Los niños vivirán seis veces más desastres naturales que sus abuelos
Un grupo de investigadores ha comparado el número de desastres naturales a los que se enfrentarán las diferentes generaciones nacidas entre 1960 y 2020. La conclusión no es optimista: los que llegaron al mundo en 2020 tienen un riesgo 6,8 veces mayor de sufrir olas de calor y 2,8 veces más inundaciones.
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Si hoy el mundo ya es un lugar peligroso para la niñez, el futuro no es para nada optimista. Según un estudio único en su tipo sobre los impactos del cambio climático entre generaciones, si el planeta continúa calentándose en su trayectoria actual, un niño o niña promedio de 6 años de hoy vivirá más desastres naturales que sus abuelos.
La investigación, publicada por la revista Science, señala que un niño o niña nacido en 2020 enfrentará un riesgo dos veces mayor de vivir incendios forestales; presenciará, en promedio, 2,8 veces más pérdidas de cosechas que las generaciones que lo precedieron; será testigo de 2,6 veces más eventos de sequías; vivirá 2,8 veces más inundaciones, presenciará 1,7 veces más ciclones tropicales y 6,8 veces más olas de calor que una persona nacida en 1960.
Estos «preocupantes» resultados –en palabras del mismo informe– son producto de una extensa investigación que se puso como objetivo cuantificar la desigualdad intergeneracional del cambio climático. Los niños de hoy estarán expuestos a un promedio de cinco veces más desastres que si vivieran hace 150 años. Para llegar a tales conclusiones, el equipo de 36 investigadores, dirigido por Wim Thier, científico del clima y profesor de investigación de la Vrije Universiteit Brussel, cuantificaron la exposición a sequías, olas de calor, malas cosechas, inundaciones de ríos, ciclones tropicales e incendios forestales desde el nacimiento hasta la muerte de una persona.
Los niños nacidos en 2020 tendrán siete veces más de probabilidad de sufrir más olas de calor que los nacidos en 1960
También calcularon la exposición a estos cambios de por vida para cada generación nacida entre 1960 y 2020, para cada país del mundo y para cada escenario de calentamiento global entre 1 ° C y 3,5 ° C por encima de las temperaturas preindustriales actuales. Además, compararon el aumento en la exposición a eventos extremos de las cohortes de la población que viven hoy con una persona de referencia que habría vivido en las condiciones climáticas preindustriales de finales del siglo XIX.
Más de la mitad de todos los gases de efecto invernadero en la atmósfera se generaron después de 1990, lo que significa que la mayoría de los desastres que experimentarán los niños de hoy pueden estar relacionados con las emisiones producidas durante la vida de sus padres. Según explica Thiery, los jóvenes son los que enfrentan y enfrentarán las consecuencias del cambio climático pero no tienen el poder político ni económico para generar un cambio en la sociedad, mientras que «la gente poderosa en la política y en la economía tienen el potencial para hacer un cambio, pero no lo hacen y además ellos no enfrentarán las consecuencias de sus acciones o inacciones».
El experto advierte, no obstante, que hay opciones de frenar en cierta medida este futuro tan negro. Si se logra frenar el calentamiento a 1,5 ° C, la exposición adicional de por vida de los recién nacidos a las olas de calor se reducirá en un 45%; en un 39% para las sequías; en un 38% para las crecidas de los ríos; en un 28 % para las malas cosechas y en un 10% para los incendios forestales. Pero aún así, ya hay algunos cambios ya son irreversibles.
Serán especialmente dramáticos en los países en desarrollo. Si se clasifican a los países por sus niveles de ingreso en orden decreciente, se observa que los de la mitad superior son los responsables del 86% de las emisiones acumuladas de CO2 a nivel mundial, mientras que los países de la mitad inferior solo son responsables del 14% de las emisiones. A pesar de ello, son los niños y las niñas de los países de ingresos medios y bajos quienes soportan el mayor peso de las pérdidas y los daños que afectan su salud y capital humano, así como sus tierras, su patrimonio cultural, sus conocimientos indígenas y locales, y su biodiversidad debido al cambio climático.
Martínez: «En algunas zonas, el impacto climático se convierte en una dificultad más para los derechos básicos de los niños»
Marcelo Korc, jefe de la Unidad de Cambio Climático de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), afirma que no podemos hablar solo de mitigación, sino también de adaptación. El principal reto es que estos cambios son, en parte, impredecibles. «Los humanos somos buenos para adaptarnos si existe cierta predectibilidad, y los cambios por ahora son impredecibles, es decir, sabemos que habrán sequías, inundaciones, incendios, pero no sabemos ni cómo, ni cuándo ni dónde, y esto que va a suceder es lo que hace difícil esa adaptabilidad y crear los mecanismos necesarios para poder adaptarnos».
«Lo que vamos a tener que hacer con nuestros hijos es que sepan que van a tener que adaptarse a las circunstancias», asegura. Por ejemplo, a las nuevas enfermedades que surjan debido a las afectaciones de los ecosistemas. «Los mosquitos están cambiando de áreas y van asentándose en zonas geográficas donde antes no lo hacían», señala.
Colombia tampoco es la excepción frente a los impactos en la infancia del cambio climático. Según advierte María Paula Martínez, directora ejecutiva de Save the Children Colombia, «las problemáticas ambientales se suman a situaciones graves como desplazamiento, conflicto armado y pobreza; que hacen a la niñez aún más vulnerable en regiones como el Pacífico, La Guajira o Arauca donde el impacto climático se convierte en una dificultad más para la realización de sus derechos y les puede afectar, por ejemplo, al acceso a la educación y a salud».
Este artículo es parte de un acuerdo de colaboración entre el diario ‘El Tiempo‘ y la revista ‘Ethic’. Lea el contenido original aquí.
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