Sociedad
La infancia como fuente de inspiración para liderar equipos
El ‘liderazgo basado en la infancia’ nos invita a recordar el niño o niña que fuimos y recupera sus atributos más característicos.
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COLABORA2024
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En un mundo adultocéntrico, donde la visión de las personas adultas es la única válida y dominante, es difícil ver lo que pueden aportar la infancia, la adolescencia y la juventud. Ya no digamos en el ámbito profesional donde todavía predominan modelos de liderazgo tradicionales. Aunque cueste seguir defendiendo la figura clásica del jefe que lo sabe todo, en la práctica seguimos encontrando direcciones que concentran todas las decisiones, que presuponen todos los conocimientos necesarios para tomarlas y a las que no se les permite dudar.
En el tercer sector, formado por fundaciones, asociaciones y ONG, llevamos tiempo explorando formas de ser y hacer alternativas. Hemos trabajado mucho para promover la participación y la escucha de los equipos internos y las personas y entidades colaboradoras. Hemos cuidado de no irnos a polos opuestos con modelos paternalistas o familiares que buscan amplios consensos demasiado reñidos con la eficiencia, la rapidez o la flexibilidad, tan necesarios en estos tiempos. También hemos impulsado un liderazgo feminista, más horizontal, que da poder a todas las personas trabajadoras, transitando del poder sobre los demás hacia el poder con los demás.
Las entidades sin ánimo de lucro promovemos un liderazgo que impulse la transformación. Buscamos modificar las prácticas, las creencias y las políticas del sistema actual para garantizar una sociedad más centrada en las personas y que genere entornos de derechos y bienestar que aseguren la convivencia y el respeto a un planeta compartido. Este cambio de valores en el corazón de las organizaciones ha de provenir también del corazón de las personas que las conforman, para asegurar transformaciones sostenibles que perduren.
Las entidades sin ánimo de lucro promovemos un liderazgo que impulse la transformación
En concreto, las organizaciones que trabajamos por los derechos de la infancia exigimos que sea escuchada y participe en los asuntos que le afectan, entre otros asuntos. Por eso, queremos que niños, niñas y adolescentes sean fuente de inspiración para nuestra forma de trabajar, que permeen en nuestra cultura organizacional y en nuestro modelo de liderazgo. Queremos que el «qué hacemos» vaya de la mano con el «cómo lo hacemos». Además, trabajar con la infancia nos ofrece la oportunidad de observar, escuchar y aprender de ella.
Muchas hemos puesto en práctica y aprendido de la teoría U de Scharmer, de las organizaciones Teal, del humanismo radical, del aprendizaje experiencial, pero ha sido poderoso incorporar a los protagonistas de nuestro quehacer en nuestra manera de liderar. Y hemos visto que esto tiene un enorme potencial que puede extenderse a todo tipo de entidades, organizaciones y empresas.
El llamado «liderazgo basado en la infancia» nos invita a recordar el niño o niña que fuimos y recupera sus atributos más característicos. Se trata de liderar:
- Desde la alegría. Porque el juego y la risa pueden aparecer en cualquier momento favoreciendo el compañerismo. Fomentemos los buenos momentos porque reconocemos, celebramos y agradecemos cualquier avance. Una alegría que hace que brillen los ojos y pensemos que puede ser posible, que esta vez sí. Que nos permita aprovechar al máximo el momento presente.
- Desde la autenticidad. Sin prejuicios ni disposiciones creadas. Mostrémonos tal y como somos y así nos aseguraremos de que no nos estamos perdiendo nada de lo que somos. Digamos lo que pensamos con empatía y respeto, pero sin los innumerables filtros que a veces hacen que nos descafeinemos y dejemos de aportar lo mejor de nosotros mismos.
- Desde la vulnerabilidad. Reconocer nuestras limitaciones es el primer paso para crecer. No, no somos perfectas, ni lo sabemos todo. Así podemos rodearnos de gente que nos complementa y nos hace más fuertes. Cuando te crees intocable puedes pensar que no necesitas a nada ni a nadie. Vulnerabilidad para pedir ayuda, para conectar con otras vulnerabilidades y para seguir creciendo.
- Desde la reconciliación. Porque hay mil oportunidades de empezar de nuevo, para volver a engancharnos con lo que somos y con el propósito que tenemos entre manos. Porque siempre nos merecemos una nueva oportunidad. Porque aprendemos de la historia, pero no nos quedamos atrapadas en ella.
- Desde la curiosidad. Aquella que nos lleva a preguntarnos continuamente, que nos lleva a conocer a más gente y otras formas de hacer las cosas. Esa que nos hace mirar hacia fuera para saber qué habrá detrás de esa puerta; que nos hace preguntarnos «¿qué pasará si…?». La curiosidad que nos anima a arriesgar y a innovar y que nos ayuda a aprender.
Definir esta forma de liderazgo ha sido relativamente sencillo, el reto ahora es ponerlo en práctica. No solo para nosotros sino para todas las organizaciones y empresas valientes que estén dispuestas a incorporarla en su rutina, en la práctica cotidiana, pero sobre todo en las grandes decisiones. Podemos aprender mucho de la infancia, es hora de dar ese paso.
Pilar Orenes es directora general de Educo.
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