Sociedad

El duelo en cuarentena

La imposibilidad de hacer colectivo el dolor por la pérdida de un ser querido agrava un proceso ya duro de por sí: la situación excepcional por la que pasan miles de personas debido al coronavirus podría superarse si prevalece la perspectiva personal frente a la colectiva, según los expertos.

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26
marzo
2020
Foto: Comunidad de Madrid

Cuando se publique este artículo, España habrá superado los tres mil fallecimientos a causa del coronavirus. Si ya es difícil enfrentarse a una pérdida, la situación actual agrava enormemente el dolor de las familias y allegados, dada la imposibilidad de realizar el velatorio, el funeral o el entierro. Los expertos advierten de que bloquear un duelo puede desembocar en patologías como depresión o estrés, al mismo tiempo que recomiendan potenciar la parte personal frente a la colectiva, ahora que todo el mundo se encuentra confinado en casa.

Superar un proceso de duelo sin tener los besos y los abrazos deseados se torna complejo. Se trata de una situación excepcional donde los seres humanos tienen que renunciar a su propia naturaleza mediante una fuerte concienciación: «El duelo consta de dos fases: la personal y la social. Esta segunda se ha visto disminuida considerablemente, así que la personal será más dolorosa y duradera», apunta Guillermo Mattioli i Jacobs, el decano del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC).

Según el decano, la pérdida de alguien en situación de confinamiento se podría definir como el trance menos humano de todos, ya que el estado en el que la población española se encuentra es un corte de toda la dimensión compartida. Por su parte, María Dolores Gómez Castillo, homóloga de Mattioli en Castilla-La Mancha (COPCLM), contextualiza el estado de las cosas: «Estamos pasando por un duelo colectivo. Hemos perdido la rutina de nuestro día a día de repente, y eso en sí ya es una pérdida», en sus propios términos. Es ella misma la que asegura que los ritmos del duelo también se verán alterados: «Pasar el duelo es una condición natural y psicológica en los seres humanos, necesaria para poder seguir. En circunstancias normales, se necesita un año para dar por superados los denominados ritos de paso, y no sería hasta el segundo año cuando, normalmente, se cierra el proceso».

Guillermo Mattioli: «Hemos perdido la rutina de nuestro día a día de repente, y eso en sí ya es una pérdida»

«El no poder sentirse arropado físicamente produce una sensación de desolación interna, un desierto emocional al no compartir el llanto o el abrazo», explicita Gómez. En la misma línea se pronuncia el decano catalán al ser preguntado sobre el principal factor que ha cambiado con esta situación, que se alargará al menos hasta mediados de abril: «La soledad. Ahora hacemos duelos en soledad. La dimensión social del duelo se ha bloqueado, así que cada uno tiene que encontrar su manera de reemplazar esa dimensión potenciando la individual, que puede ser colgar una foto en la pared, repasar álbumes, encender una vela o realizar alguna ceremonia personal que le dará sentido a tu pérdida».

Carmen Herrera Franquis, directora del Centro Psicológico de Canarias y del Centro de Duelo y Crisis, apunta en la misma línea respecto al sentimiento de soledad: «Aunque hemos visto cómo en las ciudades se ha venido produciendo un proceso de individualización del duelo, los tanatorios se han convertido en el lugar donde se recibe el apoyo de familiares y amistades. Se crea así un espacio necesario, donde el dolor compartido es menor, porque nos permite liberar el sufrimiento y sentirnos arropados, donde se reciben los abrazos que son terapéuticos, en unos momentos de sufrimiento emocional importantes y que contrasta con la situación actual de muchas personas ante el fallecimiento del ser querido, sufriendo en soledad la frustración, el dolor intenso, y malestar emocional vinculado a la pérdida de un ser querido».

En este sentido, tres factores clave son el contacto con el cuerpo del otro, la mirada y la voz. Al no poder contar con lo primero debido a la pandemia, lo único que le queda a las miles de personas que han perdido a un ser querido estos días son la mirada a través de una videollamada o la voz que se escucha al otro lado del teléfono: «Uno de los mejores consejos, dadas las circunstancias, es intentar actuar igual que si no estuviéramos confinados. Lo importante es hablar, que se exprese la gente que ha sufrido una pérdida, que lloren y que se vean entre los familiares», agrega la colegiada manchega.

Cuando el duelo se bloquea

La peor consecuencia que se podría llegar a producir es el denominado duelo patológico. Este estado se da cuando el duelo se bloquea, un hecho que se puede ver incrementado durante el confinamiento. Mattioli apunta algunas nuevas realidades que complicarían el poder procesar un duelo de forma sana: «La prohibición de celebrar los ritos habituales agrava muchísimo la situación. En un duelo normal, la sensación de vacío te queda y tu mapa mental del mundo tiene un agujero, pero se va llenando de memorias, recuerdos e historias. Ahora, esta sensación es mayor, porque no se puede llenar con la presencia de otros ni con la despedida tal y como esperamos tenerla», explica.

