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‘Anora’, la prostitución según Hollywood

La película desmonta el mito del amor romántico y evidencia el capitalismo que se vive especialmente alrededor del cuerpo de las mujeres jóvenes.

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26
marzo
2025
Fotograma del tráiler de ‘Anora’ (2024)

Confieso que me puse a ver Anora un tanto contrariada porque no se hubieran llevado el Óscar a la Mejor Protagonista Femenina Demi Moore o Fernanda Torres. Tanto el papel de la primera en La sustancia, como el de la segunda en Aún estoy aquí son más que meritorios. No me sorprendió, sin embargo. Ya sabía que Hollywood no es amigo de asumir críticas y la interpretación de Moore y su sátira al canon de belleza hollywoodiense estaba claro que no era de las que iba a asumirse, y mucho menos premiarse, fácilmente. Tampoco me sorprendió con la brasileña, ya se sabe, no ser estadounidense resta puntos. Al final se llevó «el Óscar al agua», Mikey Madison, la joven, jovencísima, actriz protagonista de Anora. El film que al final ha conseguido las estatuillas más importantes de este año, entre ellas Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Guion Original.

Así pues, salvando mis contradicciones, me dispuse a ver una película que, además, ha recibido ciertas críticas por si romantizaba o no la prostitución.

Una vez vista, lo primero que pensé es que Anora es una peli de entretenimiento, entre Pretty Woman y La Cenicienta, diría, y que, además, casaba completamente con los temas que Sean Baker acostumbra a tratar en su filmografía. Si fuera psicoanalista casi me atrevería a asegurar que tanto beneplácito con el sistema prostitucional quizás oculta preferencias o usos habituales y que el hecho de que la hayan premiado en estos Óscar tienen mucho que ver con hábitos de muchos de los académicos. Pero no lo soy, así que no sigo por ahí.

Empecemos por el principio y, ojo, con algún spoiler.

«Lo primero que pensé es que ‘Anora’ es una peli de entretenimiento, entre ‘Pretty Woman’ y ‘La Cenicienta’»

Para hablar de Anora, hemos de saber que es una película en la que se mezclan dos culturas, la rusa y la estadounidense; dos idiomas, el ruso y el inglés; dos divisas, el dinero y el sexo; y dos clases sociales, los pobres y los ricos. Y es que esa es la película. Anora narra la historia de dos jóvenes de mundos diferentes que se enamoran, se enfrentan a obstáculos inmediatos y afrontan las consecuencias. Ella, una bailarina de striptease neoyorquina; él; el descerebrado hijo de un oligarca ruso.

La protagonista (Mikey Madison), Anora, que prefiere que la llamen Ani, trabaja en un club de striptease de Manhattan ofreciendo bailes eróticos a empresarios, y una noche, en lo que poco después le parece el día más afortunado de su vida, conoce a un chico ruso: Ivan (Mark Eydelshteyn). Ani sabe algo de ruso, gracias a su abuela, y por eso su jefe la envía a la mesa en la que está él. Ivan es distinto a otros clientes, no solo tiene su misma edad (los habituales tienen la edad de su padre), sino que además ella se crea la ilusión de que manda. Esta sensación de que Ani «controla», se mantienen a lo largo de toda la película. Por más que –al espectador no se le puede escapar– cuando una no tiene ni para pagar el alquiler y tiene que vender su cuerpo, mandar, lo que se dice mandar, no manda mucho.

El resto de la película sí es parecida a Pretty Woman: se casan, ella cree en el espejismo de una realidad que no es tal, llegan los padres de él para anular un matrimonio que no les parece apropiado para su descerebrado retoño… y acaba su ilusión. Ella se aferra a la esperanza, vana, de que él la quiere. Él desaparece corriendo para no enfrentarse a su madre. Diferencia clave respecto de la película de los 90 esta última, porque Anora, al acabar la película, tiene claro que los príncipes no existen, y que los hombres con dinero son los que deciden el destino de aquellas mujeres que lo necesitan para sobrevivir.

Es cierto que no acabé la película teniendo la sensación de que me hubieran vendido una apuesta por la regulación de la prostitución, ni siquiera de que ese era un mundo deseable, al contrario de lo que vendía Pretty Woman o Princesas, de León de Aranoa, y sí una película que desmonta el mito del amor romántico y que evidencia el capitalismo que se vive especialmente alrededor del cuerpo de las mujeres jóvenes.

La película, la dirección del film… entretenida por momentos, casi demasiado desenfrenada en otros y con una trama bien armada, pero no deja de ser más de lo de siempre: una chica pobre que se ve obligada a vender su cuerpo para sobrevivir, que desmonta el discurso de que una es prostituta voluntariamente y que, al fin, no logra hacer con todo eso una película inolvidable.

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