Cultura

«Todas las familias están compuestas por mitologías, al igual que los países»

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22
abril
2024

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Los alemanes‘, último libro de Sergio del Molino (Madrid, 1979) y Premio Alfaguara de Novela 2024, versa sobre los descendientes de alemanes instalados en la colonia de Camerún que, al caer frente a los aliados, en 1916 se entregaron a las autoridades españolas de Guinea y acabaron asentándose, entre otras ciudades, en Zaragoza. En ella, el autor se adentra en cuestiones mucho más procelosas, como los secretos que atraviesan las familias, sus silencios, las distintas reacciones de sus miembros ante situaciones similares, el peso de los muertos y el precio de los vivos.


Pienso en las complejas relaciones familiares de la familia Schuster. Que todas las familias mientan, ¿es una fatalidad, una necesidad, una virtud?

Es una condición de las propias familias y de los grupos humanos en general, de aquellos colectivos humanos que necesitan perpetuarse y consolidarse. La familia nos permite amalgamar y que «la cosa» no se disuelva. Todas las familias están compuestas por mitologías, al igual que los países, y las mitologías son siempre mentiras. Cuando creces, comienzas a conocer la historia de tu familia y eso supone desenmascarar esas mentiras y enfrentarte a ellas. Es una condición, no es una fatalidad, o sí, en tanto que existe, pero es algo común a las familias.

Las mitologías para usted no están fuera de las categorías de «verdad» o «mentira» sino que se circunscriben a estas últimas…

La mitología es una forma de literatura, es una ficción, una forma de contarnos cuentos; es mentira como lo es toda ficción, entendiendo la ficción en sentido muy amplio. Todos los relatos y las historias que nos contamos unos a otros son ficciones y tienen un punto mitológico.

«De la familia heredamos muchas cosas, casi ninguna buena»

¿Cuánto de la identidad de un individuo proviene de la familia?

Mucho más de lo que queremos reconocer, no se puede establecer un porcentaje, pero mucho más allá de lo físico y de lo genético, sin llegar a cuestiones esotéricas. Ahora estoy leyendo un libro de Anne Schützenberger, una psicoanalista francesa de origen ruso, ¡Ay, mis ancestros!, que se acaba de traducir al castellano, aunque fue publicado en los años 50, que habla de la necesidad de investigar nuestros ancestros, para saber en qué medida hemos heredado sus traumas. Sin llegar a esos límites esotéricos o clínicos creo que sí, de una forma más etérea, los traumas se heredan. De la familia heredamos muchas cosas, casi ninguna buena, como la diabetes, enfermedades, calvicies, silencios… todo ello nos conforma, por supuesto, como nos conforma la lengua en la que hablamos y muchas otras cosas, sin caer en determinismos. Buena parte de lo que somos proviene de la familia; incluso cuando nos oponemos a ello e intentamos construir una identidad opuesta y en rebeldía.

¿Hasta dónde llega la responsabilidad de los hijos en relación con los padres?

Depende de cada cual, creo que no se pueden hacer categorizaciones absolutas y eso es algo que intento reflejar en la novela, puesto que cada hijo da una respuesta distinta, porque no se puede determinar un grado de responsabilidad de los hijos para con los padres, ni viceversa; bueno, igual viceversa sí, al menos mientras haya una minoría de edad, pero cada cual decide cuáles son los límites de responsabilidad con su familia, qué es con lo que quiere cargar, con lo que no, cómo se deshace de eso, etc. No hay una respuesta única y, en determinados contextos, tanto desentenderse de todo como echarse encima toda la culpa es igual de legítimo, no se puede juzgar porque depende de las circunstancias de cada cual y del lugar del que parta cada uno. En Los alemanes los hijos dan una respuesta distinta ante un dilema muy parecido.

En el libro hay un fantasma, un muerto que, al igual que sucede en Rebeca o en Los gozos y las sombras, sigue condicionando la vida de los vivos. ¿Hasta qué punto nos gobiernan los muertos?

Muchísimo, los muertos están muy presentes entre los vivos y eso intento reflejar en el personaje de Gabi que, en efecto, tiene una inspiración rebequiana. Todas las familias tienen un muerto que les determina y que les permite identificarse, señalarse, situarse dentro de la historia en relación con la opinión y la distancia que tenía con respecto a ese personaje. Nos condicionan mucho los muertos, creo que caminamos entre ellos.