Carmen Herrera: «Los tanatorios se han convertido en el lugar donde se recibe el apoyo de familiares y amistades»

Herrera pone nombres a las fases por las que se debe pasar para un duelo sea sano: «El duelo comprende una serie de etapas como la negación, la ira, la tristeza, negociación y la aceptación, siendo indispensable el poder ir superando una serie de tareas, como aceptar la realidad de la pérdida, gestionar las emociones y el dolor, adaptarnos al medio en el que el fallecido está ausente y ser capaces de recordar al fallecido sin desestabilizarnos y seguir viviendo. Estas cuatro tareas pueden no darse en este orden, pero sí es necesario que se gestionen para evitar un posible duelo complicado».

«Ya sabemos que ahora los duelos serán más largos al ser menos sociales y menos compartidos, y seguramente la secuelas psicológicas del confinamiento serán bastante severas», agrega Mattioli. De esta forma, «un duelo bloqueado, incompleto, que no se acaba de cerrar suele generar síntomas posteriores de índole depresiva, somatizaciones, pérdida de energía, del deseo de vivir, del placer por las cosas, el gusto por la comida o trastornos del sueño”, explica, y añade que «lo peor de todo, como síntoma más doloroso, es la sensación de vacío».

Ni sentirse culpable ni ignorar el dolor

Gómez, por su parte, incide en otro factor que puede aparecer dadas las circunstancias: el sentimiento de culpa. «Aunque nadie es culpable de esta situación porque absolutamente nadie la deseaba, la persona que ha sufrido una pérdida va a estar pensando en lo que pudo hacer y no hizo, o dónde pudo haber estado y no estuvo», comenta la psicóloga al mismo tiempo que pone la mirada en el medio plazo: «Estamos intentando trabajar en lo que, psicológicamente, va a venir después de todo esto. Se trata de ventilar las emociones, poder hablar y expresarse», agrega la decana. Al respecto, también vaticina que probablemente a partir de lo vivenciado tras esta situación de aislamiento impuesto «vuelva a prevalecer lo comunitario y social en las sociedades industrializadas, hechos que comenzamos a ver a través de los diferentes movimientos solidarios motivados desde el dolor de la población».

El decano del COPC advierte de un método de defensa humano que podría llegar a ser contraproducente: evitar pensar en lo que ha pasado. «Una persona que siente mucho dolor, directamente, no quiere pensar en ello. Esto, que parece bastante natural, no es bueno. Evitar los sentimientos dolorosos, en realidad, los hace más dolorosos porque se agrega el esfuerzo de querer obviarlos y no les quita el dolor», explica Mattioli. Gómez, por su parte, incide en cómo «la parte afectiva de cada persona puede ser oscilante, con vaivenes y altibajos, mientras la cognitiva, ligada a la racionalidad, debe ser permanente y por la cual se debe guiar una persona que pasa el trance del duelo, ya que eso redundará en la parte conductual».

Mª Dolores Gómez: «Se trata de ventilar las emociones, de hablar»

¿Qué puede hacer una persona que ha sufrido la pérdida de un familiar y se encuentra confinada? Ambos decanos coinciden en que la estrategia más sana de afrontar un duelo interrumpido por el confinamiento es justamente anticipar que algún día se afrontará socialmente, aunque Mattioli reconoce que es difícil encontrar una respuesta concreta. «Dar consejos generales es más sencillo, pero personales algo más complicado. Lo más importante es distraerse pero poco, o sea, no evitar los recuerdos ni las lágrimas, porque si no el duelo puede bloquearse», aduce el psicólogo.

Gómez se centra en la importancia de ver la parte positiva de la realidad: «Como dicen muchos psicólogos sociales, tenemos que salir del yo al nosotros. En situaciones tan complejas debemos esforzarnos para ver el otro lado de las cosas, por ejemplo, saber que estamos confinados pero que será solo durante un tiempo. Tenemos que hacer reestructuraciones cognitivas continuas, es decir, orientar nuestros esquemas mentales distorsionados hacia lo positivo».

Buscar ayuda profesional psicológica si es necesario, más aún en momentos tan complicados como estos, podría evitar depresiones futuras. Aunque no podamos abrazarnos hoy, saber que podremos hacerlo pronto también es un consuelo para quien afronta hoy la peor cara de la crisis sanitaria. «El ser humano tiene una tendencia personal de supervivencia y de sobrevivir como seres en el mundo, el eros como instinto de superviviencia; y hay que buscar tácticas para superar el duelo, como pensar que la persona que acabamos de perder lo que querría es que nosotros siguiéramos hacia delante», concluye la decana.

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