Pensamiento

Cinco interpretaciones sobre el mito de Sísifo

La historia del hombre condenado a empujar una piedra a la cima de una montaña durante toda la eternidad ha servido para hablar de fenómenos naturales, existencialismo e incluso memes.

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11
octubre
2024

Los mitos griegos han sido objeto de numerosas interpretaciones durante toda la Historia, desde las teorías freudianas hasta las reinterpretaciones literarias imaginadas por Borges, Marguerite Yourcenar o Margaret Atwood. Al fin y al cabo, los mitos no dejan de ser relatos paradigmáticos que plantean cuestiones morales que nos han preocupado a todos los seres humanos en algún momento de nuestra vida. Su interpretación y su aplicación al mundo real han ocupado a miles de pensadores desde la Antigüedad hasta hoy.

Uno de los relatos míticos más populares es el de Sísifo y su castigo. Según la mitología, Sísifo fue un rey griego al que los dioses castigaron por su impiedad. Dependiendo de la versión, esta «impiedad» tenía que ver con revelar un adulterio de Zeus o con haber asesinado a viajeros que encontraba en los caminos. En el castigo, sin embargo, todas las versiones están de acuerdo: como pago por su traición, Sísifo asumiría el trabajo de empujar una piedra hasta la cima de una montaña. Cuando estuviera a punto de alcanzar su meta, siempre y necesariamente la piedra caería hasta abajo, con lo cual Sísifo tendría que volver a empezar el ascenso… Y así durante toda la eternidad.

El castigo de Sísifo ha sido analizado desde perspectivas muy dispares. Para empezar, y como suele suceder con muchas historias de sustrato mítico, algunos quisieron ver la explicación de un fenómeno natural en ella. El eterno volver a empezar de Sísifo sería una manera mitológica de referirse al sol o a las olas, que perpetuamente llegan a un punto álgido del que luego caen.

Pero la mayor parte de las visiones sobre la historia de Sísifo tienen que ver con el comportamiento humano y con la idea de la insatisfacción y el absurdo de la existencia. Así lo pensó el poeta romano Lucrecio, quien en su poema-ensayo De rerum natura (De la naturaleza de las cosas) compara el trabajo eternamente frustrado de Sísifo con la carrera política. Habla el poeta de «pretender el mando, que no es nada, sin conseguirlo nunca y de continuo sufrir duro trabajo por lograrlo, esto es mover la peña con ahínco de un monte hacia la cima, la cual rueda sin embargo otra vez». Y es que la idea del poder es, en sí, tan absurda como la de llevar una enorme roca a la cima de una montaña; en el fondo, no sirve para nada.

En la misma línea, algunos filólogos como el alemán Friedrich Gottlieb Welcker vieron el trabajo del personaje mitológico como una alegoría del camino hacia la sabiduría. Cuando parece que llegamos a la meta, cuando parece que estamos a punto de saberlo todo sobre un tema, aparece una nueva pregunta que nos regresa al punto de partida. Lo abrumador no es intentar saberlo todo, sino la conciencia de que siempre va a quedar algo por descubrir, ya que la ciencia es inacabable.

Lo que más impresiona del mito de Sísifo no es tanto la idea del castigo sino su naturaleza reiterativa

Sísifo y la absurdez de su empeño son también protagonistas de uno de los formatos más difundidos en la actualidad: el meme. A través de viñetas que ironizan el mundo actual, el mito de Sísifo nos devuelve la mirada y se utiliza para bromear sobre aspectos críticos de nuestra realidad. Tenemos, por ejemplo, los memes de Sísifo trabajando desde casa en la pandemia, o la roca «modernizada» y convertida en un trabajo de oficina. La figura de Sísifo llevando la roca a la cima de la montaña una y otra vez se emplea también para ironizar con algunas acciones repetitivas que hacemos día tras día, como fregar los platos o recolocarnos la tote bag sobre el hombro. La misma idea que fascinó a los antiguos de castigar con trabajo que nunca se acaba parece particularmente adecuada para los ritmos capitalistas, donde el trabajo no es un fin, sino un medio.

Todas estas interpretaciones tienen un punto de fuga común: la repetición. Lo que impresiona del castigo de Sísifo, lo que se ha interpretado y reinterpretado hasta la saciedad, no es tanto la idea del castigo sino su naturaleza reiterativa. Llevar la piedra a la cima es una acción sin importancia comparado con otros castigos divinos como el de Tántalo, condenado a siempre tener hambre y sed. La crueldad del castigo de Sísifo no reside en la acción en sí, ni siquiera en que esa acción quede siempre sin terminar, sino más bien en que siempre tendrá que intentarlo de nuevo, aunque sepa que nada va a cambiar.

Quizá la interpretación reciente del mito más conocida es la desarrollada por el pensador francés Albert Camus en su ensayo El mito de Sísifo, en el que aplica los principios del existencialismo a la vieja historia del hombre y la roca. Habla de un héroe absurdo, al que compara con el obrero que cada día realiza la misma tarea sin mejorar ni empeorar nada en su vida: «El obrero actual trabaja, todos los días de su vida, en las mismas tareas, y ese destino no es menos absurdo. Pero solo es trágico en los raros momentos en que se hace consciente». Camus nos invita a imaginarnos a Sísifo durante los minutos que tarda en bajar de la cima a la ladera de la montaña, antes de volver a empezar su trabajo, ese momento en que es consciente de su propia absurdidad. Sin embargo, el pensador busca ofrecer una visión optimista, triunfal incluso, de este momento: «La clarividencia que debía ser su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se supere mediante el desprecio». Camus compara al personaje de Sísifo con el Edipo de Edipo en Colono, la tragedia griega donde el rey tebano encuentra la paz cuando al fin acepta su destino y lo hace suyo. La existencia es una lacra absurda y sobre la que no tenemos control, pero al aceptarla tal como nos es entregada, la dominamos y podemos sentirnos en paz con nosotros mismos. «Hay que imaginarse a Sísifo feliz», dice Camus. Quizá nosotros podamos también imaginarnos así.

 

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