Una receta social contra la soledad no deseada

La soledad no deseada afecta a una de cada cinco personas en España. Esta silenciosa problemática social supone una amenaza para la salud pública, por lo cual demanda una acción conjunta desde diferentes frentes, como puede ser la Red de Farmacias.

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Borja Rebull
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Más de la mitad de la sociedad española ha atravesado episodios de soledad no deseada en algún momento de su vida, una situación que impacta de forma cotidiana a personas mayores, jóvenes, mujeres y hombres que viven tanto en la ciudad como en entornos rurales. Nadie parece inmune a este sufrimiento en un mundo hiperconectado en el que, sin embargo, cada vez más personas se sienten solas.

«El infierno está completo en esta palabra: soledad», escribió Víctor Hugo. Se trata de una amenaza real para la salud pública, con consecuencias tanto físicas como mentales para quienes la padecen. Y que van desde la ansiedad, la depresión o el estrés crónico —apunta Rita de la Plaza, tesorera del Consejo General de Colegios Farmacéuticos— hasta riesgos cardiovasculares, hipertensión o insomnio, con uso (y abuso) de fármacos. Precisamente, este problema fue abordado por diferentes expertos en un encuentro organizado por Ethic y el Consejo General de Colegios Farmacéuticos.

Es «una percepción subjetiva que tiene muchas causas objetivas», en palabras de Matilde Fernández, presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada. Este sentimiento está muy ligado a la pérdida, ya sea de familiares o seres queridos, pero también al entorno, al desempleo, a la dificultad de llegar a fin de mes, al aislamiento que producen las ciudades, la condición de inmigrante, el nivel educativo, la orientación sexual o la discriminación laboral.

Rita de la Plaza (Farmacéuticos): «Los jóvenes tienen cualquier problema y ya están medicados, pero luego, ¿cómo se hace la desmedicación?»

En cierto modo, en la sociedad actual se ha perdido la vida de barrio, esos espacios que ofrecen la posibilidad de interactuar: un comercio, la calle, incluso el centro de salud, a donde cada vez es menos necesario acudir, a causa de la telemedicina. La tecnología ofrece grandes ventajas, pero todavía no parece haber sido capaz de propiciar unas relaciones plenas para las personas. De hecho, aquellas que sufren la soledad tienden a relacionarse más por internet y las redes sociales que de forma presencial, revela el Barómetro de la Soledad no deseada.

Radiografía de una problemática

Matilde Fernández describe con una «u» el análisis de esta soledad, que presenta cifras muy altas entre los jóvenes (sobre todo cuando viven en zonas rurales), que descienden en la edad adulta y que vuelven a subir entre los mayores de 75 a 80 años en zonas urbanas.

Matilde Fernández, presidenta del Observatorio Estatal de la Soledad no Deseada.

Es en esa última etapa vital, cada vez más larga, donde surgen momentos de transición relacionados con la jubilación, en la que muchos encuentran nuevas y placenteras oportunidades pero que otros no logran superar. En ella se pierde el contacto con los compañeros de trabajo y se deben afrontar pérdidas de familiares y amigos de su misma generación. Y también de las propias facultades físicas y mentales, con deterioros cognitivos, demencias o dependencia. «Pueden aparecer nuevas situaciones como la de convertirte en cuidador de tu pareja o familiar, o una discapacidad», señala Mercedes Gallego, jefa de servicio y responsable de soledad en la coordinación de estudios del IMSERSO.

Las más de 22.000 farmacias repartidas por toda España funcionan como un radar para detectar y abordar los casos de soledad no deseada

Los jóvenes ofrecen otra realidad sobre la soledad no deseada, en parte derivada de las expectativas sociales, y más vinculada con la socialización y las relaciones afectivas (la amistad) que con las redes de apoyo (la familia o el trabajo). No es tanto que las redes sociales generen más soledad como «la ausencia de presencialidad y de redes afectivas importantes», precisa Beatriz Martín, directora general de FAD Juventud. La experta recuerda la necesidad de una educación que ayude a los jóvenes a manejar esas redes, entenderlas, cuidarlas y a comunicar. Además, es necesario visibilizar este problema para evitar la estigmatización de quienes la sufren, incluso de forma crónica: un 12% de los jóvenes en España. «Los jóvenes tienen cualquier problema y ya están medicados, pero luego, ¿cómo se hace la desmedicación?», se pregunta Rita de la Plaza.

El poder de las alianzas

Con más de 22.000 farmacias en toda España, estos establecimientos han sido tradicionalmente un punto de encuentro, centro de confianza y de relaciones personales. En ocasiones son la única salida para la gente que vive sola. Tienen la capacidad de llegar a donde muchos no pueden, especialmente en las zonas rurales. Son un refugio y un recurso sanitario para personas a las que conocen por sus nombres y apellidos.

Rita de la Plaza, tesorera del Consejo General de Colegios Farmacéuticos

Así, las farmacias y sus 55.000 profesionales se convierten en agentes sociales que pueden hacer un seguimiento y derivar estos casos a un especialista, un trabajador social, un psicólogo o una asociación. «Es vital crear las necesarias alianzas entre administraciones y organizaciones públicas y privadas, una colaboración que permita afrontar el problema con un enfoque comunitario y multidisciplinar, que examine las múltiples vulnerabilidades a las que se enfrentan las personas», destaca Ramón Jané, director del área de Conocimiento de Inclusión Social de Cruz Roja.

Las farmacias son precisamente un ejemplo de la importancia de la colaboración. Para hacer frente a este desafío, dentro de la Estrategia Social de la Profesión Farmacéutica, la soledad fue uno de los siete programas marco seleccionados. El objetivo es convertir la Red de Farmacias en un sistema de prevención, detección y derivación de posibles casos así como desarrollar diferentes instrumentos y palancas para canalizar el trabajo de los profesionales farmacéuticos en favor de la sociedad. Para conseguirlo se han puesto en marcha iniciativas como los webinars de trabajo con el IMSERSO en los que se han abordado los factores de riesgo, la influencia territorial y demográfica sobre la soledad no deseada y los principales indicadores para la detección desde la farmacia. También son relevantes el «Programa Viernes», una iniciativa en la que actúan como radares para detectar esos casos y romper el aislamiento, sobre todo en las zonas rurales; así como el trabajo para desarrollar un estudio denominado «Soledad no deseada: una pandemia silenciosa» en el marco del Consejo Asesor Social de la farmacia.

Fortalecer la comunidad, mejorar la prevención y una acción que exceda la salud pública y tenga un alcance colectivo se presenta como la «receta social» más adecuada para combatir la soledad no deseada. «Algo estamos haciendo mal cuando después de los oncológicos somos el país que más ansiolíticos consume», advierte Matilde Fernández. Y es ahí donde las farmacias pueden actuar también como un radar para «detectar los síntomas, ver cuándo una persona empieza el uso y abuso de una medicación, y ayudar a desprescribir», apunta Rita de la Plaza.

Porque, más que medicar, se trata de favorecer una atención multidisciplinar, transversal e intergeneracional. Educación, sensibilización, resiliencia y habilidades sociales se presentan como factores claves para la prevención y el abordaje de esta problemática social. «Si aprendes a lo largo de la vida, cuando te lleguen esas situaciones las afrontarás mejor», sostiene Mercedes Gallego.

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