«Todas las familias tienen un muerto que les determina»

De hecho, la novela comienza y termina en un cementerio…

Sí, por eso mismo, porque los muertos están muy presentes y las fronteras en nuestras vidas entre los muertos y los vivos son mucho más difusas de lo que parece. Evidentemente, los muertos no tienen ninguna capacidad de decisión voluntaria, pero los rescoldos de sus vidas siguen determinando mucho después de su muerte la vida de los vivos, siguen condicionándola. Las fronteras entre unos y otros son muy difíciles de plantear, no acaban en el cementerio, sino que estamos siempre cruzando esa línea entre el más allá y el más acá, no de una manera esotérica o fantasmal, porque cuando hablo de fantasmas no hablo de cuentos de terror sino de reminiscencias que tienen mucho más que ver con los recuerdos, con cómo en el fulgor de una vida siguen condicionándonos, provocándonos reacciones. En ese sentido, Gabi determina la vida de mucha gente y su desaparición, ese hueco que ha dejado, tiene un poder radioactivo enorme, provoca muchas convulsiones por el vacío que ha dejado, y ese vacío tiene su propia dinámica, su propia energía, su propia capacidad de atraer y repeler a la gente que está alrededor.

Hablando de Gabi, reparo en todas las referencias musicales que atraviesan la novela. ¿La música es lo más grande que ha aportado Alemania al mundo? ¿Qué papel juega la música en la vida de Sergio del Molino?

Alemania ha ofrecido muchas, muchas cosas buenas…

Baroja decía que a un pueblo que inventó la aspirina hay que respetarlo siempre…

Por supuesto, la industria farmacéutica es una de las grandes cosas que aporta Alemania; ha hecho tantas cosas buenas que incluso compensaría el horror del Holocausto. Pero la música es de las mejores, de la que más orgullosos están los alemanes y de lo más característico y definitorio de la cultura alemana. La música germánica ha marcado la gran tradición musical de Occidente, todas las demás han ido a rebufo, la italiana, la rusa, la francesa… siempre por detrás de la alemana. Sí, es una enorme aportación, pero también la filosofía, la literatura, la poesía… quizás en pintura cojea, pero son enormes. En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, para mí la música significa mucho, es algo tan importante que me hubiera gustado ser músico; si supiera hacer música no haría literatura, envidio mucho a los músicos, tanto a los compositores como a los intérpretes, creo que llegan a unos lugares que otras artes no llegan, ni el cine, ni las artes visuales, ni la literatura, porque la música es un arte muy primario, incluso en sus formas más sofisticadas, más intelectuales, es un arte que no necesita de mediación, llega a las vísceras y retumba, es algo elemental que procede de la caverna misma, y las emociones que provoca no las causa ningún otro arte, y mucho menos la literatura, que requiere de unos códigos, de una decodificación por parte de quien lee. La música te penetra, aunque no quieras. Por eso intento que mi literatura se acerque lo más posible a la experiencia musical.

De hecho, la estructura de Los alemanes semeja una sinfonía…

Exacto, en general, mis libros cuidan mucho tanto la musicalidad de la prosa como la estructura; concibo las líneas, las tramas y los argumentos como temas musicales, me gusta jugar con esas analogías. Pamuk, en su Teoría de la novela, piensa mucho en la pintura, siempre hace analogías pictóricas; yo hago analogías musicales, pero soy un zote para la música, no toco ningún instrumento ni tengo oído para ejecutarla, aunque sí para escucharla.

«Posiblemente, un cierto grado de corrupción sea inevitable, como es inevitable un cierto grado de delincuencia»

Uno de los asuntos que surcan la novela es la especulación económica. ¿De qué depende que se dé la corrupción política, o esta es inevitable?

Probablemente, un cierto grado de corrupción sea inevitable, como es inevitable un cierto grado de delincuencia, de suciedad y porquería humana, es inherente a la vida común, a la condición humana, no podemos ser tan ingenuos como para pensar que todo el mundo se va a portar bien y va a ser ejemplar, no existen sociedades así y no deberíamos aspirar a ellas salvo en un plano puramente desiderativo; lo que tenemos es que armarnos de herramientas para erradicarla, castigarla cuando se produce y poder prevenirla, en la medida de lo posible, pero sabiendo que se va a producir. Cuando hay intereses, ambiciones, siempre habrá alguien que quiera torcer las cosas para su beneficio, y eso ocurrirá en las sociedades más pulcras y con estándares éticos más elevados. Tenemos que blindar el sistema, como hicieron los norteamericanos, que construyeron un sistema complejo y contrapesado de manera que resulta indestructible, por muy mala gente que lo dirija, el sistema, por su propia dinámica, es capaz de sobrevivir a la corrupción. A eso debemos aspirar, pero decir que no va a haber maldad, corrupción, es una idea que deberíamos desterrar, aunque haya gente crea que es posible, que es una cuestión de voluntad. No obstante, vivimos en un país, España, en el que tenemos la ventaja de que la corrupción es solo política; vivimos en una sociedad muy afortunada porque la corrupción no alcanza al funcionamiento diario de las instituciones del Estado: no vas a adelantar puestos en una lista de espera quirúrgica metiendo dinero en un sobre, la lista funciona sola; es muy difícil librarte de una multa sobornando a un guardia. Eso es algo raro. En China, estuve a punto de perder el vuelo porque el taxi que me llevaba al aeropuerto a media noche se estropeó en mitad de la autopista, y tuve que untar a siete personas para poder coger ese avión. Eso, en España, es impensable.

