Cultura

¿Soñaba Philip K. Dick con realidades paralelas?

El escritor estadounidense Philip K. Dick elevó el género de la ciencia ficción gracias a un extenso catálogo de obras en el que plantea dudas metafísicas de intenso calado. 

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23
enero
2024

En 1982, Ridley Scott llevaba a las pantallas de los cines una película que estaba llamada a convertirse en mito. Blade Runner fue estrenada apenas cuatro meses después de que falleciese Philip K. Dick, autor del libro en que se basó parcialmente Scott para filmar su cinta. De haber seguido vivo, es difícil imaginar qué reacción habría tenido el escritor al enfrentarse a una pantalla por la que deambulaban personajes y situaciones que habitaban hace tiempo en su mente. De hecho, en su mente habitaron innumerables personajes que no solo le valieron el reconocimiento como uno de los más insignes escritores de ciencia ficción, sino que también convirtieron su vida en doloroso viaje.

Philip K. Dick, nacido en Chicago (Estados Unidos) en 1928, escribió 36 novelas y 121 relatos breves durante sus 54 años de vida. Estas publicaciones le convirtieron en el escritor con mayor influencia de la literatura de ciencia ficción. Sus obras iban más allá de exponer la existencia de otras realidades propiciadas por los avances científicos o tecnológicos, incorporando cuestiones existenciales que llevaban al lector a plantearse si lo leído era realidad, ficción, producto de una mente alucinada o todo al mismo tiempo.

Nacido de manera prematura junto a su hermana melliza Jane Charlotte, Dick quedaría afectado de por vida por el fallecimiento de esta a los 20 días. La figura del «gemelo fantasma» formaría parte de muchas de las obras que más reconocimiento le valieron. Su vida fue una espiral de episodios psicóticos, alucinaciones, relaciones sentimentales con menores de edad y experimentos con diferentes drogas. Pero todo esto no impidió que se convirtiese en un icono popular y lograse que un género, que en ese entonces era considerado menor, fuese aceptado en diferentes círculos intelectuales.

Sus obras van más allá de la mera exposición de avances científicos; plantean cuestiones existenciales

Desde joven, Dick tuvo sueños recurrentes que, posteriormente, derivarían en extrañas visiones que el autor comenzó a creer realidades reveladas por entes supremos. Aquellas visiones suponían episodios psicóticos, y él mismo se planteó en ocasiones si sufría esquizofrenia. Dejando de lado la posibilidad de la enfermedad mental, y sin pensar tampoco en el cada vez más elevado consumo de drogas, optó por creer firmemente que llevaba una doble vida, que en su interior habitaba también un tal Thomas que había existido en el siglo I a.C.

Aquellas visiones se convirtieron en material propicio para su obra literaria, en la que abundan personajes mentalmente equívocos que plantean dudas existenciales sobre si la propia vida es real o no. Con dichos planteamientos, logró que sus novelas fuesen aclamadas por la crítica y, en 1963, ganó el Premio Hugo por su novela El hombre en el castillo. La obra suponía una ucronía acerca de un mundo en que los nazis y los japoneses habían sido los vencedores en la Segunda Guerra Mundial.

De dichas obsesiones nació, en 1968, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, la novela en que se basaría Scott para filmar su memorable película. En aquella, Dick plantea al lector la dificultad de discernir entre seres verdaderamente humanos y sus posibles copias desprovistas de emociones.

En 1974, recibía el Premio John W. Campbell a la mejor obra de ciencia ficción con Fluyan mis lágrimas dijo el policía, otra novela de fuerte calado existencial en que el protagonista debe enfrentarse a la usurpación de su propio pasado.

Un año después publicaría otra de sus novelas más aclamadas, Ubik. En esta acomete los temas que ocupaban su propia existencia: universos alternativos que conviven unos dentro de otros y el hecho de que las realidades vividas por sus personajes son ficciones creadas por entidades superiores que, a su vez, suponen la ficción imaginada por otros seres.

Por aquel entonces, los episodios paranoicos del autor se habían multiplicado. Esto, sumado a un elevado consumo de speed, le hacía creer que la CIA, el FBI, los nazis y los comunistas conspiraban para acabar con su vida. Su paranoia se vio exacerbada cuando alguien entró en su casa y reventó la caja fuerte que custodiaba sus manuscritos, además de una considerable cantidad de heroína. Dick afirmó, en una entrevista en 1978, que el causante de aquel extraño suceso había sido el propio gobierno estadounidense, para evitar que saliese a la luz una novela que describía una inminente guerra entre la Unión Soviética y Estados Unidos.

Las cuestiones metafísicas, junto a las religiosas y filosóficas, continuaron inundando sus textos, que comenzaron a ser más autobiográficos, hasta que falleció, en 1982, como consecuencia de un derrame cerebral.

A pesar de haber llevado una vida torturada por los fantasmas interiores, Dick elevó a categoría literaria una ciencia ficción que, hasta entonces, estaba relegada al mero consumo popular. Su legado es una obra que supone en sí misma un universo con innumerables conexiones entre personajes y acontecimientos que parecen existir únicamente para explicar al lector la fragilidad de la realidad perceptible.

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