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Ray Bradbury

El escritor que transformó la ciencia ficción

Autodidacta, prolífico, visionario y moralista, Ray Bradbury es el autor de uno los títulos imprescindibles de la ciencia ficción, ‘Fahrentheit 451’.

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Alan Light
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03
octubre
2025

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Alan Light

Ray Bradbury es, sin duda, uno de los grandes referentes de la ciencia ficción. Una afirmación con la que él no estaría quizá de acuerdo, ya que se consideraba un escritor de fantasía. No obstante, está claro que sus libros jugaron un papel clave para que un género a menudo marginalizado pudiera entrar en el canon literario, y su influencia posterior (no solo a nivel artístico, sino sobre toda la cultura popular) llega hasta nuestros días. A fin de cuentas, ¿quién no ha oído hablar de Ray Bradbury o de Fahrenheit 451?

Ray Douglas Bradbury nació en 1920 en un pueblo de Illinois llamado Waukegan. Este lugar se convertirá, aunque bajo otros nombres, en un escenario habitual de sus cuentos, quizá porque allí vivió una infancia feliz, rodeado de campos de trigo, largos veranos, una familia extensa amorosa, e innumerables horas de lectura, tal y como se puede leer en la biografía Ray Bradbury, humanista del futuro de José Luis Garci. Desde antes de aprender a leer devoraba los comics de Flash Gordon o Buck Rogers. Cuando por fin consiguió dotar a las letras de significado, se le abrió todo un mundo de disfrute por delante, que le llevó a leer y releer las obras de Edgar Allan Poe, Lewis Carroll, Frank Baum, Julio Verne, o Stevenson, entre muchos otros.

Aunque no todo fue felicidad: desde muy pronto se familiarizó con la muerte, al fallecer dos de sus tres hermanos. También perdió a una amiga, ahogada en un lago en el que solían jugar, algo que le causaría un profundo impacto, y que más adelante reflejaría en su relato El lago. Su fascinación con la muerte se dejará ver en muchas de sus historias.

A raíz de la crisis de 1929, su familia se trasladó primero a Arizona y, posteriormente, a Los Ángeles. Allí su amor por la lectura y la escritura siguió creciendo. Pero además en ese momento se encuentra en la meca del cine, otra de sus pasiones. Era habitual verle patinando por Hollywood, tratando de descubrir a sus actores y actrices favoritos para pedirles fotografías. De hecho, mucho más adelante escribiría el guión de la película Moby Dick tras entregar algunos de sus libros a John Huston, uno de sus cineastas favoritos, y que este quedara fascinado por su escritura. En cualquier caso, en sus años de instituto continuaba escribiendo relatos de fantasía, animado especialmente por una de sus profesoras, y por otros jóvenes que había conocido en la Liga de Ciencia Ficción de Los Ángeles. Y ya antes de graduarse, publicó su primer relato en un fanzine de temática pulp.

Ray Brabury era un defensor acérrimo de las bibliotecas, donde se formó durante años de manera autodidacta

Como no pudo permitirse económicamente ir a la universidad, decidió buscar un trabajo que le dejase tiempo libre para leer y escribir. Así, por las tardes vendía periódicos, por el día escribía, y tres noches a la semana las pasaba en la biblioteca (esta costumbre la conservó durante 10 años). No es de extrañar que Ray Bradbury fuera un defensor acérrimo de este lugar. En sus propias palabras: «Descubrí que la biblioteca es la verdadera escuela».

Durante años, no dejó de escribir ni un solo día. Así lo explicó en su libro Zen en el arte de escribir: «Escribía al menos 1000 palabras al día, cada día, desde los 12 años en adelante». Era una obligación autoimpuesta, pero para él era, ante todo, un placer. Y quizá eso explique su prolífica carrera.

Aunque comenzó a publicar relatos en revistas de género con 20 años, él aspiraba a más: quería llegar a las publicaciones de masas. Para conseguirlo, optó por eliminar la jerga técnica y escribir sus fantasías a base de metáforas poéticas, algo que se convertiría en un sello de su estilo.

El éxito le llegó en 1950 con la publicación de Crónicas marcianas. Se trata de una recopilación de relatos cortos relacionados entre sí, que narran la colonización de Marte por parte de los seres humanos, aunque, por supuesto, es un Marte más vinculado al mundo de la fantasía que a la ciencia astronómica. Como en todas sus historias, reflexiona sobre la condición humana y los vicios de nuestra sociedad, dejando muy claros sus valores: critica duramente el imperialismo, el racismo, la contaminación o la carrera armamentística nuclear.

Bradbury quiso que su epitafio rezara «Autor de Fahrenheit 451»

Poco después publicó el libro de relatos El hombre ilustrado y la novela Fahrentheit 451, que se convirtió en un clásico de forma casi instantánea. Este libro, que sigue siendo una recomendación habitual en colegios de todo el mundo, nos muestra una sociedad en la que los libros han sido prohibidos. Se trata de una alegoría de reminiscencias platonianas sobre la importancia del pensamiento crítico y los peligros de la fascinación por los medios de comunicación de masas, a la que se siguen añadiendo capas de significado con cada lectura (y según la ideología de cada lector). La recepción fue, en general, positiva, con reseñas críticas entusiastas en medios como The New Yok Times, Galaxy Science Fiction o Chicago Sunday Tribune, y un éxito de ventas relativamente rápido. También obtuvo premios como el de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras en 1954. Y posteriormente su influencia fue creciendo al ser adaptado al cine (en 1966 por François Truffaut), a la televisión, al teatro, a la radio, a cómics o a videojuegos. Bradbury era completamente consciente de la relevancia de esta obra y, de hecho, quiso que su epitafio rezara «Autor de Fahrenheit 451».

Bradbury continuó escribiendo y publicando, ya como un autor reconocido, prácticamente hasta su muerte, con 91 años. En total, más de 50 libros, además de guiones y adaptaciones teatrales, en los que encontramos temas recurrentes como el miedo a la muerte, el impacto humano en el planeta, los riesgos de la innovación o la necesidad de conexión. Su prosa poética y evocadora, y su estilo lírico y sensorial le han permitido conectar con millones de lectores, tanto amantes de la ciencia ficción como no aficionados a este género. Al fin y al cabo, tanto si Bradbury describe el encuentro entre un hombre y un extraterrestre como si narra un crimen insólito, lo que hace, en realidad, es analizar al ser humano, con sus debilidades y sus incoherencias, pero también con su potencialidad para hacer del mundo un lugar mejor.

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