cohesión social y en el clima. La ciudad del futuro será más habitable no porque incorpore más tecnología, sino porque redistribuya el espacio urbano de forma más justa.

La sostenibilidad, entendida en su dimensión ambiental y social, atravesó todas las conversaciones. La adaptación al cambio climático ya no es una opción, es una urgencia. Infraestructura verde, renaturalización, eficiencia energética y gestión responsable del agua son elementos clave, pero deben implementarse con criterios de justicia climática. Los impactos ambientales golpean con más fuerza a quienes tienen menos recursos; por eso, la transición ecológica debe ser también una transición inclusiva.

Otro aprendizaje fundamental del foro fue la necesidad de romper silos. Los retos urbanos no entienden de compartimentos estancos: requieren la colaboración entre administraciones, sector privado, academia y sociedad civil. Esta alianza no puede ser puntual ni decorativa; debe traducirse en procesos estables de diálogo, en datos compartidos y en mecanismos de evaluación que permitan corregir el rumbo.

Asimismo, se subrayó la importancia de la cultura y el cuidado como infraestructuras invisibles del bienestar. Las ciudades no solo se sostienen con hormigón y normativa, sino con vínculos, identidad y confianza. Espacios culturales accesibles, barrios vivos y políticas que reconozcan los trabajos de cuidado son esenciales para construir comunidades resilientes.

Pensar la ciudad desde la ética implica asumir responsabilidades. Responsabilidad intergeneracional, para no hipotecar el futuro; responsabilidad territorial, para reducir desigualdades entre barrios; y responsabilidad democrática, para escuchar y contar con la ciudadanía en la toma de decisiones. La participación no puede limitarse a la consulta, debe formar parte del diseño mismo de las políticas urbanas.

En la recta final del foro emergió una reflexión especialmente sugerente: además de gestionar lo inmediato, las ciudades necesitan dirigentes capaces de imaginar futuros deseables. Que los alcaldes —y, por extensión, quienes toman decisiones urbanas— vuelvan a soñar no es un gesto ingenuo, sino una condición necesaria para orientar políticas valientes. El foro concluyó con una idea compartida: el futuro urbano no está escrito. Se construye día a día con decisiones políticas, profesionales y cívicas. Tenemos el conocimiento, la experiencia y el talento para hacerlo mejor. Lo que necesitamos es alinear prioridades y entender que el bienestar urbano es, en última instancia, una cuestión ética.

Madrid puede y debe ser un laboratorio de este nuevo contrato urbano. Un contrato que ponga la vida cotidiana en el centro, que apueste por la cooperación y que entienda el progreso no como acumulación, sino como calidad de vida compartida. Ese es el desafío. Y también la oportunidad.


Ángela Baldellou es dirctora gerente del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid – COAM, y directora de Madrid Foro Urbano Internacional.

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