Y eso que hemos inventado el género de la picaresca…

A pesar de eso.

«Así como no se puede prescindir del cuerpo, tampoco del pasado»

¿Es más fácil para una persona que para un país zafarse del pasado por completo?

Por definición… bueno, no.

¿Qué iba a decir?

Iba a decir que el individuo, pero no, del pasado no nos zafamos porque forma parte de nuestro ser, de nuestra condición, nos conforma, igual que a los países, sin esa historicidad no seríamos nada, ni como personas ni como país. Hay que bregar con ello, asimilarlo y saber vivir con él, por mucho que en ocasiones sea insoportable o nos resulte difícil e incómodo. Así como vivimos con nuestro cuerpo y podemos moldearlo, tenemos que vivir con el pasado; podemos ponerlo a dieta o llenarlo de colesterol pero, así como no se puede prescindir del cuerpo, tampoco del pasado.

También el lenguaje violentado, malversado, aparece en el libro. ¿Se pueden resignificar las palabras, como intentaron hacer poetas como Paul Celan o Ingebord Bachman con la lengua alemana?

No siempre funciona, es más, casi siempre fracasan esos intentos de resignificación, pero la política lo intenta siempre, siempre; siempre hay gente que intenta transformar el lenguaje para bien o para mal, como la lengua oficial del Tercer Reich, que trató de pervertirlo todo y hacer odiosas ciertas palabras, o como quienes intentan que palabras que son odiosas vuelvan otra vez al caudal del idioma para que sean usadas con normalidad. Casi siempre se fracasa, los activistas de intervenir en el lenguaje fracasan porque el lenguaje es algo que surge de la espontaneidad y se reacciona muy mal a las intervenciones externas. Lo vimos en Francia, cuando los revolucionarios trataron de erradicar el uso del usted y lo que provocaron fue su uso generalizado. La gente reacciona mal cuando tratan de imponerle cómo hablar porque la forma de hablar es algo muy personal, por eso reaccionamos con hostilidad. El lenguaje es muy elástico en términos espontáneos, reacio a ser dirigido.

«El lenguaje es reacio a ser dirigido»

¿Eso sucede con el lenguaje inclusivo?

Por ejemplo, sin duda. Es muy difícil que cuaje, solo en ámbitos muy formales, como discursos, pero en el habla cotidiana nadie habla así, ni siquiera los más fervientes defensores del lenguaje inclusivo, porque es agotador y farragoso.

¿En qué momento el conocimiento de estos alemanes en Camerún se convirtieron en la materia de su novela?

Desde el momento en que supe de la historia y la investigué. Estaba esperando la forma de contar esta historia, de encontrar el tempo, la atmósfera, los personajes. Cuando di con la familia Schuster lo tuve. Es una historia que habla de constantes universales, y la narración me permitió decirlas de una manera muy sugerente, muy poco dogmática.

¿Ve posible, tal y como está ascendiendo por todo el mundo grupos y partidos de extrema derecha, una situación similar a la que desencadenó la Segunda Guerra Mundial?

Vivimos en una situación prebélica y, en algunos puntos de Europa, una situación bélica abiertamente. Si creemos que la guerra de Ucrania no va con nosotros, que no nos afecta, estamos equivocados, porque es una guerra en la frontera de la Unión Europea y la Unión Europea es nuestro país; nos afecta de manera directa. Vivimos un tiempo prebélico claro, otra cosa es que no queramos verlo o nos duela tanto verlo que no queremos hablar de ello, pero no hablar de ello no significa que el problema no exista, y eso alimenta populismos y posiciones políticas extremas y destructivas. No obstante, creo que los populismos de derechas asociados al fascismo han tocado techo, todo el mundo que podía ser seducido por ellos ya ha sido seducido, no creo que tengan un recorrido más grande. Podrán acaparar poder, pero no más masa electoral.

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